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Construir para repartir

JESÚS CANTÚ

Uno de los mayores problemas de la administración pública es la construcción de "elefantes blancos", obras públicas normalmente muy vistosas y -desde luego-costosas, cuyos resultados son nulos o muy pobres, sin embargo, sí permiten a los gobernantes presumirlos desde el mismo momento en que anuncian su construcción y cuando los inauguran; por supuesto, esto sin considerar la posibilidad de desvío de recursos que implican.

El pasado viernes, de acuerdo a una información publicada por el periódico regiomontano El Norte en su edición del sábado 17 de octubre, en el foro estatal de salud celebrado en Ciudad Victoria, Tamaulipas, el Carlos Emilio Jaques Rivera, coordinador de los Foros de Salud del Senado, señaló que a nivel nacional, se construyen "al menos 600 hospitales públicos… [que] no cuentan con infraestructura, mobiliario y personal médico para operar".

Unos meses antes, la organización de la sociedad civil mexicana Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad, difundió los resultados de una investigación que desarrollo sobre el desempeño de los Hospitales de Alta Especialidad, construidos bajo la figura de las Asociaciones Público-Privadas, conocidas como APP 's, que demostraba la subutilización de la infraestructura.

Textualmente el documento ejecutivo de dicha investigación señala en uno de sus párrafos: "En promedio, la ocupación promedio de los hospitales no alcanza el 50%. Sin embargo, la SS reporta sus resultados con base en sus camas habilitadas, que en la mayoría de los casos no coinciden con su capacidad instalada. Así los hospitales no alcanzan la actividad que fue planificada en los documentos que justificaron su construcción. Por ejemplo, el Hospital Regional de Alta Especialidad (HRAE) Ixtapaluca hizo 91,444 consultas en 2017 de las 320,112 consultas anuales previstas en sus documentos de planificación. Por su parte, Ciudad Victoria realizó 24,156 consultas en 106, de las 142,000 que tenía previsto realizar. Lamentablemente, la mayoría de hospitales negaron, vía INAI, tener la información de los documentos de planificación y sólo contamos con los datos reflejados en las auditorías de la Auditoría Superior de la Federación (ASF). En cualquier caso los hallazgos recabados de estas fuentes y los testimonios de los informantes clave son suficientes para confirmar la subutilización de la infraestructura".

Continua: "La baja productividad es también evidente en los equipos de alta especialidad. En promedio, se realizan 1.3 mastografías diarias, 10 tomografías y 4.5 resonancias. El PET SCAN del Bajío hace 1 estudio diario en comparación con 13 y 15 diarios en la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y en el Instituto Nacional de Cancerología (INCAN) respectivamente. El equipo de cirugía robótica Da Vinci del HRAE Zumpango trabaja a un 8% de su capacidad. Por poner un último ejemplo, el HRAE Ixtapaluca tiene cerrados 9 quirófanos de un total de 14."

En el foro se denunció la construcción de hospitales que no pueden utilizarse porque se concluyó su construcción física, pero no cuentan con los recursos materiales y humanos para poder equiparlos y ponerlos en operación, esto significa un gran desperdicio de recursos públicos, en un país en el que existen 30 millones de mexicanos que carecen de seguridad social y cuya única posibilidad de acceder a servicios de salud es precisamente a través de estas instituciones. Pero más allá de ese desperdicio, esos edificios sin utilizar están deteriorándose y el día que se pretendan utilizar requerirán nuevamente de importantes inversiones.

En el otro estudio, lo que se pone de manifiesto es la gran paradoja: en un país donde millones de mexicanos se quedan sin acceder a servicios médicos especializados por carencia de recursos o protección de una institución de salud, los HRAEs se utilizan a menos de la mitad de su capacidad.

La realidad que se evidencia en el sector salud, lamentablemente es la regla y no la excepción en México. Los "elefantes blancos" decoran el territorio nacional, ya sea en proceso de construcción; terminados, pero sin el equipamiento necesario para funcionar; terminados y con el equipamiento, pero sin el indispensable personal capacitado para operar; o terminados, equipados y con personal, pero con una bajísima utilización.

Lo importante para muchos de los gobernantes mexicanos no es atender las necesidades de la población, sino utilizar estas obras faraónicas para sus fines personales: enriquecimiento ilícito, promoción de su imagen personal, proyectarse para posiciones de mayor responsabilidad y presupuesto y/o cumplimiento de sus promesas de campaña, entre los más destacados.

A pesar de que la misma Constitución establece la obligación de realizar un proceso de planeación democrático, con el presunto objetivo de garantizar que el presupuesto público se dedica a la atención de las necesidades más imperiosas de la población mexicana, lo cierto es que lo que ha prevalecido es la simulación y, por ende, la definición arbitraria y discrecional de las prioridades, pensando siempre en los beneficios personales y no en la solución de los problemas nacionales.

Muchos de los problemas que hoy enfrenta México no requieren de obra pública, sino de un mejor aprovechamiento de lo ya existente; los nuevos gobernantes deben entender que su gestión no necesariamente se juzgará en función de las obras materiales que realizaron, sino por su capacidad para incrementar el bienestar de la población, particularmente de aquellos que hoy carecen de los más elemental. Urge dejar atrás la era de las obras faraónicas e iniciar la de los estadistas, que sin necesidad de obras físicas logran dejar su huella en la historia nacional.

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