De acuerdo con las estadísticas mundiales, cada mexicano promedio conocerá durante su vida a 3,300 personas. De acuerdo con esto, si tuviéramos 160 mil personas bien educadas en México, 5 mil por cada estado, y si esas personas cambiaran, para bien, a tan solo 10 mexicanos, de los 3,300 y si cada una de esas diez personas cambiara la vida de tan solo otras diez -solo diez-, en menos de tres generaciones, es decir, en menos de 15 años, la generación de jóvenes bien educados del 2018 habría cambiado la vida de 160 millones de mexicanos.
Sin importar el género, los antecedentes étnicos o religiosos, la orientación sexual o el nivel socioeconómico, nuestras batallas en el mundo son muy semejantes. Y las lecciones para salir airosos de esas batallas y seguir adelante, transformándonos a nosotros mismos y al mundo a nuestro alrededor, se aplican de la misma forma para todos.
Hace algunas semanas se difundió la noticia de que algunos padres de familia de colegios privados se reunieron para integrar un frente común para ver de que manera pueden cambiar las conductas antisociales de sus hijos. Los padres están preocupados por el consumo de alcohol y drogas, la violencia entre niños y jóvenes, el acoso escolar y otros excesos.
Un cambio de comportamiento o de cultura es muy difícil de lograr, pero no es imposible. Los padres y los maestros tienen muchas opciones para lograr que los hijos vuelvan a tener valores y dejen de ser consumistas. Se les puede enseñar otras formas de vida distintas a las tradicionales, otras formas de creer y de actuar.
Algo que es indiscutible: si una persona no puede hacer las cosas pequeñas correctamente, jamás hará las cosas grandes correctamente. Hay cosas muy sencillas que tienen un gran impacto en nuestra vida. Una opción sencilla que se puede aplicar a los niños es tender la propia cama cada mañana. ¡Si! Tender la cama. Todos los días, hasta que se vuelva hábito y lo hagan de manera inconsciente.
Bien hecha, las esquinas bien dobladas, perfectamente cuadradas, las cobijas buen estiradas, la almohada centrada, justo frente a la cabecera, y las cobijas adicionales pulcramente dobladas al pie de la cama. ¿Cuántos padres de familia hacen esto con sus hijos? Lo repito: si una persona no puede hacer las cosas pequeñas correctamente, jamás hará las cosas grandes correctamente. Lo anterior es una tarea rutinaria y sencilla. Pero de un gran significado para nuestro comportamiento.
Si tiendes tu cama cada mañana, habrás cumplido la primera tarea de tu día que te dará una sensación de orgullo y te animará a hacer una tarea más, y otra, y otra. El final del día se habrá convertido en un sinfín de tareas cumplidas. Tender la cama nos recordará diariamente que las pequeñas cosas de la vida también son importantes.
Uno no puede cambiar al mundo solo, debemos enseñarles a nuestros hijos que necesitarán ayuda, que necesitarán aliados, amigos y colegas y la buena voluntad de gente desconocida. Nuestros hijos deben saber que las personas se miden por el tamaño de su corazón y sus sentimientos, no por su posición social ni por sus bienes materiales.
También debemos enseñarles que van a fracasar, pero que el fracaso te prepara para victorias futuras, lo que no te mata te fortalece. Y debemos advertirles que es muy probable que fracasen a menudo, será muy doloroso y desalentador y que serán puestos a prueba hasta la médula y que tienen que soportar. Debemos enseñarles a no tener miedo.
La misión de cambiar al mundo es muy retadora, no todos aceptan y afrontan el reto. Por lo anterior, al principio hablo de tan solo 160 mil jóvenes -es muy seguro que este número sea mayor-, entre más de 37 millones, preparados y dispuestos a lograr el cambió. También con toda seguridad estos jóvenes se enfrentarán a mucha gente dispuesta a mantener el statu quo. Se les debe advertir para que no se acobarden ante los tiburones.
Decirles también que habrá "momentos oscuros", ocasiones en que dan ganas de aventar la toalla, de abandonar el barco. Como el viejo decía: si las cosas que valen la pena hacerse fueran fáciles, cualquiera las haría. Los jóvenes que cambiarán a México deben ser la mejor versión de sí mismos en los momentos más difíciles.
Enseñemos a nuestros jóvenes que se debe empezar cada día con una tarea cumplida, encontrar aliados a lo largo de la vida, respetar a todo el mundo, saber que la vida no es justa y que fracasarán a menudo. Que sepan que si toman algunos riesgos y si toman la iniciativa cuando las cosas parecen estar en su peor momento, si se enfrentan a los bravucones, si defienden a los oprimidos y si nunca se dan por vencidos, la siguiente generación y las generaciones que vendrán después, vivirán en un México muchísimo mejor que el que tenemos en la actualidad.