(EL UNIVERSAL)
Por más que nos cueste aceptarlo, la acción inmediata luego de ver una prenda de ropa que nos gusta en una tienda es revisar el precio. Esto puede generar que nos guste más esa playera, chamarra o pantalón, o bien, considerar que tal vez no va con nuestro estilo personal.
Todos los que somos asiduos a recurrentes pláticas sobre temas automotrices hemos caído en el pecado de revisar de manera automática la ficha técnica de un auto, incluso antes de preguntarnos si nos gusta o no cada modelo de los que revisamos.
Sería interesante considerar que esta es una práctica de análisis frívolo sobre cada oferta automotriz, sin embargo, esto se reduce a dos elementos esenciales. Sólo revisamos el cilindraje del motor y dos factores que se derivan del mismo: potencia medida en caballos de fuerza y la desconocida capacidad de torsión medida en libras-pie de manera general.
Esto puede obedecer a una idea general de si el vehículo "jala o no jala", o bien, para tener una idea probablemente equivocada si un auto es mejor que otro. Si hacemos un ejercicio de reflexión, más de uno se habrá encontrado con la conclusión de que un auto no es tan bueno como otro sólo por el hecho de tener menos caballos de fuerza.
El torque y la potencia de los motores se producen desde el momento en el que se gira la llave y se presiona el acelerador. El aire y el combustible encendidos en las cámaras de combustión hacen que el cigüeñal, la transmisión y los ejes motrices funcionen y den lugar al milagro de la conversión de energía: la energía potencial contenida en un tanque de gasolina ha cambiado de manera importante cómo entendemos el desempeño de un auto.
Para comprenderlo mejor, pongamos un ejemplo sencillo situándonos en un juego de beisbol: el torque es el equivalente al cátcher, y la potencia es el pitcher. Ambos son necesarios para jugar, pero las responsabilidades del lanzador, que determinan la velocidad y el camino de cada pelota.