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Día del voto

Opinión - Jaque Mate

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SERGIO SARMIENTO

Quienes buscan presionar a los votantes necesitan el temor de los ciudadanos. El elector que no se deja intimidar no puede ser obligado a votar por nadie en quien no crea.

Llegó el momento de acudir a las urnas. Este primero de julio los mexicanos participaremos en las elecciones de mayor tamaño en la historia de nuestro país. Cuatro candidatos están buscando la Presidencia de la República, pero miles más han hecho campaña para obtener escaños en la Cámara de Diputados, el Senado y las legislaturas locales, o para ocupar la titularidad de gobiernos estatales, alcaldías y cabildos a lo largo y lo ancho del país.

Cuando empezó el proceso electoral en septiembre del 2017, se pronosticó que las elecciones del 2018 serían no sólo las más grandes sino también las más cerradas de la historia. Al menos así lo sugerían las encuestas de ese momento, mostraban una diferencia pequeña entre los principales precandidatos. La campaña ha cambiado el panorama. No parece hoy que estos comicios se vayan a decidir por un margen tan estrecho como los de 2006.

Si bien la población mexicana sigue teniendo desconfianza del sistema electoral, los especialistas internacionales coinciden en que es sólido. Esto no significa que no haya irregularidades, sobre todo por los intentos de algunos políticos de comprar votos o de presionar a los electores, mas estos fenómenos se registran en todo el mundo. La diferencia estriba en que el sistema mexicano tiene múltiples salvaguardas. Destacan las credenciales de elector con fotografías, las listas de votantes también con fotografía, el uso de tinta indeleble y el hecho de que los votos son contados no por políticos o funcionarios sino por ciudadanos en casillas con la presencia de representantes de todos los partidos.

Tenemos una contienda con propuestas económicas y políticas muy distintas. Si bien los spots de 30 segundos de radio y televisión son una de las partes más cuestionables del sistema, los ciudadanos hemos tenido oportunidad de conocer a fondo las propuestas gracias a una buena cobertura de las campañas por parte de los medios de comunicación y a tres debates transmitidos a nivel nacional.

Las visiones de país que proponen los candidatos son contrastantes y en este sentido la elección ofrece un amplio abanico de opciones. La votación del primero de julio es importante porque puede definir el rumbo del país no sólo por un sexenio sino durante mucho tiempo más.

Al final, a pesar de las presiones, que ciertamente existen, el votante se encuentra solo en la casilla electoral y puede tomar su decisión en libertad. Es importante que tenga el valor de hacerlo. Quienes buscan presionar a los votantes necesitan el temor de los ciudadanos. El elector que no se deja intimidar no puede ser obligado a votar por nadie en quien no crea.

El sufragio es libre y se cuenta de forma adecuada. Mucho ha cambiado el país desde que en 1976 el priista José López Portillo fue electo con el 100 por ciento de los votos. El sistema también ha cambiado de manera radical desde 1988, cuando los resultados fueron manipulados. Hoy es virtualmente imposible cometer un fraude.

El voto vale. Esto hace más importante que nunca acudir a las urnas y marcar en la boleta al candidato o partido que uno quiera. El voto no sólo vale, también importa. Las políticas públicas pueden cambiar de manera significativa el futuro del país. En las urnas los ciudadanos estaremos realmente influyendo sobre el tipo de nación en que viviremos en el futuro.

Twitter: @SergioSarmiento

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