Una artista de la región que se autoproclama “Hurtista” suele preguntarse y preguntarnos ¿Qué es el arte?
Lo cual deriva en pláticas que dejan a más de uno con la duda. Si bien no es una pregunta nueva ni original existen tratados filosóficos y conversaciones bohemias que tratan de darle sentido a lo que creemos entender por arte.
Ya que cada uno de nosotros entendemos algo particular sobre ello, tenemos ideas sobre su funcionalidad desarrollo y su utilidad. Quizá no segmentadas pero pueden traducirse de frases o palabras como “Expresar emociones con el arte” “Catarsis” además que a final de cuentas cada autor vierte un poco de si en cada pieza, y volvemos a la pregunta sobre quien puede ser capaz de comprender la totalidad del significado del arte en la vida del ser humano.
Es posible hacer resúmenes antropológicos y postulados sobre su función como un cohesionador en las primeras formas sociales del ser humano, donde el hecho de compartir historias –signos y símbolos- en común eran parte necesaria para la supervivencia, pero paso el tiempo y el trabajo creativo se tornó más en solitario, si decimos la palabra artista la primer imagen que vemos en nuestra mente es la de un pintor sentado en su estudio solitario concentrado en su trabajo.
De ahí parte un punto crucial en la discusión sobre lo que es el arte. Pero discutir tal cuestión quizá nos lleve únicamente a tener un concepto, una idea. Sin embargo, existe algo que trasciende ello se trata del valor que el autor le da a su obra ¿Para qué le servía pintar a Van Gogh sus girasoles o sus cipreses libres que veía tras los barrotes de su claustro medico? Quizá el mejor ejemplo es precisamente él, porque en las cartas que le enviaba a su hermano menor Theo, le explicaba –entre exigencias de material y uno que otro reclamo- el significado de llenar de amarillo sus cuadros y como lo fue en algún momento llenar de vitalidad amarilla su casa.
La forma que él conocía de sobrellevar sus crisis era transformarlas en imágenes llenas de movimiento sobre lienzos que reflejaban su ser. Ese deseo creativo proyectado de todo aquello que no se sabe cómo abordar llegarle por un medio que no represente ansiedad.
Quizá por eso el común de las personas asocian al genio creativo con alguien que presenta problemas mentales o emocionales, lo cual no necesariamente resta que otros que no son artistas no los padezcan. Esta eterna discusión tiene argumentos que van en ambas direcciones, los que abogan que el arte ayuda a “sanar” aspectos que no son entendidos en sus totalidad lo entienden como un camino hacia la salud mental, otros artistas se niegan a la asesoría terapéutica por temor a perder esa creatividad que emplean en su obra. Y si nos ponemos a analizar cada una de estas situaciones, nos damos cuenta de que la raíz de muchos de estos pensamientos es un prejuicio compartido.
Los arte-terapeutas tienen claro que el arte no se interpreta desde ámbito clínico, solamente el autor sabe que significa y ese significado se respeta. Este tipo de información es necesario divulgar para que el valor del prejuicio baje y poder tener un panorama donde las artes son necesarias para el desarrollo normal del ser humano, somos capaces de ello y las artes y humanidades son parte de nuestro ser completo.