Hace no mucho en una mesa de diálogo, sobre fotografía en movimiento José Jiménez Ortiz -artista conceptual Lagunero- abordó las formas en que la fotografía, tanto fija como en movimiento se han convertido por sí mismas en un fenómeno de estudio, después de un breve recorrido histórico de las formas en que casi alquímicamente se convertía la luz en imagen y de cómo aquellos que poseían dicho conocimiento estaban cubiertos por el halo místico o divino de la inspiración, que poseen los que conjuntan la química, la tecnología y la sensibilidad artística.
Pero con el devenir histórico también llegaron nuevas formas de hacer fotografía, y así como en la época del impresionismo los tubos de pintura fueron el hito que marcó una manera nueva de hacer arte, la accesibilidad a equipos profesionales y semiprofesionales puso literalmente, en manos de casi todos la posibilidad de realizar tomas de prácticamente cualquier cosa.
Esta euforia por la fotografía se traduce en un auge de producción generada por la espontaneidad o una experimentación que va a ciegas. Ejemplos se encuentran por miles en apps o redes sociales.
Dicha situación lleva a cuestionamientos que derivan de la fórmula básica ¿Quién es artista? Pregunta vaga, sí. Pero de ahí surgen criterios para considerar una obra en este caso foto, como arte. Si bien, no existe una receta para decidir esto, es posible darse cuenta del proceso metodológico que se lleva a cabo para finalizar con una obra que perceptualmente tenga una narrativa o una composición más allá de un juego derivado de la espontaneidad.
Con esto no pretendo fomentar el extremo debate que se da comúnmente en el arte, más bien trato de exaltar la afirmación -el arte por el medio no es el único camino, ya que éste no resuelve el dominio técnico- aunado a que el arte contemporáneo es cuestionado por parecer carente de la tan aclamada técnica, puede resultar sencillo caer en el prejuicio y lo más eficaz para contrarrestarlo es la información, naturalmente implica una participación activa del espectador.
Pero, ¿Qué hay detrás de una fotografía que resulta de un proceso metodológico y artístico previo? Así como en la pintura se crean bocetos, conceptos claros de que se quiere hacer con la imagen y que representa, del mismo modo con la composición, aproximaciones teóricas, lenguaje, la metodología de trabajo y la estética deseada, el quehacer previo consiste en un aproximado del 80% de la idea resuelta teniendo congruencia entre lo que se está buscando con lo que se obtiene, es necesario apuntar que si bien ocurren accidentes e imprevistos, ya sea en la locación o de alguna otra naturaleza aun así se encuentran dentro de un margen que no ponga en riesgo el proyecto previsto.
El proceso del cual hablo tiene mucho que ver con el empleado en las ciencias sociales, quizá por ello de ahí toma sus grades temas, problemáticas que implican al ser humano plasmadas en una imagen. Y ¿si una sola imagen no es capaz de mostrar una realidad social compleja? Series, videos únicos o a varios canales, las opciones son muchas.
Todas ellas propiciadas por los avances en la tecnología y empleadas de modo eficaz pueden ser alternativas de innovación y recreación del arte en las imágenes desde su concepción hasta la posproducción.
Aunque la democratización de dispositivos que hacen posible el trabajo en fotografía, es de destacar que -como en cualquier disciplina- dominar el arte requiere práctica y constancia, lo que invita tanto a autores como espectadores a generar una dinámica en torno a la obra en el cual esté comprometido el sustento conceptual y el interés de indagar y generar experiencias estéticas, empleando herramientas disponibles gracias al avance tecnológico.
