En el segundo debate entre candidatos a la presidencia, el abanderado del PRI, José Antonio Meade, acusó de ser una secuestradora a Nestora Salgado, candidata plurinominal al senado por la coalición Juntos Haremos Historia. Como muchas voces han señalado desde entonces, Salgado ha sido declarada inocente por múltiples instancias. No obstante, Meade insiste en señalar a la candidata como criminal. Considero a Meade un hombre inteligente y por eso me preocupa mucho su empecinamiento, pues sólo puede deberse a una de dos causas: o no le importa difamar a una mujer con tal de ganar votos, o abriga profundos prejuicios de clase.
El asunto es complejo y para comprenderlo es necesario saber en primer término qué es la Policía Comunitaria, pues los cargos que en su momento se imputaron a Nestora tenían que ver con sus actividades cuando era líder de la Policía Comunitaria de Olinalá, en Guerrero. Como todos sabemos, aquel estado del sur vive una terrible situación de inseguridad. Como solía decir Federico Campbell, allá el Estado no está. Brilla por su ausencia. Por ello, amparados por el derecho de las comunidades indígenas a regirse por usos y costumbres, los vecinos se han organizado para vigilar y defender con sus propios medios sus pueblos y colonias. Se trata, repito, de un derecho que les reconoce la Ley de Reconocimiento, Derechos y Cultura de los Pueblos y Comunidades Indígenas del estado de Guerrero.
El modelo de policía comunitaria nació el 15 de octubre de 1995, cuando los representantes de 28 poblados de Guerrero fundaron la Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias y la Policía Comunitaria (CRAC-PC). Era una medida desesperada frente a la imparable inseguridad en las zonas no urbanas. Armados con sus propios medios, algunas veces sólo con machetes y rifles de palo, los pobladores de las comunidades decidieron cuidarse entre sí y cuidar a sus familias. La policía comunitaria también tiene facultades para detener a presuntos criminales cuando haya denuncias, y puede llevarlos a juicio frente a una Asamblea Comunitaria. Es precisamente eso lo que hacía Nestora cuando la acusaron de secuestro.
Un aspecto importante de la policía comunitaria es el castigo que imponen a quienes violan la ley. Ellos le llaman "reeducación", y consiste en poner a los infractores a hacer trabajo comunitario. El tipo de tarea es determinado por las autoridades de la colonia en función de la gravedad de la falta. Buena parte de los grupos que pertenecen a la Policía Comunitaria de Guerrero lo aplican, entre ellos la policía comunitaria de Olinalá, aquella que fue liderada por Nestora.
La pregunta surge entonces: ¿por qué fue arrestada? Porque en algunos casos existe un doble discurso de las autoridades respecto a los líderes de la policía comunitaria: por un lado se les apoya (se les dan uniformes y se agendan reuniones entre altos funcionarios y dirigentes) y por otro se emiten órdenes de aprehensión en su contra. Acaso quien mejor ha explicado esta ambiguedad ha sido Carlos Montemayor, quien en su prólogo a su libro Chiapas, la rebelión indígena de México, recuerda que en otoño de 1988, coincidió en una comida con un militar británico de alto rango. En algún momento de la conversación, alguien le preguntó a Montemayor qué estaba escribiendo y el novelista dijo que estaba terminando entonces Guerra en El Paraíso, su novela sin ficción que recrea la lucha de Lucio Cabañas en la sierra de Guerrero. "Ah, era terrorista", dijo entonces el militar en señal de haber comprendido.
Montemayor le respondió que no. Pero el militar insistía, argumentando que todo aquel que toma un arma es un terrorista. Cito textual la reflexión que el pasaje despertó en el escritor chihuahuense: "Me parecía evidente que la lucha había sido provocada por las autoridades del estado y por la represión política. Los guerrilleros se desplazaban a lo largo de pueblos que los apoyaban con alimentos, información, pertrechos o solamente con el silencio, porque los pueblos asumieron esa lucha como suya. Con la palabra 'terrorista' el militar británico vaciaba de sentido esa lucha (…) Al levantarnos de la mesa, muchas cosas me impedían entender los profundos prejuicios que sobre la paz social tenía ese militar. Quizás él miraba el mundo desde los ojos de un imperio existente o ya desaparecido, eso no importaba, y por ello consideraba terroristas a los que en países latinoamericanos yo veía como luchadores por la justicia o la libertad".
Uno de los primeros pasos que el Estado debe dar para garantizar la seguridad de los mexicanos es reconocer que hay muchas zonas del país en donde la ley es letra muerta. El crimen de Nestora, como el de muchos otros mexicanos, fue hacer algo para remediar el abandono de las autoridades hacia su comunidad. Criminalizarlos no contribuye a pacificar el país, pues va en sentido contrario. Por cierto, cabe recordar que tanto la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) como el Grupo de Trabajo sobre la Detención Arbitraria de la ONU se han pronunciado en favor de Nestora, pues la primera determinó que su detención fue ilegal y arbitraria, mientras el segundo emitió una serie de medidas cautelares en las que ordenó a las autoridades de México proteger la vida e integridad de Salgado.