El temor a envejecer

Cada mañana, después de levantarse, se presta para el ritual del que ha estado presa hace varios meses; verse al espejo con mayor atención y considerar cómo su piel se ha ido transformando. Nota cada vez y con mayor facilidad, cómo es ahora la textura de su piel, cada nueva arruga que aparece o, las nuevas formas que toman las que ya habían aparecido, parece que cada día emerge un nuevo cabello blanco en su cabeza...

Así son las mañanas de Rosa. Una mujer de un poco más de cuarenta años, quien cada día ve con asombro que su vida va rumbo al envejecimiento y junto con esa percepción, aparecen pensamientos asociados con lo que podría llegar a ser su vejez.

Rosa considera que envejecer trae consigo la posibilidad de soportar una grave enfermedad, depender de otros en uno o varios aspectos de la vida o, sencillamente, no poder realizar lo que siempre ha hecho.

En el proceso de la vida nacemos, crecemos, vamos adquiriendo experiencia y conocimientos y, a la misma vez, nuestro cuerpo va sufriendo una serie de modificaciones morfológicas y fisiológicas que nos lleva hasta el periodo de la vejez.

En una sociedad como la nuestra, en la que todo tiene fecha de caducidad, siempre vamos acompañados de un íntimo miedo a envejecer, a dejar de ser válido, a ya no ser el mismo…

Infancia, adolescencia, juventud, adultez, vejez... todas son etapas, lo que pasa es que las estigmatizamos han generado que tengamos miedo al llegar a cada una de ellas, y como la vejez es la última, pues a esa le tenemos pánico, porque se sabe que el final se aproxima.

Aunque todos pasemos por las mismas etapas vitales, somos diferentes unos de otros. De esta manera, viviremos cada etapa de una forma particular, tanto en relaciones sociales como en el estado físico. De nada nos sirve compararnos con los demás. Vivir cada etapa de una forma u otra depende en gran parte de nosotros, de nuestra actitud.

“Lo único que permanece es el cambio”, decía el filósofo griego Heráclito. Nuestro entorno está en constante transformación, y con él nosotros.

¡Tranquilo!

La doctora Renata del Rocío Ávila Beltrán explicó que el envejecimiento está asociado a diversas experiencias que conllevan pérdida, por ejemplo, de las capacidades físicas o mentales, las habilidades, la salud, la fuerza, la belleza, los seres queridos, la función sexual y la vida misma.

“Hay personas que tienen miedo al envejecimiento como preámbulo a la muerte. El miedo real es a morir y el envejecimiento les anuncia que la muerte está más cerca que antes”, dijo la doctora.

Estos estereotipos, han dado lugar a la aparición de miedos e inseguridades en algunas personas. Incluso algunas de ellas desarrollan una verdadera fobia a envejecer y se vive atemorizado por el deterioro que sufren debido al paso de los años, lo que se ha llamado gerascofobia.

La gerascofobia suele empezar a desarrollarse a los treinta años, cuando empiezan a aparecer algunas señales del paso del tiempo; puede llegar, en determinados casos, a producir cierta ansiedad.

La vejez se asocia a aspectos negativos como las enfermedades, la pérdida de movilidad, el cambio de apariencia y las arrugas en la cara; en general el empeoramiento del estado de salud.

En contraposición, aparecen los estereotipos negativos que se han desarrollado hacia la vejez, relacionándola con deterioro físico, enfermedad, soledad, tristeza… ocultando todos los aspectos positivos que tiene llegar a esta etapa de la vida.

Las causas de esta fobia, según la doctora, son principalmente de tipo existencial. Kierkegaard, quien es considerado el padre de la filosofía existencial, consideraba la angustia como un fenómeno normal de la vida, es más, proponía que era un fenómeno necesario para los humanos, un fenómeno que moviliza al ser para la acción.

Pero ¿a quién no le preocupa, en alguna medida, envejecer? Muchas mujeres y cada vez más hombres combaten con tenacidad los signos de la edad como arrugas, manchas en la piel, canas, flacidez… Pero no solamente por el deseo de estar en forma, sino también por una necesidad de que no se note que nos hacemos mayores.

Cada año aumentan el número de operaciones estéticas, sobre todo, de mujeres con edades comprendidas entre 40 y 54 años. Asimismo, los ‘retoques’ estéticos son cada vez más habituales entre los hombres, según estudios realizados por la Organización Mundial de la Salud (OMS).

Vivimos en una sociedad que impone unos estereotipos ligados a la imagen de juventud y donde los cánones de belleza están sobrevalorados. Muchas personas, y en mayor medida las mujeres, detestan que se sepa su edad. Cuando esta ocultación se convierte en enfermiza, algunos de los síntomas de gerascofobia son la obsesión por las operaciones estéticas, el uso de ropa juvenil muy discordante hasta caer en lo ridículo, los comportamientos infantiles inapropiados y el uso excesivo de cremas bronceadoras, tintes para el cabello, extensiones o prótesis capilares.

La presión social a veces es muy intensa en ciertos círculos, donde se juzga a las personas en mucha mayor medida por su aspecto físico que por su capacidad. Esta obsesión por estar joven y perfecto nos puede llevar a tratar de detener el proceso vital gastándonos enormes cantidades de dinero en tratamientos de todo tipo, no siempre avalados por estudios científicos e incluso que pueden causar serios riesgos para nuestra salud.

La doctora Ávila Beltrán explicó que las personas con gerascofobia pueden ser conscientes de que sus inquietudes son irracionales, pero aún carecen de la capacidad para superarlos. La terapia es el método más común de abordar el problema.

Esto puede incluir la conducta, la exposición, o la terapia cognitivo-conductual. La psicoterapia también puede ser utilizado para tratar la condición. Algunos pacientes también pueden tomar medicamentos para controlar la ansiedad causada por la fobia.