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REVOLUCIÓN RUSA DE LAS MMA

WENDY ARELLANO

¿Qué similitud puede haber entre un peleador ruso de MMA y la única mujer candidata a la presidencia de Rusia en las elecciones del 2018?

Ostentar un cinturón o un cargo público tiene sus riesgos, sobretodo si perteneces a la clase media o cometes el pecado de ser mujer. Ambas condiciones son peligrosas en un sistema político sometido a una oligarquía, efecto colateral del régimen comunista, herencia que produjo normas e inercias que aún perduran.

Una víctima de ese sistema se refugió en el cuerpo de un peleador de 155 libras. Aceptó demostrar de lo que está hecho ante un público inmutable, una prensa insaciable y un mediador altamente permisivo que al mismo tiempo preside la liga de Artes Marciales Mixtas más importante del mundo: UFC. La intervención del mediador se inclinaba a favor de su mejor producto: Conor McGregor. La frustración del peleador ruso Khabib Nurmagomedov se fue acumulando, cual alud que crece vehemente. La conclusión de esa avalancha fue sólo el cúmulo del patológico beneplácito concedido a McGregor.

Khabib decidió salir de la jaula (y no se trata de una metáfora), arremetió contra el equipo de Conor después de haber derrotado al polémico irlandés. Su reacción fue altamente criticada en un inicio, sin embargo, hubo doble rasero: la reprobación hacia el comportamiento de Conor fue nula cuando amenazó y atacó a Khabib. No sólo eso, se burló de su religión y su familia.

Nadie censuró al inapropiado peleador.

Algo similar ocurrió en diciembre del 2018 cuando Ksenia Sobchak, presentadora de televisión, decidió contender no sólo contra el régimen de Vladimir Putin, sino "contra todos" los presidenciales rusos. La única mujer contra un sistema todopoderoso. ¡Vaya función!

La también periodista y presentadora fue altamente insultada por el candidato nacionalista Vladímir Zhirinovski. En pleno debate televisivo el rival la llamó prostituta, basura y tonta. El moderador no atinó a controlar la situación. La respuesta de Ksenia fue lanzarle un vaso de agua a Zhirinovshi.

La candidata fue juzgada por su reacción; los tabloides aseguraban que había dado muestra de un "temperamento cultivado dentro del mundo del espectáculo". Nadie le pidió a Vladímir disculparse por afrentarla públicamente.

De la Rusia comunista no es fácil mencionar a una mujer que haya destacado por algún tipo de acción política, éste es un claro ejemplo de cómo circunstancias históricas aún perduran y tienen efecto sobre la conducta de sus ciudadanos, sin distinción de género, sean deportistas o candidatos. Nadie está exento. Una inercia histórica heredada cuyo resultado sólo puede tener dos desenlaces; integrarse o resistirse al sistema represivo.

Hay procesos coyunturales que infieren en la conducta y que a su vez son detonantes de cambio. De ahí surgen personas que por su clase o posición política no tienen permitido opinar y sin embargo se convierten, por ejemplo, en la primera mujer opositora que denunció la erosión de la democracia en su país y compitió contra una oligarquía falogocéntrica, o bien en el primer peleador ruso en ser campeón de la mejor liga de Artes Marciales Mixtas en el mundo, además de conservar su invicto tras 27 peleas.

A menudo, factores sociales, culturales y políticos pueden determinar el rumbo de las cosas y de las vidas, pero las revoluciones o procesos de cambio llegan a presentarse cuando alguien se decide a desafiar al máximo exponente del poder establecido, sea este un gobernante ruso o un peleador irlandés.

El combate Nurmagomedov contra McGregor fue más que una pelea, fue la contienda deportiva con mayor carga emocional, e incluso política, en la historia de las MMA.

wendy_arellano@hotmail.com

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