La conformación de un denominado "Consejo Asesor Empresarial" de quien en unas horas asumirá como presidente constitucional de México, Andrés Manuel López Obrador, generó reacciones variopintas en la opinión pública, desde quienes lo consideraron un signo de apertura y búsqueda de espacios de diálogo para la unidad, pasando por un ejercicio de contención ante la desconfianza generada por decisiones recientes de impacto directo en las finanzas e inversiones; hasta quienes leyeron en tal iniciativa una suerte de punto final al discurso beligerante que por largos periodos caracterizó a la campaña electoral.
La integración definitiva de dicho Consejo está supeditada, sin embargo, a lo que resulte de la consulta que se realizaría en marzo próximo junto a las preguntas por la Guardia Nacional y la investigación por corrupción a los últimos cinco titulares del Ejecutivo federal.
En esta ocasión, ha sido sui generis por llamarlo de alguna manera, el largo periodo de la elección a la toma de posesión. La consulta y posterior anuncio de cancelación del NAIM; la noticia respecto a la conformación de una Guardia Nacional a cargo de un dirigente militar; o la iniciativa en el Senado a propósito de una nueva regulación de las comisiones bancarias, por mencionar algunas acciones impulsadas por el próximo gobierno y la nueva Cámara alta, tuvieron impactos inmediatos en indicadores que, de entrada, están altamente influidos por la percepción tanto del ámbito financiero como de organizaciones civiles.
Más allá de la valoración específica de alguna acción en particular, en estos meses ha habidos suficientes avisos de que estamos ante un escenario distinto sí, pero aún no suficientemente delineado como para tener una comprensión profunda del significado que tendrá la denominada Cuarta Transformación.
El escenario, aún con impactos ya claros, tiene más intenciones que claridad. De ahí que constituir un Consejo asesor de empresarios para el presidente de la República da lugar, en efecto, a múltiples lecturas. En principio me parece positivo y bienvenido el ejercicio. En relación con este tema propongo reflexionar en un aspecto implícito al anuncio: el reconocimiento a la relevancia del empresariado como actor fundamental para la estabilidad del país, pero también para el proyecto de transformación ampliamente anunciado y del que aún esperamos su contenido desde una perspectiva de política pública en el marco de un plan de gobierno, pero que, hasta donde se ha dicho, se propone como uno de mayor crecimiento económico y bienestar general.
En este contexto, y más allá de un valioso ejercicio de asesoría, visualizo en lo inmediato tres condiciones necesarias para que las empresas instaladas y las que en un futuro vieran a México como socio estratégico en sus planes de inversión sirvan de apoyo, principal y fundamentalmente, al crecimiento con desarrollo sostenible para el país.
La primera condición es certidumbre. Lo relevante en un cambio en el modo de hacer las cosas no es el cambio en sí mismo, sino que este sea consistente, transparente y sujeto a instituciones. Eso da a los diversos actores puntos de referencia para sus decisiones. Desde luego que participar en un mercado conlleva riesgos, pero estos no deben ser propiciados por debilidad o ausencia institucional. Las reglas deben ser claras para que los jugadores participen con certidumbre respecto a los básicos estructurales y jurídicos.
La segunda condición es confianza. Ligada al punto anterior, esta condición no se da por decreto. Es una de las condiciones más difíciles de construir y mantener en el tiempo porque está sujeta a la razonabilidad de lo que se propone, al desempeño y a la obtención de resultados en función de lo planeado. La confianza mueve voluntades y eso en el mercado puede llamarse inversiones.
Una tercera condición es participación. Por eso considero positivo este acercamiento del empresariado desde un Consejo asesor. Pero el ejercicio me parece debe ser aún mayor en cuanto alcance. Las cámaras que aglutinan a los diversos sectores empresariales deberán jugar un papel de interlocución activo. Lo mismo tendrá que suceder con los organismos sindicales y de representación transversal que han conformado los empresarios en México.
Estas condiciones no tienen un orden de prelación. Se encuentran ligadas entre sí y son tarea en la que cada parte involucrada tendrá algo que aportar. Las expectativas generadas, lo inédito de ellas y los mensajes enviados en este periodo no dan claridad sustancial respecto a lo que viene, pero sí son indicios para considerar. Sea lo que venga, no habrá crecimiento sostenible sin certidumbre, participación y confianza.
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