El pasado primero de julio se difundieron imágenes del presidente electo Andrés Manuel López Obrador celebrando su triunfo en el Zócalo de la Ciudad de México junto a su esposa y su hijo Jesús Ernesto, quien tiene once años de edad. Inmediatamente después empezaron a circular en las redes sociales expresiones discriminatorias junto a la imagen de Jesús Ernesto haciendo referencia a su aspecto. Días después, la Red por los Derechos de la Infancia en México (REDIM) emitió un comunicado condenando las expresiones discriminatorias y exhortando a la ciudadanía a abstenerse de reenviar las imágenes y que reportaran a las redes sociales que promovieran la discriminación usando el hashtag #conlosniñosNO.
Según Rodríguez Cepeda, la discriminación en México es un fenómeno de profunda raíz, y como proceso social ha estado presente desde el origen mismo de la nación; consiste en el trato que se le da al otro como ser inferior por razón de alguna característica o atributo que no resulta agradable. En el caso de Jesús Ernesto fue el tono de la piel y el aspecto del cabello lo que no agradó a los agresores.
Es cierto que vivir en sociedad implica lidiar con las diferencias de los demás y que no necesariamente nos deba gustar el aspecto de los otros; incluso que expresarlo pueda considerarse como el ejercicio de un derecho, aún y cuando pueda ser percibido como grosero o moralmente reprochable. Sin embargo, la expresión discriminatoria le incumbe a lo jurídico cuando incita o estimula acciones contra los derechos fundamentales de otras personas, en este caso el de Jesús Ernesto a no ser violentado o humillado públicamente por su aspecto; la situación se torna aún más grave por tratarse de un menor cuyos derechos están especialmente protegidos por nuestra Constitución y las normas internacionales.
Según los resultados de la Encuesta Nacional de Discriminación (ENADIS 2018) y los del módulo sobre movilidad social del INEGI, los casos de discriminación han ido en aumento y el color de la piel está relacionado con la dificultad para tener movilidad social. Académicos de la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) concluyen que en la sociedad mexicana prevalece una asociación de lo europeo con rasgos positivos y lo africano o indígena con negativos, los cuales derivan en prácticas racistas. Existe una relación complicada entre raza y clase que no se ha entendido.
Curiosamente, esta jornada electoral ha puesto de manifiesto esta polarización clasista donde se asocia el aspecto de las personas con su aptitud para desenvolverse en la vida pública. Como sociedad nos urge acabar con estas prácticas que nos dividen. El Estado debe trabajar en la implementación de políticas públicas que permitan hacer materialmente posible nuestro derecho a la igualdad y los gobernados a iniciar un proceso de reflexión para visibilizarlo.