Son muchas las tareas pendientes para que gran parte del género humano deje de estar en situación de vulnerabilidad, lamentablemente esto sucede frente a su misma especie, y los afectados son principalmente mujeres y niños. Gran parte de esas cuestiones se dan en el ámbito del trabajo, donde las mujeres, además de que ganan menos y tienen menos posibilidades de promoción, lo que podríamos denominar como violencia estructural, también sufren con comentarios y actitudes sexistas por parte de sus compañeros varones. El acoso laboral y el acoso sexual estarían en lo más alto de una escala que admite muchos grados intermedios de violencia, según lo afirma el periodista español especializado en temas de responsabilidad social y sostenibilidad, Santiago Lozano.
La violencia laboral está constituida por incidentes en los que el personal sufre abusos, amenazas o ataques en circunstancias relacionadas con su trabajo, que pongan en peligro -directa o indirectamente- su seguridad, su bienestar o su salud. Según un reciente informe de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), en el análisis de las tendencias globales señala que los brotes de violencia que se producen en los lugares de trabajo de todo el mundo permiten concluir que este problema rebasa en efecto las fronteras de los países, los ámbitos de trabajo o cualesquiera categorías profesionales.
Ante estas nuevas tendencias organizacionales en el mundo y en México, las empresas han puesto atención a indicadores como el de la calidad de vida de sus colaboradores, que se muestra cuando la empresa crea internamente un ambiente de trabajo favorable, estimulante, seguro, creativo, no discriminatorio y/o participativo en el que todos sus miembros interactúan bajo bases justas de integridad y respeto que propician su desarrollo humano y profesional contribuyendo a que alcancen una mejor calidad de vida. A través de eso recibe beneficios como: la eficiencia y la responsabilidad individual y colectiva; un balance de vida personal y laboral; el impacto positivo en la productividad, relaciones obrero-patronales y la percepción de la empresa como altamente humana y socialmente responsable.
Las empresas hoy en día se enfocan cada vez más en alinear su intervención social con el objetivo de su negocio, y ésta también debe ser parte de la estrategia de las organizaciones, con el fin de que esté reflejada en la Visión y se produzcan múltiples beneficios tangibles e intangibles, tanto para la empresa que la realiza como para sus diferentes grupos de interés. En los últimos años del siglo XXI, con el fenómeno de la globalización, surgieron cambios y nuevas estrategias en las empresas y los mercados para competir a nivel internacional, emerge también un nuevo paradigma que busca medir la sustentabilidad económica, social y ecológica, la nueva gestión de hacer negocio a través de la Responsabilidad Social Empresarial (RSE), que ha propiciado, entre otras, estrategias empresariales para mejorar la calidad de vida de las personas con quienes se relaciona la organización y a buscar formas de disminuir las situaciones de vulnerabilidad que se presentan en la vida laboral.
Así pues, a mayores exigencias en materia de desarrollo sostenible por parte de una organización, al implementar prácticas de RSE, se tiene un efecto positivo sobre su productividad, ya que existe una correlación positiva entre la interacción social de las organizaciones y su interacción financiera, es decir, implementar prácticas de RSE, conduce a mejorar las condiciones de trabajo que garanticen la dignidad, la integridad física, psicológica y social, además de prevenir y sancionar todo acto de violencia laboral, y fomentar comportamientos basados en la justicia, la tolerancia y el respeto como parte de la estrategia y cultura de la organización.
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