Foto: Archivo Siglo Nuevo
El retraso madurativo se va acumulando. Cuando los otros infantes ya caminan, el afectado apenas empieza a dar sus primeros pasos. Muestra dificultades para integrarse con los niños de su generación y para reconocer objetos o fotos de personas cercanas.
Diagnosticar a un niño con “retraso madurativo” (RM) es más frecuente de lo que parece. Como su nombre lo indica, hace referencia a un fenómeno vinculado al desarrollo del menor, consiste en no llegar a tiempo a escalas de la vida que deberían alcanzarse sin problema.
El menor con RM se comporta y tiene características distintas a las de la mayoría de los pequeños de su misma edad. Expertos indican que, como afecta a los recién llegados en sus primeras etapas, suele pasar desapercibido. Es hasta dos o tres años después de las manifestaciones iniciales cuando los padres se percatan de que su hijo no es capaz de hacer las mismas cosas que otros chicos.
El desarrollo de un individuo va ligado a la maduración del sistema nervioso.
Las señales de que las cosas no marchan al ritmo que debieran se presentan en los ámbitos de la psicomotricidad y el lenguaje; la familia debe estar atenta a un progreso lento en materia cognitiva o en la interacción social.
¿Cómo darse cuenta? Observando. El niño con RM no se desempeña como debiera. La dilación puede ser de uno o dos años cuando mucho. Suele corregirse durante los primeros tres o cuatro años de vida, poner manos a la obra ayuda a acortar plazos.
MANUAL
Si el niño empieza a gatear después de 12 meses o incluso más tarde, cuando ya otros infantes están aprendiendo a caminar; si tarda un año o más en comenzar a balbucear sus primeras palabras, hay razones para consultar a un especialista.
Otros indicios son no mostrar interés por las cosas de su interés o por señalar los juguetes preferidos, no reaccionar cuando le llaman por su nombre, no reconocer la voz de los padres, ni poder imitar acciones, sonidos o ritmos aunque sean muy sencillos.
El retraso madurativo se va acumulando. Cuando los otros infantes ya caminan, el afectado apenas empieza a dar sus primeros pasos. Muestra dificultades para integrarse con los niños de su generación y para reconocer objetos o fotos de personas cercanas.
Foto: Archivo Siglo Nuevo
Los juegos imaginarios no le atraen porque su imaginación no se ha desenvuelto. Pierde rápidamente la concentración, es demasiado para su capacidad enfocarse en una actividad específica durante más de 10 minutos.
La clave para salir de este cuadro es la estimulación, entendida como emprender actividades de manera sistemática para activar la sinapsis y acelerar la adquisición de habilidades que, de otro modo, van a tardar en llegar o quizá no arriben nunca.
Lo ideal es diseñar un plan con tareas precisas y concretas. La continuidad y la constancia son determinantes.
CAUSAS Y ESCUELA
Las causas del RM se encuentran en factores como un parto prematuro, un bajo peso al nacer y una crianza inadecuada (cuestiones como la sobreprotección o un alto nivel de descuido). Si a eso se agrega un entorno familiar que no le proporciona estímulos para el desarrollo de diferentes áreas (control de esfínteres o ganar autonomía, por ejemplo) el retraso puede incluso encubrir algo más grande.
En la comunidad científica consideran que influyen factores genéticos, infecciosos, hormonales o cuestiones como haber sufrido traumatismos. Hay casos en los que no se ha detectado ninguna causa probable.
Si no se hace algo al respecto, el infante lleva su retraso madurativo a la escuela, donde no suele reconocerse que los alumnos con ésta condición tienen necesidades educativas especiales. En otras palabras, no reciben ni el apoyo ni la estimulación adecuada en un periodo importante de su desarrollo.
El papel del centro educativo tiene un fuerte efecto: si se etiqueta al menor como un alumno con retraso escolar es probable que lejos de superar la alteración, los síntomas se acentúen.
TAREA FAMILIAR
Si los padres tienen la impresión de que algo relacionado con las varias facetas del desarrollo infantil de su vástago no va bien, es recomendable acudir a un especialista en busca de la evaluación pertinente y el diagnóstico respectivo. Una vez que se confirme la presencia de RM no hay como seguir los consejos médicos. Ayudar al menor a madurar correctamente es una tarea a hacer en familia. Acudir al especialista cada cierto tiempo para determinar el avance del menor ayudará a modificar o reforzar el tratamiento.
La estimulación generalizada durante la infancia contribuye a crear conexiones neuronales, de ese modo se adquieren y se acelera la puesta a punto de las habilidades.
Un tratamiento para este rezago se enfoca en potenciar el autocuidado, aspectos como el aseo personal, la alimentación y la autoestima. Si el niño comienza a construir progresos desde la aceptación de sus cualidades personales el camino es más sencillo.
Foto: Archivo Siglo Nuevo
Los progenitores harán bien si hablan con el hijo de forma constante, si lo invitan a producir sonidos y gestos, si se ponen a leerle cuentos. Con hacerle preguntas sencillas puede contribuirse a ir dotándolo con un vocabulario.
Para desarrollar su motricidad, nada como lanzarle una pelota y pedirle que la atrape con las dos manos o ponerlo a construir con cubos o darle lápices de colores para que dibuje figuras definidas sobre papel.
En el ámbito de las funciones cognitivas la recomendación es que la familia suministre al menor desafíos en la línea de “halla la salida de este laberinto” o bien un juego con figuras de pequeños como él y adultos como los padres a las que debe colocar accesorios de acuerdo con su edad y sexo. Otra actividad apropiada es la del memorama: hallar la figura idéntica.
Es indispensable que los padres tengan presente que un niño con retraso madurativo hace las tareas con un ritmo más lento. Forzarlo no ayuda, al contrario. El niño con RM necesita que respeten sus tiempos y características.
En cuanto a males asociados con este rezago, el retraso madurativo es un concepto que suele manejarse cuando todavía es pronto para confirmar o descartar otros padecimientos y se sospecha, por ejemplo, la posibilidad de un retraso mental.
Si no es el RM el responsable de los problemas, la cuestión se torna más preocupante. Trastornos más serios pueden extenderse hasta la juventud.

