Foto: Notimex/ Alejandra Rodríguez
La primera crónica cubana en la nueva era sin Fidel. El triunfo, en el 59, de la Revolución y el ascenso de Castro al poder cambiaron la vida de millones de cubanos, pero eso fue sólo el principio del complejo periplo de la isla durante el último medio siglo: un embargo cortesía de los Estados Unidos, la presencia patriarcal de la Unión Soviética, el Periodo Especial y una serie de acontecimientos políticos y sociales que culminaron en noviembre de 2016 con un giro definitivo de la historia: la muerte de Fidel. Los ojos del mundo estaban puestos en Cuba, expectantes de su destino ya sin el liderazgo (o el yugo) de una de las figuras más emblemáticas, odiada por unos e idolatrada por otros, de nuestro siglo.
En Cuba sin Fidel, Julio Patán realiza un viaje de descubrimiento doble: por una parte, la crónica de cómo vivió esos primeros meses de orfandad una población que se abría paso, poco a poco o en tropel, hacia una modernidad que se conocía a medias y se entendía casi nada; por otra, el análisis crítico y sin maquillaje de una realidad que el filtro del sentimiento revolucionario no siempre permite apreciar en su verdadera dimensión.
La gente solía decir que Cuba ofrecía un viaje por el tiempo, en parte por Fidel y su régimen. ¿Todo sigue igual?
Es un buen punto este que mencionas. Conocer eso antes de que cambie. Quienes afirmaban eso tenían una intuición válida, me parece a mí. La intuición de que quien determinó el carácter, la naturaleza, la realidad de Cuba, fue Fidel Castro. Eso es lo que sucede en gran medida en los países dictatoriales, en las tiranías, que es el termino que deberíamos usar cuando hablamos de Fidel Castro, un tirano. Era un dictador y dejo su huella profundamente marcada en todos los aspectos de la vida cubana.
Fidel era uno de esos hombres que casi no dormía, trabajaba todo el día y le gustaba meterse casi en todo. En lo grande y en lo pequeño. Determinar la política exterior cubana, pero también dirigir desde Cuba los movimientos de los militares cubanos en Angola, a la vez, por ejemplo, criar vacas para producir leche. Cocinar.
Rayaba en la egolatría superflua…
Era un hombre que sentía que su genio, su talento infinito, porque era un narcisista, tenía que extenderse a todos los aspectos de su vida, y creo que lo consiguió, porque dejó marcada a Cuba, y la dejó marcada para mucho mal, que ese es el tema. En cierto sentido el título de mi libro no es pertinente, porque sigue siendo la Cuba de Fidel, es decir, la huella de Castro sigue ahí. En el desastre de la economía que está destrozada; en el destrozo aún mayor que hizo con la industria, con el campo. Cuba era un país casi autosustentable alimentariamente, tenía una gran variedad de productos agrícolas y dejó de tenerlos porque se impuso el monocultivo de la caña, que luego fue un desastre en términos de ventas. Están los comités de la revolución que controlan cada calle, cada barrio, cada esquina, cada departamento; lo hacían antes y ahora quizás un poco menos, pero ahí siguen. Con un tremendo sistema policíaco que diseñó para controlar al pueblo cubano, ahí está Fidel todavía, entonces en cierto sentido, e irónicamente, ahora todavía podemos ir a la Cuba con Fidel.
Foto: Pedro Sánchez/Notimex
¿Es posible Una Cuba diferente sin los Castro, pero con el mismo sistema político?
En realidad estoy exagerando. También es cierto que la Cuba con Fidel no fue siempre la misma. Fidel tuvo muchas tendencias regresivas, pero a final de cuentas la realidad se le opuso en cierta medida, tuvo que abrirse a ciertas cuotas de libre mercado, a que los cubanos pudieran entrar a las mismas tiendas que los extranjeros como ya ocurre ahora, o a que los cubanos tuvieran una cuota de trabajos autónomos, no dependientes del estado, lo que en Cuba se llama el cuentapropismo. Raúl Castro acentuó muchas de esas reformas y metió algunas más. Aunque sean menores.
Lo que sí será una novedad es que tras el abandono del trono por parte de Raúl, estoy usando el termino conscientemente, por primera vez después del año 59 hay un mandamás sin el apellido Castro, no es poco. Vamos a ver qué tipo de régimen seguirá, si retardatario, anclado en el control de la economía centralizada y planificada, en la militarización de la sociedad, que lleve a Cuba a un desastre en el que ya ha estado, en el que ya está en cierta medida y en el que, por ejemplo, está Venezuela, con el desabasto, la pobreza la miseria, que también son propios de Cuba. O bien, si se convierte en un reformista, aunque no provoque que el país se convierta a una democracia, como tú y yo entendemos que es una democracia, a lo mejor convierte a Cuba en un estado tipo el chino o el vietnamita, donde hay una amplia cuota de libertad de mercado y una considerable represión social y política. Vamos a ver que sucede con Miguel Díaz-Canel.
¿Una especie de capitalismo exterior y comunismo interior?
El capitalismo se ha filtrado a países como China y Vietnam en el sentido de que hay millonarios, empresas, sueldos, los productos regulan su precio por la oferta y la demanda, etcétera. Pero sí, en términos generales es como lo dices, puede ser el camino de Cuba; no es el mejor camino, pero es un mejor camino que el otro, definitivamente.
¿Qué hace de la Cuba de Fidel un atractivo turístico? ¿Ver el pasado comunista en vivo?
Yo creo que hay varios planos del atractivo turístico de Cuba. Uno, ese que dices tú, la posibilidad de acercarse, de vislumbrar todavía un mundo distinto. Un mundo que, en efecto, parece haberse detenido en el tiempo. Los escasos productos que ves en las tiendas de Cuba tienen algo como antiguo, la oferta que veíamos en México hace muchos años, en los setenta u ochenta (del siglo pasado). Desde ahí hasta la retórica oficial, la burocratización, significa como un viaje al pasado; para muchos un viaje a la nostalgia feliz. El régimen castrista tuvo un gran poder de seducción y no la perdió del todo.
Incluso ahora cuando se cae a pedazos, cuando son muy evidentes las inquinas y los niveles represivos de los Castro, hay gente que todavía redice “no se pueden negar los logros de la revolución”, ya sabes, toda esa retórica. También para muchos es como tratar de constatar eso.
Foto: Notimex/ Alejandra Rodríguez
Pero ese estricto control también ha permitido un turismo negro...
Eso ya es mucho menos simpático porque el otro atractivo es el turismo sexual. Hay que recordar, si bien los índices de prostitución en Cuba han disminuido un tanto, y esos índices han coincidido con el incremento del trabajo por cuenta propia, sigue habiendo un fuerte mercado de prostitución en Cuba, y lo hubo antes del triunfo de la revolución, y se transformó después del triunfo de la revolución, en una cosa distinta, pero sigue siendo prostitución. Ese es un gancho para muchos turistas.
Pero hay algo todavía más atroz, y es lo que se llama equivocadamente prostitución infantil, porque no es prostitución, es esclavitud sexual. Desgraciada y repugnantemente hay un tremendo flujo de pederastas a Cuba. Ese es un mercado brutal. De hombres y mujeres, además.
Pero también está la Cuba paradisíaca per se…
Sí, Cuba no deja de ser una isla prodigiosa en el sentido del entorno natural, aunque lo han hecho pedazos en algunas zonas, sigue siéndolo. La Habana es una ciudad muy encantadora a pesar de que, como cuento en el libro, se cae a pedazos casi en todas partes, pero sigue teniendo vestigios y rasgos seductores, por su decadencia misma, de un pasado esplendoroso. Creo que Cuba tiene muchos atractivos, eso ha hecho que en los últimos años el turismo se haya incrementado. Quiero insistir en que se está perdiendo esa belleza arquitectónica. Hay barrios extraordinarios en La Habana.
¿Se cae Cuba a pedazos?
Sí. Por ejemplo, Miramar, que es donde yo estuve hospedado, es un barrio bonito, aunque no es el más encantador. Ahí están las embajadas, las oficinas de las grandes empresas extranjeras que siguen presentes en la isla, cinco o seis hoteles de los grandes, sobre todo los españoles, no es las Lomas de Ciudad de México, pero es lo más parecido. El pasto bien cortado, las calles más o menos parejas, aunque con sus problemas. Luego están las zonas encantadoras que tristemente están devastadas por la falta de mantenimiento. La primera es el Vedado, que como se sabe por él se sube a la Plaza de la Revolución, un barrio muy tradicional, muy decimonónico, de principios del siglo XX, muy literario, que se ha ido cayendo a pedazos.
Otra cosa es Centro Habana y sobre todo la Habana Vieja, que tiene un cuadrante más o menos amplio, bien mantenido, se han restaurado muchísimos edificios, se han metido cafés, bares, restaurantes, museos, la catedral está más o menos bien cuidada; pero tú te mueves al rededor de ese núcleo salvado, y literalmente se cae a pedazos la ciudad, hay mucha gente que muere aplastada, mucha. Es extraño y hasta culposo lo que pasa ahí, produce una sensación de tristeza y de rechazo, pero tiene algo de seductor ver esa belleza decadente, por eso está lleno de turistas.
¿Qué tan complicado es retratar Cuba con las restricciones políticas y las censuras que el lector no dimensiona?
Una cosa que desde el principio decidí no hacer, porque sabía que iba a ser casi imposible, fue conversar con figuras conocidas o populares, del espectáculo, la política, la literatura, como Leonardo Padura, etcétera. ¿Qué sucede? Pues que están demasiado bajo los reflectores, y que con un par de excepciones nada más, no quieren hablar. Digamos que hay consecuencias.
Tuve en algún momento la idea de incluir voces como las de Leonardo Padura, Silvio Rodríguez, aunque él es un castrista convencido; irme como por esos entornos más de élite, pero me di cuenta que era inútil. Primero porque es gente que ya se ha expresado en ese sentido. Como se ha expresado ya en otros contextos, no iba a obtener nada nuevo. Pero, lo decidí sobre todo por eso, porque están demasiado bajo los reflectores y las consecuencias pueden ser graves.
Entonces, pensé en un libro a pie de banqueta, digamos. Es decir, respetar el anonimato de lo que llamaríamos los ciudadanos de a pie, pero escucharlos, reportar lo que decían, reportar su comportamiento, etcétera. En ese plano sí pude llegara conversar con los cubanos, es decir, se quejan un poco más, tampoco lo hacen en voz muy alta, y tampoco quieren ser exhibidos, pero de ahí sí puedes obtener testimonios. Muy desde el principio me di cuenta de que el libro tenía que tener una estructura como la tuvo. Cuando lo platiqué con Héctor Aguilar Camín me dijo que era la que tenía que tener. Cuento, explico, cuento, explico.
Una fusión de géneros, incluso con el aroma a la crónica gonzo...
Es un libro a caballo entre la crónica en primera persona y el ensayo, la reflexión. Con el afán de hacer un retrato de Cuba en un plan light, a la crónica gonzo, no consumí tantas sustancias como el señor Thompson (risas de Julio) pero sí, tiene algo de inmersión en la historia. Por eso abro metiéndome al desfile de las fuerzas armadas, y por eso también trato de ir a conseguir tarjetitas (y lo logro) para conectarme a Internet. Tenías ganas de meterme de alguna manera, de vivir ahí, y en parte lo hice.
¿Fue divertido revivir el oficio de reportero?
Fíjate que tuve esa faceta muy positiva. A lo que me dedico, básicamente, es a escribir libros de un orden más ensayístico en términos generales, aunque tengo por ahí una novela. Luego, soy conductor de un noticiero, que es lo que hago todas las noches en Foro TV; escribo una columna. Fue reconfortante, refrescante, meterse a esa dinámica reporteresca.
Se piensa que en Cuba hay mucha mano de obra calificada, con buenas reformas y libertad ¿México sería un gran destino para esos cubanos?
Tal vez pasen ambas cosas. Hay cubanos de un enorme talento. En México tenemos a muchos ya, en materias más cercanas a las humanidades o al periodismo; en la academia, en términos de ciencias sociales o humanidades. Creo que la educación cubana, también lo digo en el libro, tiene mucho de mito, porque a final de cuentas qué clase de educación es esa en la que están censurados el noventa por ciento de los libros; en el que no tienen acceso a la tecnología, en el caso por ejemplo de un ingeniero, un médico, o un diseñador gráfico inclusive. Pienso que se ha confundido la masificación de la educación y la alfabetización, que es otra cosa, con una educación de élite. No estoy diciendo que no hayan cubanos con una extraordinaria formación profesional. Sí que los hay, pero creo que también hay un poco de mito en torno a ese sistema educativo.

