Una mujer de Terekeka señala dos cicatrices en su pierna donde emergieron 2 gusanos. Foto: AP Photo / Mariah Quesada
Los síntomas que nos advierten sobre su presencia incluyen prurito intenso, afecciones cutáneas desfigurantes y una discapacidad visual capaz de evolucionar hasta convertirse en una ceguera permanente.
A la oncocercosis también se le conoce como la “ceguera de los ríos”. Su causante es un parásito, el Onchocerca volvulus, un gusano que se introduce en el organismo humano.
La exposición constante a la picadura de moscas negras, del género Simulium, es el vehículo que utiliza para infectar a las personas. Su presencia está ligada a lugares cercanos a ríos rápidos y arroyos. Estos bichos se crían al amparo de las fuentes de agua, y de ahí se traslada a los asentamientos cercanos, a poblaciones eminentemente rurales que dependen de trabajar el campo.
Una vez que consiguen colarse en el cuerpo viene el crecimiento. El gusano, ya hecho todo un adulto, produce larvas embrionarias que se desplazan en el tejido subcutáneo, migran a la piel, a los ojos y a otros órganos. No conformes con eso, cuando mueren dan lugar a respuestas inflamatorias.
Luego, si una mosca negra hembra pica a un infectado ingiere, junto con la sangre una carga larvaria que transmite, con otra picadura, a otro huésped humano.
Estos visitantes indeseados producen la oncocercosis, clasificada como una enfermedad de la piel y los ojos.
Los síntomas que nos advierten sobre su presencia incluyen prurito intenso, afecciones cutáneas desfigurantes y una discapacidad visual capaz de evolucionar hasta convertirse en una ceguera permanente. En buena parte de los casos se forman nódulos (masas de tejido) subcutáneos alrededor de los gusanos.
Q ueratitis esclerosante en la oncocercosis. Foto: Ian Murdoch & Allen Foster
GEOGRAFÍA
Esta potencial causa de invidencia se desenvuelve en zonas tropicales. Más del 99 por ciento de las personas infectadas, de acuerdo con información de la Organización Mundial de la Salud, vive en 31 países del África subsahariana. Sitios como Angola, Benin, Camerún, Costa de Marfil, Etiopía, Ghana, Nigeria, Senegal.
No obstante, se han registrado focos del padecimiento en América y en Oriente Próximo, específicamente en Yemen.
La comunidad médica no ha dado con una vacuna o un medicamento para prevenir la infección por O. Volvulus, pero sí ha conseguido desarrollar estrategias exitosas para su combate.
Entre 1974 y 2002 se logró controlar la enfermedad en África Occidental. Las acciones adoptadas incluyeron fumigación aérea para abatir la población de moscas. Además, a partir de 1989, se hizo una distribución a gran escala de ivermectina, también conocido como Mectizan, fármaco utilizado como antiparasitario.
Se estima que las medidas adoptadas previnieron la infección de 40 millones de personas y el surgimiento de 600 mil casos de ceguera.
El programa para eliminar este padecimiento en el continente americano se puso en marcha en 1992 con el objetivo de eliminar, para 2015, la morbilidad ocular y la transmisión mediante el tratamiento semestral a gran escala con el fármaco antiinfeccioso.
En 2006 se logró una cobertura de más del 85 por ciento de la población en los 13 focos existentes en la región, situados en seis países: Brasil, Colombia, México, Guatemala, Ecuador y Venezuela. Esfuerzos concentrados en Brasil y Venezuela.
Los esfuerzos en la lucha contra la oncocercosis no dan resultado de un día para otro. Los investigadores sanitarios recomiendan, para cuidar a los sujetos en peligro, el tratamiento con ivermectina al menos una vez al año durante un periodo de 10 a 15 años.
En 2015, México se convirtió en el tercer país del grupo mencionado, después de Colombia y Ecuador, en ser verificado libre de la enfermedad. Las autoridades de salud a nivel internacional destacaron que se aplicaron con éxito, durante décadas, las actividades recomendadas. Al año siguiente se sumó Guatemala. Ya para 2017, la transmisión se interrumpió en 11 de los 13 focos.
De las tres zonas endémicas ubicadas en territorio mexicano una se localizó en Oaxaca y dos en Chiapas, al norte el foco Chamula y, al sur, el Soconusco, que era el de mayor tamaño.
Desde 2012 le recomendaron a las autoridades mexicanas suspender el tratamiento con el preparado antiparasitario.
Oncocercosis, estado final “piel de leopardo”. Foto: Virginia Sá nchez
DIAGNÓSTICO
El profesional de la salud detecta la presencia de este mal cuando el sujeto de atención presenta lesiones oculares y cutáneas, además de que manifiesta tener su residencia permanente o visitas prolongadas a las áreas endémicas.
Un análisis parasitológico, la observación de larvas en biopsias cutáneas o por el examen de la cámara anterior y posterior del ojo con lámpara de hendidura, confirma la presencia parasitaria.
La palpación contribuye, es la antesala de una disección o digestión artificial mediante tratamiento con enzimas de nódulos extirpados, esto permite la identificación de gusanos adultos. Esto es importante porque, si bien el diagnóstico es cada vez menos frecuente gracias al descubrimiento de la ivermectina, esa solución que mata a las larvas por un lapso de seis meses, no afecta a los gusanos adultos que se guardan dentro de sus cápsulas.
Con todo y esa propiedad defensiva, el fármaco es la clave no sólo de los intentos por controlar la oncocercosis sino de su posible erradicación, al menos en el continente americano, en un plazo no tan prolongado. Por esa razón se plantea el suministro periódico del agente antiinfeccioso durante al menos una década, tiempo para que se mueran los invertebrados invasores.
En México las acciones para resguardar a la población que podía ser fácil víctima de la ceguera de los ríos iniciaron en 1991. Al principio, el tratamiento se ofrecía solamente a sujetos con manifestaciones clínicas.
Ya para 1997, todas las personas de las comunidades endémicas recibían el medicamento en la forma de tratamientos bianuales masivos. Luego, se ajustó el plan y se distribuyeron dosis cuatro veces al año, de 2003 a 2011 en el foco del sur de Chiapas. En 2012 en México y Guatemala aún había más de medio millón de personas, el 71 por ciento de la población de los focos, con riesgo de adquirir la infección.
Erradicar este mal es poner fin a un padecimiento que puede prevenirse con ciencia, voluntad y disciplina. En la actualidad se están desarrollando nuevos tratamientos. El Mectizan funciona bien contra las larvas de la “ceguera de los ríos”, pero produce efectos adversos cuando entra en contacto con el Loa loa, otro parásito activo en el continente africano.
Correo-e: dr.fabioperez@hotmail.com

