Toda empresa está compuesta por personas. Son personas quienes las idean, organizan, fondean, administran, las hacen crecer o sucumbir. En personas se piensa cuando se inventa algún producto, se mejora uno ya existente, se ofrece un servicio o se optimiza un proceso. De personas a personas es, al final, el ciclo de todo cuanto integra a una empresa.
De modo que pareciera innecesario agregar a la palabra empresa alguna especificación que la califique aludiendo a personas. No hay empresas sin personas. O no todavía, quizá deba decirse, porque la Inteligencia Artificial (AI) y su aplicación al ámbito de la empresa ha hecho que el debate múltiples foros tenga como motivo central de reflexión el futuro de la empresa en un contexto de creciente avance de la AI.
Las cifras que han comenzado a verterse acerca del impacto en el empleo de las AI no son del todo alegres, y mucho menos en aquellos segmentos del trabajo cuya realización tiene a ser repetitiva y manual, toda vez que en este tipo de tareas las computadoras-robots- tienen ventaja sobre el ser humano. De seguir las tendencias como hasta ahora, en dos décadas más, de acuerdo con la OCDE, el 14 por ciento de los trabajadores manuales de los países que la integran, corren el riesgo de ser sustituidos por robots.
Carl Frey y Michael Osborne, de la Universidad de Oxford, y precursores en la realización de estudios y proyecciones del impacto de la AI en el empleo, sostienen cifras distintas. En su estudio primordial (2013) señalaban que hasta el 47 por ciento de los empleos eran susceptibles de ser automatizados en alguna parte o en toda la actividad que conllevan. Un porcentaje similar (45) es que el McKinsey difundió.
Ambos autores han señalado que el porcentaje que ellos dieron a conocer no significa que así vaya a ocurrir y mucho menos en un lapso definible. Lo explican aludiendo a las previsiones que se hicieron con la revolución industrial. En ese entonces también se habló de pérdida de empleo, sobre todo en la agricultura, lo que en efecto ocurrió, pues en los países desarrollados representa ahora hasta veinte veces menos de lo significaba en número de empleos entonces. La AI tendrá impactos significativos en empleos susceptibles de ser automatizados (ellos analizaron 702 ocupaciones para elaborar su reporte), pero el porcentaje preciso, el lapso y el impacto en el conjunto del empleo no fue su pretensión dejarlos establecidos.
Más allá de los porcentajes que permiten tener una idea de los alcances de la AI en el empleo, ya podemos observar en el día a día de muchas empresas que la automatización aplicada ha tenido como resultado una disminución en las plazas laborales ofertadas e inclusive consolidación de muchas de ellas con la consecuente desvinculación. Sin embargo, otras oportunidades se han abierto y en los saldos finales, hasta ahora, los impactos se encuentran en márgenes equilibrados.
Nos encontramos, sin embargo, en una revolución semejante a la de hace poco más de un siglo cuando las máquinas llegaron a los negocios reduciendo las horas socialmente necesarias para la producción y, por tanto, representando una amenaza directa al empleo. Al final se trató de una transición que obligó a la conformación de nuevas especializaciones laborales y que, con el incremento de la producción y el consumo, obligó a crecer en empleo.
La particularidad que ostenta la AI, sin embargo, es la capacidad para automatizar no solo lo aparentemente rutinario y manual, sino todo aquello que genera información susceptible de ser modelada, de modo tal que los algoritmos adecuadas las integren en forma de respuestas basadas en información robusta y, por tanto, sustituyan empleo no necesariamente rutinarios y manuales.
Esto último es lo que ha motivado a que se reflexione los impactos de la AI y, en particular la pregunta de fondo, ¿qué hacer con las personas que se verán desplazadas? Al fina del día, no se trata de proteger una plaza laboral sino a la persona.
Por eso el deliberado título para este texto. La empresa son personas, y si la AI obligará a que cada vez menos tengan que participar en el proceso directo de producción, algo deberá hacerse para que la persona siga siendo el centro de la comunidad y de las estructuras que la sostienen: la economía y la política.
Estamos en los años, quizá los iniciales, de esa transición inevitable. De allí la pertinencia de la pregunta por la persona en la empresa, pero también debiera serlo por su lugar en la sociedad. Es fascinante que aún con los avances más sofisticados en la ciencia y tecnología aplicada a los negocios, la cuestión angular sea la que deba responder por la persona.
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