Randy Moss (i) Brian Urlacher, Bobby Beathard, y Robert Brazile. (AP)
Ray Lewis y Brian Urlacher atemorizaron a los atacantes rivales en el centro del terreno. Randy Moss y Terrell Owens hicieron lo propio ante los defensores contrarios por las bandas.
Los dos rudos linebackers y el par de espectaculares receptores figuraron entre ocho elegidos al Salón de la Fama del Futbol Americano Profesional ayer. El safety Brian Dawkins recibió también el mínimo de 80% de apoyo por parte de los 47 votantes del recinto, junto con Bobby Beathard, en la categoría de personas que han contribuido con el desarrollo de la NFL.
La lista se completó con Jerry Kramer y Robert Brazile, seleccionados en la categoría senior o de la era antigua.
Pero los dos mayores astros de esta generación son Lewis y Urlacher, los dos linebackers que consiguieron el honor en su primer intento.
"He trabajado mucho tiempo y ahora puedo descansar finalmente", manifestó Lewis. "Quiero ir a pescar con un habano y relajarme. Ahora no quiero entrenar diariamente".
Se destaca también la dupla de veloces receptores, que a veces causaron a sus propios equipos tantos problemas como a sus adversarios.
Moss resultó elegido también en su primera oportunidad, mientras que Owens debió esperar hasta su tercer año en la papeleta para reunir el apoyo suficiente.
Owens y Moss jugaron para cinco equipos diferentes en sus carreras y colmaron la paciencia de los dirigentes en muchas de esas organizaciones, ante su incapacidad frecuente de llevarse bien con compañeros y entrenadores.
Pero en su mejor momento, fueron jugadores capaces de infundir miedo, lo mismo que Moss y Owens, seleccionados alguna vez como miembros del equipo ideal de la década del 2000.
"Llamaron a la puerta y comencé a emocionarme", relato Moss al señalar que el presidente del Salón de la Fama, David Baker, le avisó que resultó elegido. "La emoción me rebasó, porque ha sido un largo viaje, que termina en el Salón de la Fama. Fueron lágrimas de felicidad".
Moss apareció en escena como novato en 1998, con Minnesota. En aquel año logró 17 recepciones de anotación, la mayor cifra de la liga, y guio a los Vikings hasta la final de la Conferencia Nacional.
Su combinación de rapidez y condiciones atléticas lo convirtieron en el receptor más peligroso, por su capacidad de hacer jugadas clave que dejaban avergonzados a los contrincantes.