Museo Judío de Berlín. Foto: Cyrus Penarroyo/Studio Libeskind
Sus argumentos, sobre el papel y sobre el terreno, defienden y ensalzan una arquitectura emocional que evoque sentimientos. Ausencia, luz, vacío y silencio son los conceptos a los que recurre para generar sensaciones.
La arquitectura no se basa en el concreto, ni en el acero o en los elementos de tierra sino en el acto de maravillarse. Es una conexión viva, una confrontación de nuestros sentidos, es emocional.
Todo sobre nosotros es respecto a la lucha de emociones. Sin ellas no tendría sentido vivir. Introducirlas en el espacio de la ciudad hace del mundo un lugar extraordinario.
La arquitectura también es optimismo ya que se nos presenta como la única profesión en la cual tienes que creer en el futuro.
Proyectar una obra versa sobre lo inesperado. Las obras de Frank Gehry (Canadá, 1929), por ejemplo, continuarán siendo inesperadas en el futuro. No es la arquitectura habitual la que las anima, esa falsa especie de estabilidad, sino una comprensión del modelado llena de tensión. Es una postura arquitectónica que va más allá de sí misma, hasta alcanzar el alma y el corazón de las personas. Por el camino rompe con las trabas de los hábitos.
Cuando vemos el mismo tipo de arquitectura nos habituamos a una óptica determinada, desde esos ángulos, esas luces, esos materiales. Llegamos a creer que el mundo se parece a nuestras edificaciones. En realidad, es mucho más complejo.
La complejidad del pensamiento debe asociarse a la complejidad del espacio; el espacio es algo que se desdobla en escenarios completamente nuevos, a través de nuestras vidas complejas. Nuestras emociones y nuestros deseos intelectuales son complejos, por tanto, en el plano de lo real, la arquitectura debe reflejar esa complejidad en todos y cada uno de los espacios que tenemos, en toda la intimidad que poseemos.
Construir es asumir riesgos y la arquitectura es la comunicación que intentamos establecer: narrar nuestra historia, abrir paso a nuevas posibilidades, crear emociones complejas.
Desde esa base lo normal es romper con lo establecido y maravillar con los espacios dando entrada a lo inesperado para disfrutar el “espectáculo de la vida”.
En resumen, Daniel Libeskind, un arquitecto estadounidense de origen polaco, propone que los edificios no sólo deben ser prácticos sino también estimulantes. Sus argumentos, sobre el papel y sobre el terreno, defienden y ensalzan una arquitectura emocional que evoque sentimientos. Ausencia, luz, vacío y silencio son los conceptos a los que recurre para generar sensaciones.
Museo de Arte de Denver. Foto: Museem
MUSEO JUDÍO
El Museo Judío de Berlín (2001) exhibe la historia social, política y cultural de los judíos en Alemania desde el siglo IV hasta el presente, con sus contenidos a propósito de la posguerra y las repercusiones del Holocausto. Este inmueble se integra a la conciencia y la memoria de la capital alemana.
Desde su forma de exterior hasta el recorrido interior producen en el visitante una experiencia única. Esta arquitectura conmueve, inquieta y emociona, motiva la reflexión. Es la propia arquitectura la que cuenta la historia de la “solución final” de los nazis.
El diseño de Daniel Libeskind fue creado antes de la caída del Muro de Berlín. Se basa en tres rutas axiales y cada una cuenta una historia diferente.
La primera conduce a un callejón sin salida, la torre del Holocausto.
La segunda nos lleva fuera del edificio, al jardín del Exilio y Emigración, para recordar a quienes se vieron obligados a abandonar Berlín.
La tercera, la más larga, es el “eje de continuidad”, conduce a una escalera y a los espacios de exposición del museo haciendo hincapié en el flujo de la historia.
Un vacío irrumpe en el plan de zig zag del recorrido y crea una zona que encarna ausencia. Es el vacío de la memoria, uno de los espacios que causan más impacto.
En torno a esta última ruta se organizan las exposiciones. Con el fin de pasar de un museo a otro los visitantes deben cruzar uno de los puentes (60 en total) que se abren a este vacío.
STUDIO WEIL
Esta obra, con vistas al mar de Mallorca, fue diseñada y construida para la pintora y escultora estadounidense Bárbara Weil, en 2003.
Libeskind y la artista plástica hicieron equipo para crear un edificio que responde al paisaje circundante y constituye un espacio que complementa y contrasta con los trabajos de Weil.
El edificio alberga espacios de exposición, cuartos de trabajo y un jardín. Toma la forma de un arco de hormigón que es interrumpido por un par de escaleras; una conduce al techo y a espectaculares vistas del mar; la otra baja hacia un área con empedrado y árboles que preceden a la galería de la planta baja. En esta casa, escultura y arquitectura conviven en armonía y se enriquecen la una a la otra.
MUSEO DE ARTE
La extensión del Museo de Arte en Denver (2006) topa con el telón de fondo de las montañas Rocosas. El diseño de Libeskind se compone de una serie de volúmenes geométricos inspirados en los picos y valles cercanos. Hablamos de la primera obra de Libeskind en Estados Unidos.
La volumetría se consigue a partir de planos plegados que consiguen imitar las irregularidades de las montañas vecinas.
Una sección en voladizo muy angulado se adentra en la calle hasta unir a la ampliación de Libeskind con el edificio diseñado por el arquitecto milanés Gio Ponti a inicios de los setenta del siglo pasado.
El edificio de 146 mil pies cuadrados de extensión está revestido por una nueva e innovadora superficie: paneles de titanio que reflejan el brillante paisaje de Colorado.
18.34.54. Foto: Nikolas Koenig/Studio Libeskind
LA VILLA
Este proyecto (2009) de cuatro dormitorios en dos niveles puede ser construido y enviado a casi cualquier lugar del mundo en cuestión de meses. Un equipo de expertos podría armarlo en semanas.
Se creó una edición limitada de 30 villas fabricadas en bastidores de madera. Zinc y aluminio son los otros materiales preponderantes. La estructura se compone de tres cintas entrelazadas con ángulos sorprendentes. Se constituye una doble altura asimétrica y un interior dinámico.
La Villa ocupa un nicho importante en el mercado. La estructura puede personalizarse y entregarse en sitio. Los detalles incluyen la elaborada carpintería metálica del balcón en la habitación principal así como iluminación y armarios empotrados.
18.36.54
Un cliente solicitó a Libeskind una vivienda vanguardista, sólida y, al mismo tiempo, acogedora. Esta obra concebida en 2010 está revestida de acabado espejo en acero inoxidable bronceado, de ese modo acentúa el brillo y maneja los cambios de luz de cada temporada.
La estructura tiene un color chocolate brillante y la solidez del interior posee madera de roble blanco manchado. Hay porches de cada lado. Los acabados, gabinetes y muebles empotrados son hechos a mano.
Estos elementos junto con sutiles cambios de elevación distinguen la cocina, la sala, e comedor y las áreas de dormir sin que estén realmente separadas. Todo en ella es fluir con libertad.
Su nombre deriva de la cantidad de planos (18), puntos (36) y líneas (54) que la cinta espiral consigue hilvanar en esta vivienda de 2 mil pies cuadrados.
BAHÍA KEPPEL
Esta obra concluida en 2011 se ubica a la entrada del histórico puerto de Keppel. La conforman seis torres onduladas y 11 apartamentos, villas de baja altura ofrecen privacidad a los residentes de 1 mil 129 apartamentos con diseño sostenible.
La composición de las torres curvadas ofrece el deleite de la complejidad visual. Proporciona el atractivo de lagunas espaciales y orientaciones cambiantes.
Las torres van desde los 24 hasta los 41 pisos. Dos tipologías de vivienda crean un ambiente espacioso entre las villas, ninguna tiene plantas alineadas.
Cada torre cuenta con un jardín privado en su azotea. Puentes elevados se conectan entre sí para unir el conjunto.
La fachada de aluminio crea reflejos sobre la bahía, de ese modo incide en el entorno y aporta una dosis de dinamismo.
Las formas deconstructivas de Daniel Libeskind pueden contemplarse en los espacios comunes como los salones junto a la piscina o los jardines que rodean el complejo.

