Charlan en la cocina del Potrero don Abundio y don Valente Gáuna. (Así se pronuncia por acá el apellido Gaona).
Yo estoy también ahí, pero no participo en la conversación. Tengo menos años que ellos y debo callar cuando hablan mis mayores, a menos que me pregunten algo o soliciten mi opinión.
El viejo reloj de péndulo suena las 12 de la noche. Las mujeres se han ido ya a dormir, y la plática se hace masculina.
-Abundio: ¿qué fue para ti lo mejor de la vida?
La respuesta es concisa y maciza:
-El mezcal.
Declara don Valente:
-Para mí lo mejor fueron las mujeres.
Don Abundio sacude la ceniza de su cigarro y hace una precisión:
-Dijiste "lo mejor". No dijiste "lo más mejor".
Y don Valente:
-Ah, güeno.
Se oye el acompasado tic tac del reloj y el desacompasado crepitar de la leña en el fogón. No se oye nada más. Todo está dicho.
¡Hasta mañana!...