El Padre Soárez platicaba con el Cristo de su iglesia. Le preguntó:
-Señor: ¿existe el infierno?
Le contestó Jesús:
-Antes de responder a tu pregunta permíteme contarte una parábola. Un niño pequeñito cometió una falta. Su padre lo encerró en un oscuro sótano. Todos los días lo sometía a torturas espantosas, a tormentos que no se pueden describir. Las penas y dolores que sufría la infeliz criatura no cesaban nunca. Y no cesó jamás el castigo que aquel hombre impuso al niño por la falta que a causa de su debilidad y su inconsciencia cometió.
-Señor -habló el Padre Soárez-. Con el debido respeto, me resulta muy difícil creer la parábola que me has narrado. No hay padre que castigue en esa forma tan cruel a un hijo suyo, por grave que haya sido la falta que cometió.
Dijo entonces Jesús:
-Soárez: tú mismo acabas de dar respuesta a la pregunta que me hiciste.
¡Hasta mañana!...