Ya no sirvo para nada.
Así dijo aquel buey viejo.
-Tampoco sirvo para nada yo -dijo la mulita que lo acompañaba.
Suspiró con tristeza el buey:
-¡Ah!
Y tristemente suspiró la mula:
-¡Ah!
Esa noche fue la más fría del año. Tiritaba acá abajo la tierra; tiritaban allá arriba las estrellas. El viento que soplaba tiritaba también.
Fue entonces cuando el hombre y la mujer llegaron al portal.
Él hizo un lecho con la paja; ahí se acostó ella y dio a luz a su hijo.
El buey vio eso con sus grandes ojos e hizo:
-¡Ah!
Vio aquello la mulita con sus ojos de luz e hizo:
-¡Ah!
Y su aliento puso tibieza en el recién nacido y lo salvó del frío.
Dijo el buey:
-Parece que todavía servimos para algo.
Y dijo la mulita:
-Siempre servimos para algo.
¡Hasta mañana!...