Foto: Archivo Siglo Nuevo
Mover el cuerpo significa lograr un buen desarrollo de huesos y músculos, mejorar el funcionamiento cardiovascular, obtener beneficios más allá de lo tangible.
¿Por qué es importante fomentar la actividad deportiva en los niños? La respuesta es larga porque los beneficios son muchos. Practicar algún deporte los ayuda a estar sanos, a tener un desarrollo físico y mental apropiado, a socializar de forma saludable con otros pequeños. Más importante aún, estar en forma va de la mano con estar sano. Además, crear el hábito de invertir las energías en una cancha desde la infancia puede ahorrarle problemas a los padres cuando sus vástagos lleguen a la adolescencia.
Es deseable dar al menor la oportunidad de practicar varias disciplinas, de ese modo puede encontrar una que no sólo le guste sino que le apasione. La motivación es un factor importante y eso no se consigue del todo si se le obliga a irse por un camino. Debe tenerse en cuenta lo siguiente: no es raro que al principio le cueste empezar a practicar, pero si cuenta con el apoyo y la seguridad que le transmitan los progenitores, irá mostrando progresos.
No está de más recordar que para los niños el asunto es, ante todo, jugar y divertirse. Los padres pueden sentirse tranquilos al ver a sus pequeños defendiendo un lado de la cancha o buscando conectar algún punto porque los beneficios de ejercitarse a temprana edad ayudan contra afecciones como el asma y se extienden a la adultez en la forma de prevención de males como la obesidad o la osteoporosis. Con su diversión y dinamismo los deportes alejan a los niños de conductas sedentarias.
POPULARES
Mover el cuerpo significa lograr un buen desarrollo de huesos y músculos, mejorar el funcionamiento cardiovascular, obtener beneficios más allá de lo tangible. Un niño deportista pule la confianza en sí mismo, gana enteros de autoestima y se relaciona mejor con su entorno.
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En esto le ayudan tanto los deportes más populares del planeta como otros que, sin tener tanto público, proporcionan grandes satisfacciones.
El baloncesto, por ejemplo, es uno de los deportes más completos y que más beneficios acarrean. Los efectos positivos se observan en la salud física y emocional y en la diversión.
El judo, un preferido de los infantes, permite desarrollar capacidades corporales y psíquicas. Su estado de forma evoluciona para bien al tiempo que el yudoca infantil aprende valores como el respeto hacia los demás. El karate, otra disciplina de contacto, apunta a desarrollar el aparato psicomotor y la flexibilidad, al tiempo que se trabaja la concentración y la disciplina.
La natación también se destaca como deporte completo, dos de sus beneficios destacados son favorecer al sistema respiratorio y nutrir la confianza en sí mismo. Aún con su lento curso, el beisbol enseña a los infantes a competir de manera sana.
El ciclismo, con su pedalear, frenar, acelerar y dejarse llevar en el velocípedo, favorece el equilibrio, la resistencia, la coordinación motora, también fortalece los huesos.
Cabe mencionar que algunas actividades, aunque no son deportivas, implican desarrollar una importante destreza física. En este sentido se destaca la danza, en particular el ballet con su demanda de fortaleza, no sólo corporal sino mental, y flexibilidad, además de la coordinación adecuada para ajustarse al ritmo musical.
CON LOS PIES
Los deportes colectivos brindan beneficios emocionales; como estimulan la sociabilidad son ideales para niños tímidos.
Al mismo tiempo, fomentan la autonomía de los pequeños miembros del conjunto, al sentirse parte del grupo se preparan para ocupar su lugar en la sociedad.
También enseñan valores importantes como la cooperación y el compañerismo.
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Además de una disciplina deportiva de masas, el fútbol también es diversión y concentración. Su capacidad para causar el apasionamiento de sus seguidores muchas veces hace que pase desapercibido su influjo benéfico en la salud de las personas.
Saltar a las canchas a tocar el balón está indicado para niños hiperactivos. Ayuda a adquirir disciplina, capacidad de organización y concentración. Por estos días no es raro que se prescriba el balompédico ejercicio a niños autistas o con síndrome de Asperger ya que se han registrado mejoras en las conductas de los infantes que siguen este tratamiento.
Con el balompié se adquieren valores, se aprende de superación y sacrificio, la autoestima recibe su parte, al igual que la disciplina y la capacidad para el trabajo en grupo.
Los niños pulen su capacidad lógica cuando deben pensar en el movimiento más adecuada. En el mismo camino emocional, el pequeño futbolista aprende a tolerar la frustración de la derrota.
En cuanto a los beneficios tangibles se destacan el aumento en la potencia de las piernas, una coordinación motora adecuado, un mayor control sobre su cuerpo.
El futbolista infantil gana en equilibrio y fuerza, se conduce con buena postura, oxigena la sangre y adiestra su visión periférica.
HÁBITO
Poner en movimiento el cuerpo es todavía más importante ahora que la tecnología, con sus redes sociales, videojuegos, y demás contenidos, promueve entre la infancia una ociosidad mucho más elevada que la existente hace un par de décadas. Los menores del nuevo milenio se decantan por la pereza intramuros.
Menospreciar o renunciar a inculcarle el deporte a un infante es como cerrarle la puerta a desarrollar destrezas físicas, a divertirse y a socializar, lo cual tiene efectos en su desarrollo físico, mental y social.
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En cuanto a los ejercicios con los que puede inaugurar esa faceta un pequeño, debe tenerse en cuenta que, antes de los cinco años, lo ideal es trabajar su capacidad psicomotora; de los seis a los diez, con el desarrollo de la fuerza muscular, ya podemos pensar en que practique algún deporte; en el rango de los 10 a los 14 años, una vez consolidadas sus destrezas aeróbicas, son varias las actividades a las que puede enfocar su energía.
Es indispensable que los padres ayuden a su hijo a adoptar una actitud positiva hacia el deporte y que no fomenten en él una excesiva competitividad, ya que los menores trasladan lo aprendido en las canchas al resto de sus comportamientos. Hay que evitar que se sientan presionados por niveles de exigencia inapropiados para su edad y sus habilidades.
El juego debe ser el estímulo central para que el niño se interese en alguna actividad y obtenga los beneficios de mover el organismo, a saber, una motricidad precisa, una correcta coordinación, el equilibrio, y construir el hábito de mantenerse en forma.
Se recomienda que los niños menores de seis años no hagan más de tres o cuatro horas de ejercicio a la semana. A los padres se les aconseja que, cuando empiecen a inculcar en el infante el acto de entrenarse, lo hagan a través de una disciplina individual, como el judo o el nado, y que los juegos colectivos tengan como propósito no la competencia sino el gozo.
Tener un hijo deportista ofrece ventajas nada desdeñables, porque cuando crezca llenará buena parte de su tiempo de ocio con acciones sanas, de las que previenen el consumo de sustancias tanto legales como prohibidas que dañan la salud o bien las rutinas sedentarias con muchas horas frente a la televisión y exceso de comida rápida en las pupilas gustativas.


