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PEQUEÑAS ESPECIES

UNA GRAN SATISFACCIÓN

UNA GRAN SATISFACCIÓNUNA GRAN SATISFACCIÓN

Después de algunos años dedicados a la salud de los animales, me da gusto haber compartido hermosas vivencias, desde el veterinario rural donde inicié mi profesión, hasta las maravillosas anécdotas en la clínica de las pequeñas especies. Recuerdo que hace años empecé a escribir algunas experiencias del trabajo diario pensando que algún día las compartiría, una de las maneras era a través del periódico, pero mi peor enemigo fue mi falta de confianza. ¿Quién se interesa en un veterinario? ¿Quién va a querer publicar mis artículos? Era tal la duda que ni siquiera me atreví comentar mi sueño guajiro con mi esposa, hasta que un día, platicando con un buen amigo, le comenté mi intención de escribir en el periódico y el temor que tenía de que me rechazaran, ya contaba con varios escritos sobre anécdotas, consejos, enfermedades, razas de perros, recuerdo que me dijo dos cosas muy atinadas. El no ya lo tienes, así que todo lo que te digan será ganancia, y por otro lado, estoy seguro que van aceptar tus artículos, nadie escribe sobre mascotas y por lo que me cuentas, serán muy amenas tus publicaciones. Y fue así como inicié en el periódico como colaborador con la columna "Pequeñas Especies" hace 22 años, que ha sido un privilegio compartir experiencias, más que profesionales, resultaron sentimentales por comentarios de los dueños de mis pacientes, por colegas, amigos y personas que amablemente me llaman por teléfono. Al principio, a nadie mencioné sobre los artículos en el periódico a excepción de mi familia, y lo hice para que corrigieran mis errores ortográficos, de redacción y comprensión, ya que cuando enviaba los artículos al periódico, no hacían observación alguna. Recuerdo que para elaborar un artículo tardaba una semana, y cuando no recibía comentarios, aunque fuesen críticas, sentía que era estéril lo que hacía y pensaba en dejar de escribir. En el periódico, no me daban la opinión de los lectores para saber si era de su agrado lo que hacía. Aunque no mencionaba los nombres de las personas en los artículos, había clientes que se identificaban en las historias y me llamaban para agradecerlo, era la manera en que me daba cuenta que alguien se interesaba en lo que escribía. Agradezco por tener el honor de que personas cultas y de grandes sentimientos lean lo que humildemente puedo escribir. Sólo faltan algunos detalles para publicar mi libro que espero sea de su agrado.

Precisamente una de las satisfacciones que más recuerdo, fue cuando paradójicamente sucedió en un día difícil de trabajo. Llevaron a consulta a "Chester", un gato de un año de edad, enfermo de pulmonía y desnutrición, le hice ver a su dueña, una señora de sesenta años, sobre la gravedad de la enfermedad en que se encontraba, le inyecté y receté algunos medicamentos a su mascota. Después de unas horas, se presentó en la clínica la hija de la dueña del gato, enfermera de profesión, el cual había mordido a su mamá, me responsabiliza de la agresión del animal por no haberlo sacrificado. Por más que le hice ver mi punto de vista y que el motivo de llevarlo a consulta era para aliviar a su mascota, ella continuaba molesta por las heridas sufridas a su madre y no la convencí durante la hora y media que permaneció culpándome. Después de retirarse la enfermera, recibí una llamada después de las ocho de la noche para ir a una consulta, conduje con la moral por los suelos, pensando en el concepto que me había ganado en esa familia y el tipo de veterinario en que me iban a catalogar, tal vez difundirán la noticia en las redes sociales que no permite alegar en tu defensa, sin embargo, volvería hacer lo que dicta mi profesión, tratar de salvar a un ser vivo. Al llegar al domicilio, una pequeña casa de condiciones muy precarias, hablé con la dueña, una señora de cincuenta años de edad, el problema era su gata con una "bola" que le había crecido últimamente; al revisarla, lo que supuestamente era un tumor, resultó una gestación y un alumbramiento con un final feliz, le inyecté algunos medicamentos y le hice una serie de recomendaciones. Al retirarme de la consulta, me preguntaron sobre mis honorarios, les dije que me pagarían en la siguiente visita, en realidad no había hecho nada, la dueña de la gatita muy firme me dijo, doctor, pasan de las diez de la noche, debería estar descansando, y si no nos cobra, no podremos llamarle la próxima vez al requerir de sus servicios. Cobré parte de mis honorarios que orgullosamente me pagó, y me dice con una apenumbrada sonrisa: doctor, el único día que compro el periódico son los domingos y es por esto... y sin darme cuenta de dónde los sacó, me mostró varios recortes viejos del periódico. Al verlos detenidamente, me di cuenta que se trataba de mis artículos anteriores, los conservaba como si se tratase de algo de valor. Le agradecí siendo yo el honrado por sus comentarios.

Que diferentes clientes traté hoy, pensaba mientras conducía a descansar, uno me hizo sentir como el peor de los veterinarios, y al finalizar la jornada, se presenta un caso en que todo sale a la perfección, hizo que se me iluminara mi día y regresaba con una enorme sonrisa en el alma por una persona que dijo que me admiraba, convirtiéndose en una de las grandes satisfacciones de mi profesión.

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