UNA BODA EXTRAORDINARIAUNA BODA EXTRAORDINARIA
Hace algunos años, me solicitaron en la Escuela Secundaria Técnica Uno, antes de mi jubilación, donde impartía la materia de Biología a primero y segundo año de Secundaria y Física a los alumnos de tercero, les ofreciera en la graduación un mensaje de despedida. Por cierto, mi hija mayor, Carolina, formaba parte de esa generación, traté de esmerarme, pues era la primera vez que me concedían el gran honor de dirigir unas palabras a los alumnos graduados y a padres de familia.
En ningún momento, esperaban los alumnos que su exigente maestro de Física, llegaría a compartir pasajes de su vida de estudiante, y de otros sentimientos que guarda un maestro durante casi treinta años en la bella y noble labor de la docencia. Les "confesé" que la materia de Física nunca me agradó cuando cursé la Secundaria, y como resultado, me fui a extraordinarios en la preparatoria en esa asignatura.
Me di cuenta que los alumnos se encontraban incrédulos y sorprendidos de mis palabras, después de haberles exigido tanto durante los tres años que los tuve de alumnos, e insistirles lo fácil y bella que es la Física en la Secundaria, pues enseñar es simplificar y hacer ameno lo que impartes. Puedo suponer que les agradó el mensaje de despedida; posteriormente, otras generaciones y los mismos maestros me solicitaban leer la misma "Carta" por haber logrado arrebatarles una lágrima a los alumnos, y sobre todo, a los de hoy en día.
Recordé esta anécdota por las vacaciones de verano que disfrutábamos y por la materia de Obstetricia y Ginecología que presenté en extraordinarios en el tercer año de la carrera de Veterinaria, puedo abogar a mi favor que no fue por falta de estudio ni mucho menos que no me agradara esta asignatura como en la Secundaria la Física, al contrario, era una de las clases que más me interesaba en la facultad. Todo resultó por no haber presentado el examen final de esta materia con el permiso previo del médico titular de la cátedra.
Coincidía el examen con una fecha muy especial para la familia, el día en que mis padres cumplían 25 años de matrimonio y celebrarían sus Bodas de Plata en Guanajuato, fue el motivo por lo que me ausenté, estudiaba en la ciudad de Durango y presentaría el examen a mi regreso. Al solicitar la evaluación que había dejado pendiente, noté que el médico me aplicó el examen no de muy buena gana, tal vez no fui muy convincente en la justificación de mi permiso, así que mis conocimientos no le fueron suficientes y me fui a extraordinarios en el verano del 75'.
Siempre me agradó la materia y con el estudio a diario me convertí en un buen entendido de la asignatura, la única diversión en las vacaciones de ese año fue "Guiseppe Vatti y Franz Benesh", autores de los dos libros de Obstetricia y Ginecología Veterinarias que llevamos en la escuela.
Consideraba en aquel tiempo una de las faltas más grandes de un estudiante, era reprobar una materia, al menos personalmente sentí que defraudaba la confianza de mis padres por no valorar el esfuerzo extra que hacían ellos al pagar mis estudios en otra ciudad. Me sentía muy apenado con mi padre, pero jamás recibí un regaño o reproche, al contrario, siempre tuvimos todos los hermanos el apoyo por parte de ellos para seguir adelante.
Recuerdo que mencionaba en el mensaje de Secundaria, que al maestro se le parte el corazón ver la expresión del alumno al comunicar que reprobaba, era un correctivo necesario que más tarde agradecería el alumno al aprobar y demostrar ser responsable de sus actos.
Llegó la fecha del examen extraordinario donde los tres sinodales me aprobaron con una buena calificación en la evaluación oral que presenté. Tal vez por eso el sentimiento no es tan desagradable hacia mi maestro de Obstetricia y Ginecología después de 43 años de haber reprobado esa materia, y todo por haberme ido a una "Boda Extraordinaria".
