RECORDANDO A ESCRITORES DE COAHUILA Y ZACATECAS. NO. 13, ART. 1887
Don Enrique Mesta Zúñiga nació en Cuencamé, Dgo., el 28 de julio de 1905, hijo de D. Pablo Antonio Mesta Salazar y de su esposa, Doña Juana Zúñiga Alva; abuelos paternos, D. Pablo Mesta y Doña Isidora Salazar, y maternos, D. Simón Zúñiga y Doña Josefa Alva. Estudió en Cuencamé la primaria y después realizó estudios por su cuenta, especialmente Filosofía, logrando altos estudios en esa materia.
Empezó a trabajar en el periódico La Opinión y después en El Siglo de Torreón por el resto de su vida.
Contrajo matrimonio con la escritora Magdalena Mondragón Aguirre, de la que se divorció poco tiempo después y contrajo segundas nupcias con la señorita Ma. Concepción Sánchez Matamoros, hija del periodista D. Joaquín Sánchez Matamoros.
D. Enrique publicó un articulo titulado "REFORMAS A LA DINÁMICA SOCIAL" en el número 1 de la Revista "Nuevo Cauce" de fecha julio, agosto y septiembre de 1965, del que tomo lo siguiente:
"Al despuntar el siglo XX, nuestro maravilloso siglo, comenzaron a darse los primeros pasos inciertos, pero estupendos, para desbrozar el camino desconocido de lo que ya desde hoy se llama certeramente la Era Atómica, cuando con las teorías del Quantum (1901) y de la Relatividad (1905) empezó la nueva civilización que sustituirán forzosamente, tarde o temprano, durante un tiempo incalculable por ahora, a la civilización occidental y a la cultura sentenciadas a muerte por sus enterradores egregios, así llama Sorokin a Danilevsky, Spengler, Toynbee, Northrop, Schubart y otros".
"Sin embargo, otros hombres - cuyos dictámenes coincidentes en muchos aspectos importantísimos recrean pulcramente la vieja filosofía de la historia - aunque nos han informado en mas de una ocasión memorable acerca del próximo fin de los dos mil 500 años de cultura occidental, no quisieron o no pudieron anunciar que hemos vivido, sin advertirlo, durante esta primera mitad de nuestro siglo, los primeros cincuenta años asombrosos de la nueva época, acaso la mas fecunda de la humanidad o la mas erizada de peligros inconcebibles, al hacerse los hombres dueños de las fuerzas cósmicas, sin haber aprendido previamente a existir como dioses".
"Entre muchos aciertos contenidos en las reflexiones de estos nuevos filósofos de la historia, figura el de oponerse a las exigencias lineales de otros pensadores - sociólogos, economistas y demás investigadores de las ciencias sociales - que, obsesionados por sus leyes eternas de la evolución y del progreso, han venido sosteniendo, contra viento y marea, una concepciòn ciclolineal de los procesos socioculturales, como resultado de doctrinas estrechas y desacreditadas del racionalismo y del humanismo de los siglos XVIII y XIX. Danilevsky, Spengler y Toybee, al adentrarse en los vericuetos de la dinámica social, atribuyeron a éstos un cambio cíclico organista, descritas sus fases como infancia, madurez, senectud y muerte. Convienen, desde sus respectivos puntos de vista, en considerar a nuestro tiempo como el fin de la cultura occidental. Otros filósofos de la historia, Northrop, Schubart y Sorokin, aunque no hablan de ciclos organistas de las civilizaciones sino de sucesión de prototipos y de supersistemas culturales - siempre en oposición a la desorbitada interpretación lineal de que se glorían los fanáticos del progreso y de la evolución - coinciden con los otros pensadores en que asistimos, querámoslo o no, o la extinción del periodo creativo y prospero de la cultura de nuestro mundo occidental".
"Y asistir a dicha extinción, declinación o decadencia de las etapas fecundas de la cultura occidental quiere decir que somos testigos obligados de los cambios, apocalípticamente descritos por todos esos escritores al diagnosticar los males causantes de la terrible crisis social porque atraviesan los hombres de todas las latitudes...".
Por: José León Robles de la Torre
