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Personajes en la historia de méxico

RECORDANDO A ESCRITORES DE COAHUILA Y ZACATECAS. NUM. 30

El Señor D. Agustín Isunza A. publicó un artículo titulado "RECUERDOS DE JESÚS FLORES AGUIRRE", en la Revista "Nuevo Cauce", de fecha junio de 1966, y en parte dice lo siguiente:

"Era Jesús Flores Aguirre uno de nuestros mayores en las letras coahuilenses. Sus opiniones, sus consejos, su charla amena, sustanciosa, significaba cuestiones de indeclinable interés. Lo traté poco, a pesar de que entre él y yo, según entiendo, existía cierto lazo de parentesco".

"El primer contacto espiritual que con él tuve, fue por la lectura de uno de sus artículos en la Revista El Ateneo, cuyo título explicaba, por sí solo, su contenido: VASCONCELOS EL EXTRAVAGANTE. El tema me sirvió de inspiración para elaborar uno de mis primeros escritos juveniles, intitulado: ¿Qué significa el lema de la Universidad?, publicado también en la citada revista estudiantil. Le agradó a Flores Aguirre mi trabajo, y cuando más tarde lo saludé en México, me obsequió su libro de poemas "Soledad y estío", con una dedicatoria afectuosa".

"...Las palabras de Jesús me animaron. Sin embargo, no salí de mi silencio hasta la publicación de mi librito Ateneo de mis mocedades, a partir del cual considero mis comienzos en la escritura, no conoció Flores Aguirre esta obrita, pues por una u otra razón, omitió enviársela a La Habana, donde él radicaba en pleno ejercicio de sus labores diplomáticas".

"De la Embajada de Perú, pasó Flores Aguirre a la Argentina, donde le tributaron bonitos y merecidos homenajes comparándolo con el poeta Leopoldo Lugones, manifestando que el uno por México y el otro por la Argentina simbolizaban la unión y la hermandad de los pueblos hispanoamericanos. De la Argentina pasó a la embajada de Washington. Desde allá envió una defensa enérgica y valiente, publicada en el periódico El Nacional y reproducida en El Diario de Saltillo, a favor de nuestro inolvidable Maestro, Don José García Rodríguez, cuya limpia memoria acababa de sufrir injustos ataques de Don Artemio de Valle Arizpe. Finalmente, se estableció en La Habana. En todas esas ciudades, su producción poética fue fecunda y valiosa. La nostalgia de su patria vibraba en sus versos intensos, delicados. En La Habana, colaboraba con magníficos escritos en la Revista LA MARINA. Algunos de esos trabajos se produjeron en periódicos de la capital mexicana; sin olvidar el contacto espiritual con su amada provincia, enviaba colaboración esporádica a diversos periódicos locales".

"En la conferencia que pronunció José Rodríguez Garza, en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de Bellas Artes en la Ciudad de México, el 27 de julio de 1961, titulada LAS LETRAS EN PROVINCIA, mencionó entre los valores de Coahuila, a Jesús Flores Aguirre. Entre otros conceptos dijo: "Flores Aguirre, que actualmente como Nervo y otros grandes valores de la poesía iberoamericana, ha seguido la carrera diplomática, dice su mensaje con sinceridad; empezó a escribir a los 16 años en el Ateneo y publicó en 1925 su primer libro, HORIZONTES GRISES, algunos años después Ruda labor y otros poemas, de la Tierra, del Agua y del Viento, Romance del Viejo Perú, publicado en Lima en 1948, y México Esdrújulo, en Buenos Aires en 1952. Nadie como él ha cantado con tanta emotividad a su tierra natal, pedagogo supremo en el que hace eterno el afán de penetrar el porqué de las cosas". Yo hubiera agregado que, a Flores Aguirre, le habría bastado su poema, COMO UN CLARO ROMANCE, el más hermoso canto dedicado al Ateneo Fuente, para inmortalizar su nombre entre los coahuilenses".

"...Era el 26 de agosto de 1961. Mientras caminaba por una céntrica arteria metropolitana, percibí a cierta distancia el rostro de Flores Aguirre. Era su fotografía en la primera plana de un diario de la mañana. En la parte superior, con letras grandes, venía la noticia fatal: "El Diplomático Mexicano, Jesús Flores Aguirre, Asesinado en la Habana". ¡Cómo! No puede ser, pensé...

"La noticia cundió con la rapidez del viento en toda la colonia coahuilense radicada en la capital. Al día siguiente, todos nos dimos cita en el aeropuerto a recibir los restos mortales del que fuera gran poeta y amigo. Cuando el ataúd de fina madera, color vino, pasó ante la multitud de paisanos que hacíamos fila, yo elevé al Ser Supremo una plegaria".

  Por: José León Robles de la Torre

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