RECORDANDO A ESCRITORES DE COAHUILA Y ZACATECAS. No. 39RECORDANDO A ESCRITORES DE COAHUILA Y ZACATECAS. No. 39
Don Joaquín Sánchez Matamoros publicó en la revista Nuevo Cauce número 4 de octubre de 1966, un artículo titulado: "LOS ILUSTRES DESCONOCIDOS", como sigue:
"EL PORDIOSERO: En la Estación Ferroviaria de Bruselas, en Bélgica, un viajero, polvoriento, desaliñado y pobremente vestido, con un instrumento musical bajo el brazo, descendió del tren y entró en un cafetín. - Aquí no se permite tocar - le dijeron - ni hacer colectas".
"- Sólo deseo hablar por teléfono -, respondió el desconocido. Y descolgando el auricular, pidió que lo pusieran en comunicación directa con su Majestad, la Reina, en el Castillo de Laeken".
"Los clientes y el camarero se quedaron atónitos. Aquel individuo, con trazas de pordiosero, pretendía nada menos que hablar con la Reina: El propietario del cafetín salió rápidamente al andén para llamar a la policía, temeroso de que el loco provocase un desaguisado".
"Y pronto regresó acompañado de dos oficiales y una ambulancia. Uno de los policías, al ver al extraño viajero, con su blanca melena alborotada, su pipa inconfundible y su violín bajo el brazo, lo reconoció al punto".
"No hay cuidado - exclamó -. No vamos a necesitar la ambulancia".
"Dentro de unos minutos llegará la carroza personal de su Majestad, la Reina, para llevárselo al Castillo. Es el sabio más grande del universo".
"Y acercándose al viajero, le preguntó: ¿Puedo servirle en algo señor EINSTEIN?".
EL INDITO:
"Cuando Napoleón invadió España, un hombrecillo en cuyo rostro moreno se acusaban inconfundibles rasgos indígenas, huyó a Italia y de allí a Suiza".
"Al llegar a Ginebra, final de su odisea, el fugitivo estaba en la más completa miseria, desarrapado y hambriento".
"Se dirigió a la Universidad Ginebrina para pedir techo y comida, solicitando hablar con el gran sabio Agustín Pyramus de Candolle".
"El Bedel miró despreciativamente al indito y le hizo saber, fríamente, que el ilustre hombre de ciencia acababa de iniciar su cátedra y no debía ser molestado".
"El indígena se resignó a la espera. Pero mientras aguardaba, llegó a sus oídos la voz de De Candolle que, en un salón inmediato, hablaba de la flora de los Alpes. Se aproximó al aula y desde la puerta estuvo escuchando la soberbia exposición científica".
"De Candolle, que en esos momentos explicaba a sus alumnos que un sabio radicado en España era el más grande experto del mundo en aquella flora alpina, de pronto interrumpió su docta disertación de su mirada, advirtieron al indio, cuya chispeante mirada abarcaba al auditorio".
"Maestro - gritó De Candolle - pase usted, hágame favor de pasar y dirigiéndose a los alumnos, agregó: Este hombre es el sabio de quien les hablaba. Este es el gran experto de la flora de los Alpes. Yo lo hacía en España. Pero ya que tenemos la dicha de que se halle entre nosotros, voy a cederle mi cátedra. En ningunas manos estará mejor que en las de este Ilustre mexicano: Don José Mociño".
EL LEGO:
"En el aeropuerto de Lisboa, durante el invierno de 1940, aterrizó el avión que venía de la bombardeada Londres, de paso para Nueva York".
"Entre los pasajeros venía uno, pequeño de estatura, calvo y canoso, que abrazaba amorosamente una maleta negra, como si en ella llevase un tesoro incalculable".
"¿Qué lleva usted en su equipaje? Le preguntó el aduanero. Sólo moscas, señor. ¿Moscas?, abierta la maleta se vio que contenía multitud de frascos taponados con algodón y en cuyo interior bullía una cantidad fantástica de moscas".
"El desconfiado aduanero buscó y rebuscó en los frascos, en los algodones, en los forros de la maleta. Como las explicaciones del hombrecillo respecto de que él era un biólogo dedicado al estudio de la genética y de que no ocultaba ningún contrabando, no convencían al adusto funcionario, optó por proponerle que llamase a una universidad o a un instituto de Biología y les pidiese su opinión al respecto".
"Así lo hizo el aduanero. Llamó por teléfono a la Universidad de Coimbra, les explicó el caso y preguntó si los señores catedráticos conocían por casualidad a un tal Muller":
"¿Dice usted que se llama Muller y que lleva moscas? Gran Dios, ¿y por qué no nos avisaron que pasaría por Lisboa? Hubiéramos en masa a saludarlo. Mire, mire señor, se trata de un sabio eminente que ha estremecido al mundo científico con su descubrimiento de que las radiaciones con Rayos X producen mutaciones, pequeños cambios en la herencia...".