NECESIDAD DE UN NUEVO RUMBONECESIDAD DE UN NUEVO RUMBO
La globalización es una realidad que ha convertido al mundo en una pequeña aldea, creando al mismo tiempo problemas mundiales y requiriendo soluciones al mismo nivel. El Tratado comercial entre México y Estados Unidos del que tanto se está hablando estos días en todos los medios, requiere también ser considerado desde la necesidad de una transformación radical del sistema socioeconómico actual. La problemática de los salarios bajos "para ser competitivos", es analizada sólo desde esa limitada visión capitalista que basa la economía en las ganancias, sin tomar en cuenta la situación crítica mundial, en la que la destrucción de la ecología es sólo la expresión superficial de una profunda descomposición de las relaciones entre los pueblos.
Así como en el rico México con muchos pobres, se necesita crecer distribuyendo mejor, así la relación con nuestros países vecinos no se debe basar en la desigualdad.
La "competitividad" considera una desventaja aumentar los sueldos. Ganar poco hace que las compañías transnacionales decidan producir en nuestro país; por el contrario, exigir aumentar el salario, haría huir a los inversionistas que simplemente cambiarían de país para seguir explotando a otros, pagando sueldos de hambre, consumiendo los recursos de esos países, contaminando su entorno, desentendiéndose de problemas de justicia laboral, asistencia social y demás exigencias que todo trabajador en cualquier parte del mundo debería tener. El sistema de libre mercado basado en el dinero, produce ganancias millonarias a esas compañías.
Hacer tratos desde este sistema, consiste simplemente en ofrecer a un país consumista la oportunidad de seguir explotando. México es quien pague un alto precio por la contaminación, la explotación de recursos y la esclavitud de su población, mientras que los estadounidenses reciben productos cada vez más baratos, y se atiborran de "productos de ricos" a precios bajos, sin percatarse que en realidad el costo es mucho más alto que el precio que pagan por ellos.
Obligados por las reglas de un sistema injusto que hacen creer que es el único que existe, se someten a él buscando obtener los menores daños, y lo "celebran brindando con un tequilita". La población manipulada mediáticamente, también celebra tener al menos trabajo, aunque se esclaviza con sueldos miserables y condiciones de trabajo inapropiadas.
Ante esta riqueza material, ecológica y cultural del México, el país ha creído que puede haber un nuevo rumbo, que consiste en la construcción de nuevas relaciones sociales, nuevas subjetividades y conductas reformuladas, que logren la utopía, o si se quiere en términos religiosos, la construcción del reino. Esta transformación va a venir desde la transformación de las relaciones sociales en el presente, para crear un nuevo sujeto social, que opere con una lógica diferente a la dominante, reflejando desde ahora la sociedad que se quiere construir. El cambio exige transformaciones radicales que sólo pueden venir de acciones conjuntas.
¿Estamos hablando de cambiar desde las relaciones interpersonales básicas todo un sistema imperante mundialmente? ¿No es luchar contra Molinos de Viento? ¿Es posible? Reconociendo que la labor es titánica, sin embargo, la alternativa es la injusticia, el dolor, la destrucción y la muerte. Además, el sistema neoliberal es irracional, insostenible, suicida, está al límite y ha creado tanta insatisfacción que cada vez son más quienes están dispuestos a participar. Los trabajadores necesitan prácticas que formen su subjetividad, interioricen nuevas ideas y generen prácticas renovadas, escalándolas y entrelazándolas para poder llegar a constituir un sistema diferente.
La posición estratégica de México al lado del país representante de la economía capitalista, su importancia en el concierto internacional, la fuerza de su cultura enriquecida con valores sorprendentemente valiosos y la dinámica postelectoral que contiene grandes dosis de participación ciudadana, exigen un liderazgo que no sólo promueva el bienestar social y el respeto a los derechos fundamentales de la vida y la familia, sino que nos lance a esa necesaria transformación. Reducir las transformaciones a simple legislación de leyes anti-vida y anti-familia, como algunos ya lo están insinuando, sería renunciar a un liderazgo de transformación de repercusiones mundiales, sería rehuir a la responsabilidad que la coyuntura histórica ofrece, sería dividir en forma extraordinariamente fuerte a la sociedad y confrontarla en discusiones, protestas, manifestaciones y movimientos, en vez de hacer la transformación que el mundo anhela. Los contrapesos en los poderes nacionales ya no estará en las cámaras legislativas, pero sí en las organizaciones de la sociedad que están más que dispuestas a dar la batalla si es necesario (y que ya han dado muestras de su poder), pero que pueden también ser la fuerza de transformación del nuevo modelo económico que rechace los valores fundamentales del capitalismo: la acumulación, la competencia y el dinero como la medida del éxito.
Las mal llamadas "ventajas competitivas" de este modelo (contención de salarios, precarización del empleo y desvalorización del trabajo de manera sistemática) produjeron bajo crecimiento económico, empleo precario y salarios devaluados que convirtieron a nuestra economía (independientemente de lo que digan los informes del gobierno) en una fábrica interminable de pobres y una sociedad con grandes desigualdades. Es evidente la necesidad de un cambio profundo; un viraje fundamental que al modificar el modelo económico promocione el empleo, los salarios, la economía solidaria y el trabajo digno.
México cuenta con las ideas y con los recursos necesarios para imponer un giro a la realidad nacional. Se necesita construir las grandes coaliciones sociales, políticas y culturales que empujen a acuerdos y consensos nacionales sobre el rumbo a seguir para vivir una sociedad distinta y mucho mejor. ¿Estamos dispuestos a hacer esa transformación?
