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II JORNADA MUNDIAL DE LOS POBRES

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El domingo pasado, la Iglesia en todo el mundo celebró la II Jornada Mundial de los Pobres. El Papa quiso que cada año se celebre esta jornada para que cada católico se interrogue sobre cómo ayuda a las personas necesitadas. No sólo debemos dar limosnas o abrazar. "Hay que tocar la carne de Cristo por medio de expresiones concretas". El Papa espera que con esta celebración se ayude a las personas a mirar con ojos nuevos las diversas formas de pobreza que existen en el mundo y que cada uno ponga su grano de arena para aliviarla.

El Papa marca un procedimiento en tres pasos que pide: a) que el grito de los pobres que Dios escucha también lo escuchemos todos, b) que respondamos a él no sólo con asistencia, sino con "atención amante" y c) que reconociendo que la situación es generada por el egoísmo, el orgullo, la avaricia y la injusticia, es fundamental realizar acciones que liberen de todos estos males rompiendo esas cadenas con la acción de Dios en cada uno de nosotros.

Con este motivo, los obispos mexicanos, por medio de la comisión encargada de las problemáticas sociales, nos hacen ver los rostros de los pobres de nuestro país: los indígenas, los que sufren calamidades naturales, los trabajadores, los presos, los enfermos y los emigrantes, analizando también los aspectos estructurales, de injusticia, de violencia y de política que son en gran medida generadores de pobreza. Veamos solamente en este espacio lo relacionado con las situaciones de emergencia en calamidades naturales y sociales.

A causa de la pobreza, muchos mexicanos se vuelven vulnerables y viven una segunda victimización y tiene efectos desproporcionados. En el campo, en la ciudad y entre los hermanos de pueblos originarios, han surgido nuevas formas de empobrecimiento, de marginación y de exclusión.

Hoy, se habla de 53.4 millones de mexicanos viviendo en la pobreza, de los cuales, 9.4 millones viven en pobreza extrema, según el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval).

Las consecuencias sociales de la pobreza en nuestro país son numerosas y tienen que ver con temas como la deserción estudiantil, que lleva a su vez al empleo infantil o bien, la desigualdad de género; las mujeres son más propensas a vivir en pobreza que los hombres. En el tema económico, la pobreza repercute (como en todos los países del tercer mundo) en la tasa de desempleo y en el auge de la delincuencia, dada la imposibilidad de mantener a los jóvenes en un sistema educativo que refuerce los valores del orden y el trabajo. Ello a menudo conduce a la incapacidad de consumo y al agrandamiento de las diferencias entre los modelos de consumo de las clases sociales medias, altas y bajas. Éstas sólo por mencionar algunas causas que originan esta espiral de pobreza.

Cada cristiano y cada comunidad están llamados a ser instrumentos de Dios para la liberación y promoción de los pobres, de manera que puedan integrarse plenamente en la sociedad; esto supone que seamos dóciles y atentos para escuchar el clamor del pobre y socorrerlos.

Tenemos que aprender a estar con los pobres. No nos llenemos la boca con hermosas palabras sobre los pobres. Acerquémonos a ellos, mirémosles a los ojos, escuchémosles. Los pobres son para nosotros una ocasión concreta de encontrar al mismo Cristo, de tocar la carne que sufre. En efecto, como lo ha referido el Papa Francisco en su Carta Encíclica Lumen Fidei: "Al hombre que sufre, Dios no le da un razonamiento que explique todo, sino que le responde con una presencia que le acompaña, con una historia de bien que se une a toda historia de sufrimiento para abrir en ella un resquicio de luz".

La Exhortación Pastoral "Que en Cristo nuestra paz México tenga vida digna", nos propone en su número 218 inciso L, que todos los organismos de ayuda para la superación de la pobreza deben incentivar la asistencia social en los casos de emergencia, o sea, en los que la vida está en peligro, sin olvidar que las políticas asistencialistas están en el origen de muchos fracasos en la ayuda a los pobres. El verdadero proyecto, a mediano y largo plazo, consiste en intervenir en la formación de personas y en desarrollar de manera integrada una cultura de la iniciativa de construcción de paz.

La construcción de paz debe contemplar la superación de la pobreza como pieza elemental sobre la que se edifica una sociedad justa y fraterna; esto incluye ayudar a las personas que por su pobreza extrema son obligados a vivir en zonas de alta vulnerabilidad: al margen de los ríos, en las faldas de las montañas, en zonas taladas con alto riesgo de deslaves e inundaciones.

Esto nos llama a un desafío urgente para proteger nuestra casa común, que incluye la preocupación de unir a toda la familia humana en la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral, pues sabemos que las cosas pueden cambiar y debemos cambiar; recordemos las palabras del ex secretario general de la ONU, Kofi Annan. "Salvaguardar el medio ambiente… Es un principio rector de todo nuestro trabajo en el apoyo del desarrollo sostenible; es un componente esencial en la erradicación de la pobreza y uno de los cimientos de la paz".

Podemos concluir finalmente, que en una emergencia ambiental, lo que mata realmente a las personas es la pobreza, no las fuerzas de la naturaleza, y que si luchamos para erradicar la pobreza, estamos salvando millones de vidas, que de otra forma quedan expuestas a un desastre, y esto es construcción de paz.

(Tomado de: Conferencia del Episcopado Mexicano, Comisión Episcopal para la Pastoral social, II Jornada Mundial de los Pobres, 2 de noviembre de 2018).

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