Siglo Nuevo

Se buscan públicos

El FICG y el cine de los pocos

Conjunto de Artes Escénicas, Universidad de Guadalajara. Foto: FICG/Gonzalo García

Conjunto de Artes Escénicas, Universidad de Guadalajara. Foto: FICG/Gonzalo García

SAÚL RODRÍGUEZ

La cinematografía mexicana vive su etapa más productiva desde la Época de Oro. Encuentros como el Festival Internacional de Cine en Guadalajara hacen de referentes para analizar el presente y anticipar el futuro de la industria nacional. El Imcine se ha convertido en el sostén fundamental del séptimo arte para el país y sus festivales. El apoyo gubernamental, sin embargo, no salva a los cineastas locales de los mayores obstáculos: la distribución y exhibición de sus productos en las salas comerciales.

Un pueblo sin cine es un pueblo sin alma — José Carlos Ruiz

El cine llegó a la capital jalisciense a fines del siglo XIX de la mano del quinetoscopio, que después fue sustituido por el vitascopio y el cinematógrafo. Tras su éxito como espectáculo, empresarios locales apostaron por el naciente negocio: montaron carpas en la ciudad y proyectaron películas dando lugar a espacios de convivencia y esparcimiento social.

A principios del siglo XX ya se hacían filmaciones en esa entidad, no tardó en convertirse en un punto estratégico para la industrial nacional.

La Perla Tapatía tuvo su auge en los años veinte. Según Patricia Torres San Martín, investigadora de la Universidad de Guadalajara, la influencia de la pantalla grande no quedó solamente en espectáculo. El arte cinematográfico generó un cambio social en la comunidad, fue agente de transformación, incidió en las costumbres y mentalidades ciudadanas. En el plano social, por ejemplo, los espacios destinados a la exhibición generaron interacción entre las distintas castas de la urbe.

Cuando llegaron los filmes sonoros, en 1927, el cine ya era un elemento cotidiano en la vida de los tapatíos.

Una vez concluida la Época de Oro, el cine nacional, que llegó a ser la cuarta industria más importante por su contribución al Producto Interno Bruto, entró en una crisis de calidad en las décadas de los sesenta y setenta. El Estado cedió el timón a las productoras privadas y éstas enfocaron su contenido hacia un publico menos exigente. Así llegaron al primer plano de las cámaras las ficheras, los chascarrillos cómico-eróticos, narcotraficantes y pistoleros con déficit cualitativo.

Al mismo tiempo, en jaliscienses tierras, se gestó un oleaje de creadores independientes. Diego Zavala, investigador del Instituto Tecnológico de Monterrey Campus Guadalajara, comenta que personajes como Ana María Méyer o la ya mencionada Patricia Torres, organizaron clubes de cine que albergaron los primeros talleres de séptimo arte en la localidad. A las clases acudieron cineastas como Guillermo del Toro o Rigoberto Mora.

En 1983 nació el Instituto Mexicano de Cinematografía (Imcine) y en 1986 se creó la Muestra de Cine Mexicano en Guadalajara de la mano del cineasta Jaime Humberto Hermosillo y con el apoyo de autoridades universitarias: “La idea era mostrar películas mexicanas porque no llegaban a las salas. En realidad era una necesidad de mercado interno”, recalca Zavala.

Sus organizadores querían replicar lo sucedido durante la primera mitad del siglo XX en Guadalajara, llevar a los cinéfilos a los espacios públicos de la ciudad. Consiguieron el objetivo. Los tapatíos retomaron la cercanía como no sucedía desde la década de los cincuenta. No es raro pues, que Jalisco sea la segunda demarcación del país, sólo por debajo de la Ciudad de México, que más invierte en producción fílmica.

/media/top5/SNcoverFICG2.jpg

Foto: FICG / Paula Islas

EL FESTIVAL

A partir de 1994, con la implementación del Tratado Libre de Comercio de América del Norte (TLCAN), la cinematografía nacional renovó sus votos con la crisis económica y se redujo drásticamente la producción de cintas, se llegaron a generar menos de una decena al año. Tan sólo en la década previa el promedio había sido de 90 estrenos anuales.

Esto afectó tanto a la parte creativa del cine como a las propias salas de exhibición que no formaban parte del gremio de las cadenas comerciales.

Raúl Chávez Correa, por esos días delegado de la Cámara Nacional de la Industria Cinematográfica (Canacine) en Jalisco, atribuyó las nuevas vacas flacas a factores como la baja en la calidad de los largometrajes, la pésima distribución de copias, así como a impuestos excesivos, altos costos de operación ocasionados por instalaciones descuidadas y el mal funcionamiento de las salas, de los pocos espacios donde podía ser visto el cine mexicano. Tampoco debe olvidarse el arribo en avalancha de producciones hollywoodenses que se adueñaron del mercado. El cine mexicano experimentó una perdida de público.

Otro factor a considerar, de acuerdo con lo expuesto por Mercedes Sánchez Alegre, investigadora del ITESO, es que el producto nacional no abogara por la participación del espectador; el séptimo arte que se quedó con las salas, el extranjero, fue abordado por el público más como un producto de consumo que como un aliciente cultural.

En los años oscuros, las escasas citas con cartelera hecha en el país lucharon por mantenerse. La Muestra Nacional de Cine Mexicano en Guadalajara, si bien ya gozaba de un poder de convocatoria y había estrenado óperas primas como Cronos (1993) del hoy oscarizado Guillermo del Toro, tuvo años como 1997, en el que sólo logró exhibir 10 películas, la totalidad de la producción nacional de ese año.

El inicio del siglo XXI trajo consigo cintas como Amores Perros (2000) de Alejandro González Iñarritú o Y tú mamá también (2001) de Alfonso Cuarón, banderazos de un nuevo auge, de una cinematografía de calidad. Cineastas mexicanos se posicionaron bajo los reflectores internacionales.

Eso no evitó que en 2003 el gobierno de Vicente Fox pretendiera deshacerse de un patrimonio en el que consideraba innecesario invertir. Entre las estructuras estatales en la mira de la desaparición o venta de activos estaban el Imcine, el Centro de Capacitación Cinematográfica y los Estudios Churubusco. La iniciativa consiguió un rotundo rechazo que desalentó su aprobación en el Congreso de la Unión.

En 2005, con la continuidad del desinterés federal por apoyar al cine patrio, los organizadores de la muestra tapatía decidieron subir la categoría de la cita al rango de festival internacional y así abrir su campo de acción a la región de Iberoamérica. Trabajaron la proyección internacional del programa y la creación de nuevos públicos. Así nació el Festival Internacional de Cine en Guadalajara (FICG).

/media/top5/SNcoverFICG3.jpg

Fotograma Amores perros, 2000. Foto: Archivo Siglo Nuevo

TRUJILLO BOLIO

La relevancia del FICG se atribuye, en mayor parte, a su presidente Raúl Padilla López. también director de la Feria Internacional del Libro, figura influyente de la Universidad de Guadalajara, tanto que el periodista Sergio Aguayo Quezada llegó a decir que Padilla era a la casa de estudios lo que Elba Esther Gordillo a la educación básica.

En segundo lugar, se destaca la reciente gestión a cargo de Iván Trujillo Bolio, director del FICG.

El foro se celebra en marzo y no tiene sencillo acaparar miradas ya que festivales como Cannes, Berlín o los Premios Óscar también se programan para principios de año.

El investigador Diego Zavala recalca que es difícil integrar una oferta con estrenos internacionales, porque los cineastas suelen apuntar hacia las justas grandes; sin embargo, en Guadalajara han conseguido ganarse el respeto iberoamericano.

Comparado con el de Guanajuato o el de Morelia, el festival jalisciense tiene la desventaja de desarrollarse en una ciudad muy grande, esto significa que su trazado no da preferencia a los peatones. A eso se suma que la sede principal está alejada del mayor corredor turístico de la urbe. Atraer al público a las funciones y actividades pues, gana complejidad.

Trujillo Bolio explica que cuando llegó al festival (2010) éste ya contaba con un prestigio de más de un cuarto de siglo. El hoy director se familiarizó con el encuentro desde sus primeras ediciones, en aquellos días dirigía la filmoteca de la UNAM.

Desde el inicio de su gestión buscó revertir un par de cuestiones: el público tapatío no sentía como suyo el festival y los artistas invitados mostraban cierta apatía.

Tomó la decisión de mudar la sede principal del FICG a la Expo Guadalajara, es decir, a las mismas instalaciones donde se desarrolla la FIL, más reconocidas por la ciudadanía como un espacio público. De ahí pasó al moderno Centro de Artes Escénicas en Zapopan, siguiendo el ejemplo de Berlín y Toronto que, siendo grandes urbes, alojan sus reuniones de cinéfilos en inmuebles funcionales.

El festival, explica el director, es un escaparate para el cine mexicano e iberoamericano. Comenta que si bien el nivel de producción en la región es bueno, muchas veces resulta suficiente para alcanzar las carteleras comerciales: “No se consume tanto cine iberoamericano porque no hay espacios en las salas. Los espacios están cortados por el cine hollywoodense. Además, la gente no tiene el hábito de ver cine iberoamericano, todavía algunos lo consideran de mala calidad”.

Trujillo Bolio, biólogo de profesión, comparte que la trigésimo tercera edición del FICG, celebrada en marzo pasado, tuvo un coste total de 52 millones de pesos. El 25 por ciento fue aportado por la Universidad de Guadalajara, otra cuarta parte la puso la administración federal a través de la Secretaría de Cultura y el Imcine, un 35 por ciento lo facilitaron los ayuntamientos de Guadalajara, Zapopan, Tlaquepaque y el gobierno jalisciense; el 15 por ciento restante fue generado por el mismo festival mediante la venta de boletos y de espacios durante la celebración, además de patrocinios e inversión privada.

Con datos como esos se confirma que el cine nacional, los festivales y toda actividad relacionada no puede sobrevivir sin el apoyo gubernamental.

/media/top5/SNcoverFICG4.jpg

Exposició n El Cine es fantá stico. Foto: FICG/Julio López

INVERSIÓN

En la pasada edición del FICG, Jorge Sánchez, director del Imcine, brindó una explicación sobre los programas existentes para financiar proyectos, así como estadísticas sobre la condición actual de la cinematografía mexicana y los apoyos económicos dispuestos para el año en curso.

Según datos de la dependencia oficial, en 2017 se filmaron 176 películas en territorio nacional, para un crecimiento de más del 250 por ciento en la producción local en la última década. De ese total, 88 cintas lograron ser estrenadas y apenas tres fueron proyectadas en más de mil pantallas. La más vista fue Hazlo como hombre (2017), del chileno Nicolás López, con 4.3 millones de espectadores.

Pese al buen momento que viven los montajes nacionales, en la lista de las más taquilleras de 2017, en las cadenas de salas de cine comerciales, no hubo ninguna producción mexicana. El Imcine trata de echar mano de foros distintos, especialmente en el circuito de festivales. En la última edición del FICG, el instituto colocó 19 obras entre largometrajes, cortometrajes, documentales y animación, rodadas con estímulos gubernamentales. Un 72 por ciento de los títulos seleccionados al Premio Mezcal (mayor galardón del festival) fueron realizados con fondos del Estado.

El año pasado el cine mexicano registró una asistencia de 22.4 millones de espectadores con boleto pagado, 24 por ciento menos que en 2016 (30.1 millones). No obstante, los cines recaudaron 16 mil 142 millones de pesos, la cifra más alta de los últimos años. De estas ganancias se generaron 3 mil 777 millones de pesos en impuestos.

Pese a que la presencia del cine mexicano en las salas comerciales ha aumentado en los últimos años, todavía es minoría respecto al número de propuestas norteamericanas que llegan al país. Para mejorar la participación del producto nacional, el Imcine, indicó Jorge Sánchez, inició negociaciones con las dos cadenas de exhibición que operan en territorio nacional y que son reguladas por la Cámara Nacional de la Industria Cinematográfica (Canacine). El directivo se sinceró y expresó que conseguir más funciones no es sencillo. El artículo 19 de la Ley Federal de Cinematografía señala que estas empresas están obligadas a reservar solamente un 10 por ciento de su programación a los rodajes locales.

/media/top5/SNcoverFICG5.jpg

Sede de la Federació n Iberoamericana de Academias de Cine (FIACINE) y de la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas (AMACC). Foto: Notimex

“Es una relación compleja. Estas entidades están asociadas con la Canacine, con quienes tenemos en puerta un evento que se llama Fiesta del Cine Mexicano en el que una serie de complejos va a presentar, durante una semana, cine nacional que se ha estrenado recientemente y que se considera que no tuvo la exposición suficiente en los horarios de la programación”, indicó Sánchez.

Al director le preguntaron por qué, hoy día, el cine mexicano cuenta con tanto apoyo del gobierno federal mientras el presupuesto de la Secretaria de Cultura se redujo en un 25 por ciento en el último lustro. Sánchez respondió que esto se debe a que en fondos específicos para la producción de cine no hubo recortes considerables. También subrayó el hecho de que los productores deben regresar regalías de las obras rodadas en asociación con el instituto. Gracias a esos recursos se ha conseguido mantener cierta estabilidad presupuestal.

“Cuando FIDECINE o FOPROCINE (fondos del IMCINE) apoyan una película, nos volvemos socios de la misma en la medida del porcentaje que representa lo que aportamos. Esto es algo en lo que hemos puesto empeño para tener claridad y transparencia con nuestros socios, para que podamos recibir las regalías que nos corresponden. Es así como se ha mantenido el dinero de los fondos”, explica.

Sánchez desglosó los estímulos que la dependencia a su cargo otorgará a la creación cinematográfica a lo largo de 2018. Primero debe señalarse que el Gobierno Federal, a través de la Secretaria de Cultura, asignó al instituto un presupuesto de 274 millones 272 mil 322 pesos. De este dinero, 41 millones 294 mil 331 pesos van al pago de sueldos y 56 millones 637 mil 610 pesos a gastos operativos. Los 174 millones 681 mil 211 pesos restantes vienen clasificados como transferencias, subsidios y otros apoyos. El 64 por ciento del presupuesto es canalizado a la producción y difusión cinematográfica nacional.

De la cartera de alicientes que la dependencia federal destinará a la creación en el presente año, destaca un estímulo de dos millones de pesos a filmes seleccionados por la Academia Mexicana de Artes y Ciencias Cinematográficas (AMACC) para competir en los premios Óscar a mejor película extranjera. Esto con el objetivo de que las producciones inviertan en su distribución y lleguen con fuerza al máximo certamen del mundo cinematográfico.

Un aliciente por una cantidad similar se dará a aquellos proyectos que hayan obtenido un premio en alguno de los 25 festivales internacionales en la lista del instituto cinematográfico. El recurso de esta categoría se enfoca a mejorar la distribución de la película en territorio nacional.

/media/top5/SNcoverFICG6.jpg

European Film Market. Foto: Lia Darjes

Otro apoyo destacado es por 15 mil dólares, sobre una reserva de 150 mil dólares anuales, para las cintas mexicanas que tengan contrato con alguna distribuidora extranjera. Esto da cabida a acuerdos de coproducción con otros países. Para 2018 se tienen establecidas sociedades con gente de Italia y Suiza. También hay opciones de alcanzar un arreglo con colaboradores de Bélgica, Israel, China y el fondo Eurimages de Francia.

Además, para el Mercado e Industria del Cine y el Audiovisual (MICA), un foro con maneras de eslabón para acceder a opciones internacionales de coproducción y financiación, se han confirmado alianzas con el European Film Market (mercado de distribución del Festival de Cine de Berlín) y el Sundance Institute.

Estímulo ya habitual en el panorama es el Eficine 189, contenido en el artículo 189 de la Ley del Impuesto Sobre la Renta, con sus créditos fiscales a los contribuyentes que aporten recursos para la producción de proyectos cinematográficos. Se inscribe en la declaración del ISR correspondiente al ejercicio fiscal durante el cual se desarrolló el proyecto.

Dos instrumentos capitales son el Fidecine y el Foprocine. El primero consiste en un fideicomiso cuyos fondos favorecen la producción, postproducción, distribución y exhibición de largometrajes. El otro se enfoca en respaldar sólo las etapas de producción y postproducción.

Desde 2013, 325 proyectos han sido estimulados por el artículo fiscal mientras 196 han sido beneficiados por el Foprocine y 43 con el Fidecine. El monto de los apoyos se asigna según la magnitud de la producción. Rodar una película en México cuesta en promedio, el dato es del Imcine, 24.8 millones de pesos.

Alejandro Andrade Pease (Ciudad de México, 1975), autor de Cuernavaca (2007), filme exhibido en el FICG, opinó que la aparición del fondo Eficine cambió a la industria fílmica nacional en la primera década del siglo XXI.

Gracias al 189, Andrade Pease consiguió terminar su cinta. Llevaba trabajando en ella cerca de ocho años, tres de ellos se le fueron en conseguir financiamiento. El apoyo estatal cubre sólo una parte del financiamiento de manera que el mayor reto para los cineastas es encontrar inversionistas en el sector privado. El director capitalino reunió 18 millones de pesos.

“Cuando terminamos la grabación vino otro momento muy complicado que es buscar distribuidor, buscar agentes de ventas, buscar festivales y ahí nos hemos aventado otro año más”, compartió.

En 2017, la cinta se exhibió en el Festival de Roma, relató, gracias a que Imcine tiene un departamento encargado de hacer difusión en citas extranjeras. “Te ayudan a enviar las películas y cuando vienen los programadores de los festivales grandes se las muestran. El comisionado de Roma vino, vio nuestra película, le gustó, se la llevó para allá y el comité decidió que fuera incluida”.

Cuernavaca fue aplaudida en la capital italiana.

/media/top5/SNcoverFICG7.jpg

Inauguración del 16º mercado de cine. Foto: FICG / Tonatiuh Figueroa

CUESTIÓN DE PERSPECTIVA

A pesar de su destacado papel como impulsor del cine mexicano (así lo han descrito Diego Luna, Arturo Ripstein, Natalia Beristáin, Alejandro Berger, Gerardo Gatica o Diego Quemada-Díez), la dependencia no escapa a las críticas.

En 2014, Rafael Fernández de Castro Sámano, en una colaboración para la revista Foreign Affairs Latinoamérica, opinó que si bien la intención del Estado es producir cada vez más películas, esto no garantiza que sean de calidad: “En vez de promover un campo más competitivo, el Gobierno Federal ha emprendido medidas que rayan en la caridad”. Afirma que para crear una industria competitiva es necesario comenzar a ver la cinematografía como un potente agente económico, como una ventana de proyección internacional para el país y no como un mero gasto.

Sus críticas apuntan a trabajos en el, a últimas fechas, sobreexplotado género de la comedia romántica. Se trata de filmes que, si bien han sido bien recibidos en taquilla y han generado puestos de trabajo como es el caso de Hazlo como hombre (que recibió recursos gracias al Eficine 189), no tienen sino un paso efímero por la escena y no generan un impacto social significativo.

Según Armando Casas, director de TV UNAM, esto se debe a que las exigencias del público mexicano van “de lo popular a lo exquisito”. La primera rama, la más taquillera, es aprovechada por los cineastas que tienen visión comercial y aspiran a generar éxito de audiencia para competir con Hollywood, por eso recurren a fórmulas probadas. La segunda, con un número mucho menor de espectadores, es abordada por un grupo de directores ávidos de materializar propuestas más arriesgadas.

Estos últimos son los que hacen posible que el cine mexicano sea reconocido a nivel internacional. En 2017, el Imcine registró 412 incursiones de películas locales en festivales extranjeros, de las cuales 103 significaron algún premio.

En la lista de filmes que han destacado fuera de las fronteras nacionales en la última década aparecen Post Tenebras Lux (2012) de Carlos Reygadas, premio a Mejor Director en el Festival de Cannes; Heli (2013) de Amat Escalante, que también triunfó la categoría de director en Cannes, y Club Sandwich (2013) de Fernando Eimbcke, Concha de Plata a Mejor Director del Festival de San Sebastián.

Para Narce Ruiz, catedrática de la Universidad Autónoma de Nuevo León, el público que acude a las salas comerciales en México busca un cine catártico que lo distraiga de su realidad, es decir, prefiere géneros como la comedia, la acción o la fantasía.

Ruiz recalca que, con base en ese criterio, el cine local, aunque haya sido premiado en citas internacionales, tiene escasas opciones de ser considerado en las carteleras de las cadenas más fuertes, ya que su intención no es comercial sino una manifestación artística. “Es normal que Post Tenebras Lux o Heli no conecten con muchos espectadores mexicanos, pero sí con la crítica europea que tiene otra perspectiva de lo que debe ser el cine”.

Las distribuidoras nacionales apuestan bajo por estos títulos que, en números fríos, no son rentables. En palabras de Ruiz: “El poderío económico de una industria que mueve tanto dinero como el entretenimiento, está en una dialéctica diferente a la propuesta artística”.

Puestos ante este panorama cabe resaltar la preocupación de estudiosos del celuloide por generar un público más crítico y exigente, requisito indispensable para propiciar una necesidad de propuestas menos obvias y por ende, un producción de mayor calidad comparada con la existente y que igualmente sea capaz de plantar su bandera en justas internacionales de renombre.

Iniciativas como un curso gratuito en línea de la UNAM, Usos didácticos del cine, diseñado por el doctor Mario Barro Hernández, buscan colocar a la cinematografía como un instrumento educativo.

Narce Ruiz, quien también es miembro del Festival Internacional de Cine de Monterrey y actualmente realiza un curso sobre festivales en Lituania, comentó que también debe ser visto, dado su potencial en ese ámbito, como un dispositivo formativo, pero que eso no sucederá hasta que, de la mano de la Secretaría de Educación Pública, se generen ciclos de largometrajes para diversas edades y situaciones psicosociales.

/media/top5/SNcoverFICG8.jpg

El director mexicano Guillermo del Toro en la última de sus conferencias en el Festival Internacional de Cine de Guadalajara. Foto: EFE/Carlos Zepeda

También señaló un beneficio social de los certámenes fílmicos: la diversidad de propuestas. “Los festivales, junto con los circuitos de cineclubs son las opciones más a mano que tienen espectadores cinéfilos de ver películas ‘no comerciales’. Me alegro de que acerquen al público ávido por opciones que de otra forma no podrían ver”, puntualizó.

Ruiz recalca que organizadores de festivales alrededor del mundo coinciden en lo maravilloso que es el séptimo arte a la mexicana. “Nuestro cine es bueno, pero somos muy malinchistas y dados a la crítica. Hay que apoyar lo nuestro y no sólo ver esos taquillazos como algo malo. Si Hazlo como hombre es la más taquillera, crea puestos de trabajo y hace que la gente vaya al cine, bienvenida. Ese no es el cine mexicano que se ve en el extranjero”.

Foros como el FICG, además de proyecciones, ofrecen discutir temas fundamentales para la industria local, recibir novedades de Iberoamérica y otorgar estímulos económicos como el Premio Mezcal.

“Tiene (el FICG) una importante función en un marco donde la exhibición y la distribución son muy complicadas”, comenta Alejandro Andrade Pease.

De la mano de la vitrina tapatía, una de las alternativas ante los retos de consideración puestos en el camino del cine patrio, llegan a las nuevas generaciones de cineastas las palabras de figuras como Guillermo del Toro, quien en una de sus clases magistrales aseveró que “El instrumento de aprendizaje más cabrón que hay es el fracaso, y darte de topes contra una pared, porque te enseña los límites y te enseña a querer romperlos”.

Twitter: @BeatsoulRdz

Leer más de Siglo Nuevo

Escrito en:

Comentar esta noticia -

Noticias relacionadas

Siglo Plus

+ Más leídas de Siglo Nuevo

LECTURAS ANTERIORES

Fotografías más vistas

Videos más vistos semana

Conjunto de Artes Escénicas, Universidad de Guadalajara. Foto: FICG/Gonzalo García

Clasificados

ID: 1448310

elsiglo.mx