Un voto por nosotros
Si un hombre ignorante y poco pulido es un desastre en sí, muchos hombres ignorantes y poco pulidos puestos juntos a actuar, pueden ser una verdadera catástrofe.
Ya estuvo bien de campañas tan vacuas como costosas. Ahora lo que toca es relajarnos y esperar a los Santos Reyes que llegarán mañana con sus costales copeteados de promesas. Como los mexicanos no hemos perdido la inocencia, esperamos ilusionados la paz, honestidad y transparencia; la riqueza, la prosperidad y la república de amor que nos han prometido. Ojalá no recibamos el pedazo de carbón que nos corresponde por inocentes.
“Todos los pueblos tienen el gobierno que se merecen”, dijo Joseph de Maistre (1753-1821), pero como todo se puede mejorar, años más tarde André Malraux (1901-1976) introdujo una modificación afirmando que “no es que los pueblos tengan los gobiernos que se merecen sino que la gente tiene los gobernantes que se le parecen”. Es más fácil integrar a aquel que se nos parece que a aquel que es diferente.
Si consideramos que el 6.8 por ciento de los mexicanos es analfabeto y todavía en el 2016 apenas el 17 por ciento de nuestros jóvenes alcanzó la educación superior, resulta natural que nuestra gente, la cual ha padecido durante tantos años tan elemental nivel de educación, se identifique con un candidato que ha sabido capitalizar a su favor la ignorancia y la pobreza de lo que el llama “su” pueblo.
Si un hombre ignorante y poco pulido es un desastre en sí, muchos hombres ignorantes y poco pulidos puestos juntos a actuar, pueden ser una verdadera catástrofe. ¡Que Dios nos guarde!
En fin, cada ciudadano votará por el nominado que más se identifique con sus expectativas porque de eso se trata la democracia. La moneda está en el aire, pero gane quien gane -mañana lo sabremos- será por los próximos seis años el presidente de todos los mexicanos.
Lo más saludable, para este vapuleado país nuestro, será trascender lo que nos divide y asumir lo que nos une a pesar de las preferencias políticas y los prejuicios.
Ahora bien, la experiencia nos dice que no podemos seguir esperando grandes cosas de los gobernantes. Si de verdad queremos cambiar el rumbo persistentemente errático que llevamos, es hora de sacar la casta y echar mano de ese patriotismo que tanto cacareamos. No el de ¡Viva México ca…! del 15 de septiembre sino la firme convicción de renunciar al horrendo vicio de la resignación ante el despojo y la impunidad que nos han impuesto por décadas. De nosotros, los patriotas del diario, depende que el nuevo gobierno no sea más de lo mismo. Es inaplazable encontrar la forma de atajar la impunidad que los delincuentes en el poder negocian entre ellos.
Llegó el momento de sacudirnos la apatía política y acabar con la dócil aceptación de la injusticia y el dejar hacer. Ya es tiempo de asumir que nosotros, la sociedad civil, somos mandantes y no mandatarios.
¡Ay que horror! ya me oí verborreando. Perdón pacientísimo lector, mis intenciones son buenas pero no tengo idea de cómo llevarlas a la práctica porque nada más me sé la teoría; espero que entre todos encontremos la forma de convertirla en práctica.
De cualquier modo, esta noche no dormiré tranquila. Por más que le pienso no alcanzo a distinguir cuál de los candidatos será capaz de reinventar una civilidad a la altura de la severa crisis moral que atravesamos. Ninguno pareció asumir la ingobernabilidad que padecemos. La realidad es desconcertante, ambigua e imprecisa.
Aunque todavía no sé a quien daré mi voto, sí tengo muy claro a quien no se lo daré. Llegue quien llegue a la presidencia, sólo la ciudadanía unida y dispuesta a atajar las malas mañas y los vicios que se han convertido en costumbre, podremos conseguir un cambio significativo. “Pueblo que soporta la tiranía, se la merece”. Yo, por mi parte, seguiré trabajando con más ánimo que nunca afiliada al partido “Nosotros”, porque es el único que me inspira confianza. Y ahora sí, Que Dios nos acompañe.
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