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A 100 segundos de perderlo todo

ÉDGAR SALINAS

¿Qué puede acabar con el planeta? De acuerdo con el Boletín del Consejo de Científicos Atómicos (incluye la aportación de más de una decena de científicos premios Nobel), la reabierta carrera atómica, la crisis climática y la corrupción informativa apoyada en las nuevas tecnologías son las tres grandes amenazas que adelantan el momento de la devastación planetaria. La autodestrucción está más cerca que nunca en la historia de la humanidad.

El famoso Reloj de Doomsday ahora indica que estamos a cien segundos de la catástrofe. Aunque el reloj funciona desde hace setenta y dos años, hay poca familiaridad con su funcionamiento simbólico e intención. De esas siete décadas fue en 1953 el año que más cerca se ha estado de la hora fatal, establecida para las doce de la noche. En aquel año, las pruebas nucleares de las dos superpotencias de entonces eran evidentes y se alardeaba con ello. El reloj apocalíptico marcaba las 11:58. Pues bien, para este 2020 el reloj no está a dos minutos sino a uno con cuarenta segundos, el año con mayor riesgo desde su creación.

Puede parecer, por el tipo de analogía utilizada, que el comunicado de este grupo de científicos sea exagerado, pero tómense en cuenta que algunos de los fundadores participaron en el proyecto que desarrolló la bomba atómica y quienes les han sucedido son de los científicos más destacados en el planeta.

Del primer riesgo, la reabierta carrera atómica, no cabe duda de lo que significaría su uso. Por ello resulta interesante que agreguen dos amenazas que lucen más debatibles. La crisis climática no solo está considerada en el Boletín, sino que fue tema importante en el reciente Foro Económico Mundial. Pese a que su abordaje y los acuerdos a que se llegó atienden más las consecuencias que las causas, el hecho de considerar tal situación como uno de los ejes del encuentro habla de la relevancia que tiene el tema incluso entre quienes suelen fijar escenarios y tendencias económicas globales.

En el Boletín los científicos urgen a acciones hondas para enfrentar la crisis climática. En referencia al encuentro de Naciones Unidas por el Cambio Climático, señalan que estuvo lleno de buenos discursos, pero escaso de acuerdos concretos a la altura del desafío. Tanto en el plano del riesgo nuclear como en el caso de la crisis climática, la voz de los científicos debería normar criterios de actuación política y deberían ser guía para el comportamiento de productores de bienes y servicios y, desde luego, para los esquemas de consumo hegemónicos. Pero no es así. Y me temo que su voz se tomará en cuenta solo cuando el precipicio se imponga a nuestros ojos. Tal perece que, sin decirlo, todavía una mayoría repite la pregunta de aquel obtuso congresista norteamericano que cuestionó a Greta Thunberg acerca de por qué deberíamos escuchar a los científicos.

La tercera amenaza está situada en el territorio de intersección entre narrativas, comunicación y nuevas tecnologías. Textualmente señala el Boletín que "en el último año, muchos gobiernos utilizaron campañas de desinformación habilitadas cibernéticamente para sembrar la desconfianza en las instituciones y entre las naciones, socavando los esfuerzos nacionales e internacionales para fomentar la paz y proteger el planeta". La tecnología al servicio de la división, del engaño, de la mentira y con ello estimular el riesgo potencial de las otras dos grandes amenazas. Redes sociales, blogs y portales al servicio de la destrucción de las posibilidades de diálogo constructivo.

Esto que luce extravagante no lo es. Cualquiera que utilice alguna red social puede percatarse del encono artificial pero programado en las arenas digitales. Puede ser o no consciente de la situación, pues precisamente la eficacia de las campañas de desinformación trastoca la capacidad de dudar y los criterios de juicio. Para esta tercera amenaza, en el Boletín se ofrece como alternativa la conformación de diálogos multilaterales para establecer normas de comportamiento que desaliente y castigue el uso perverso de los avances científicos.

Tenemos un reto desde lo local, desde las comunidades de discusión de los temas regionales en los que, también, se hace presente la corrupción informativa diseminada a través de las ventajas tecnológicas y por la cada vez más minada capacidad de juicio y crítica elemental entre quien consume sin más lo que las arenas digitales acercan a su vista. Las amenazas globales no están lejos, se manifiestan localmente.

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Escrito en: editorial Edgar Salinas

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