¡¿900 pesos la consulta?! No puede ser, es la mitad de mi pensión de jubilado, gritó el adolorido paciente necesitado de un médico especialista particular porque en el seguro social tardan de dos a tres meses para que los atiendan en ese nivel. ¿Por qué tan caro? gimoteó y se jaló los pelos olvidando que estaba calvo.
Del otro lado del teléfono se abrió un silencio a su protesta. De pronto la secretaria habló en retahila, sin pausas: -Tenemos consulta para los días 7 12 18 23 y 26 de abril a las 10 11 12 y 4 de la tarde. ¿La toma o la deja? Pero apresúrese, tengo otra llamada. -¡Oiga no! Ese precio es un abuso. Además yo soy el enfermo, el que pone la materia prima, el que lleva los dolores.
-Señor, se oyó de nuevo la mecánica voz. -Yo sólo cumplo instrucciones de mi jefe, él es el que cobra, yo sólo cumplo con mi deber. -Comuníqueme con su patrón. -Necesita apartar una cita, dijo tajante y colgó.
Pensé en Jesucristo, no en el sentido de pedir su ayuda divina para abaratar la tarifa de los émulos de Hipócrates, sino en sus tareas de buen cristiano que lo mismo curaba enfermos -tullidos, ciegos, sordos y jorobados- que resucitaba muertos como sucedió con Lázaro, sin cobrar consulta, tratamiento y receta. Movido por su humanismo y un alto sentido social, proporcionaba sus servicios a todo mundo sin distinción alguna y cubría a pie largas distancias por caminos terregosos y pedregosos para atender a domicilio a los menesterosos, como fue el caso de Lázaro el mendigo leproso a quien visitó en su casa de Betania, en Jerusalén, para volverlo a la vida después de dos días de fallecido. -Está dormido, le dijo el Mesías a la afligida Martha, la hermana, y sin más ceremonias, sólo con la mano extendida en gesto piadoso pronunció las célebres palabras: "¡Lázaro!, levántate y anda". Lázaro respiró de nuevo y se fue, otra vez, de andariego.
¿Por qué motivo los especialistas cobran de 900 a 1000 pesos a cada paciente que llega por su propio pie a sus consultorios? En el caso de las recetas y el costo de los medicamentos, la Comisión de Evaluación y Autorizaciones de la Secretaría de Salud, dispone que deberán llevar el nombre comercial y/o genérico del producto, por lo cual hay que ponerse truchas en ese sentido o de plano padecer las esperas de semanas y meses en el IMSS, ISSSTE y seguro de la salud para el bienestar, los que tienen esa protección, los que no, no.
Los médicos especialistas suelen ordenar medicamentos de precios muy elevados, entre los 400, los 600 y los 2,800 pesos (ej. la fludrocortisona), en un atentado más contra los intereses económicos de los dolientes, además del costo arbitrario de la consulta. El tabulador es letra muerta, lo mismo que el Juramento de Hipócrates. Van dos citas: -Dirigiré el régimen de los enfermos en provecho de ellos y me abstendré de todo mal y de toda injusticia; la medicina no sólo es ciencia, sino también arte: la calidez humana, la compasión y la comprensión, deben ser más valiosas que el bisturí del cirujano o el medicamento que prescribe… Volveré al IMSS. La espera, en mi caso, terminará en un mes, en dos o en tres, y será gratis, con la ventaja de que mi médico familiar es, a la vez, curalotodo… o trata, al menos: estira el hombro torcido, hace como que acomoda una rodilla, explora hernias, alivia la esofagitis, compone versos y receta gotas para humectar los ojos. Nada pues, de costo, contra los 2,250 pesos que cobró el cardiólogo a un jubilado como yo por dos visitas: una para explorarme -electrocardiograma incluido- y la otra para amarrarme en el pecho un aparato que registra las pulsaciones cardiacas durante 24 horas. Los terapeutas a su vez, cobran 2,400 pesos por sus infiltraciones en las rodillas, en tres sesiones y al contado y los acupunturistas 300 pesos por una sesión de quince minutos de ventosas y agujas. Como para dar otro grito…