Talento. El arte pictórico es el lugar donde el lagunero muestra su creatividad detallada en colores y trazos.
La infancia fue ese lugar donde el dibujo se le presentó como una herramienta para plasmar el mundo. Gibran Mancisidor tenía entonces cinco años y su madre lo inscribió en sus primeros concursos de pintura, los cuales se realizaban en un conocido centro comercial de la ciudad.
A continuación, el ambiente creativo del Centro Cultural José R. Mijares le otorgó una instrucción más clara para la pintura y la escultura. En esas primeras obras, Gibran reconoció las figuras que dotarían de singularidad a sus trabajos: los animales.
Entre esas especies, los reptiles y los lobos sobresalen por sus características salvajes. Gibran prefiere evitar los animales domésticos, pues el espécimen salvaje es auténtico y jamás renuncia a ser él mismo.
Así, desde muy pequeño, el destino de este artista lagunero se trazó al oleo. Gibran tenía claro que quería ser artista y vivir gracias al color de sus obras. El reto no sería fácil, ante la ausencia de una programa universitario que cumpliera con sus expectativas, el lagunero cursó dos años de una licenciatura en comunicación y después partió a Guadalajara para encontrarse con su destino.
Al llegar a la Perla Tapatía, encontró su refugio en el Instituto Cabañas. En esos jardines, el arte le brindó el motor que impulsaría a su imaginario creativo. Por fin Gibran había encontrado su lugar y durante cuatro años aprendió en serio lo que significaba dedicarse al arte.
"Cada jardín está enfocado a un área del arte. Entonces está la gente que está estudiando fotografía, cinematografía, baile, música, pintura, escultura, y estás conviviendo con puros artistas, y comienzas a ver hacia dónde vas o si en verdad te gusta esto".
El lagunero entendió que si quería vivir del arte tenía que dedicarse a ello. Al contrario de otras personas que emplean el ejercicio artístico como un pasatiempo, Gibran lo adoptó como su oficio y acató la responsabilidad que le exigía su talento.
Más que inspiración, la práctica es el camino a seguir para perfeccionar la técnica y moldear ideas. Encasillarse no es una opción para la mirada del lagunero. Los nuevos retos permiten la evolución y salir de las fórmulas establecidas otorga una aventura de satisfacciones indescriptibles. Por eso, Gibran decidió elegir la acuarela como su especialización.
"La acuarela no te da margen de error, casi casi te equivocas y empiezas de nuevo. Entonces me gusta mucho el reto de estar haciendo acuarela porque tienes que estar concentrado, tienes que encontrar soluciones a problemas. Entonces es un reto constante, donde durante toda la pintura estás concentrado, estás en esa zona donde todo está saliendo bien y eres consciente de lo que estás haciendo".
Con un estilo propio, Gibran gestó una voz visual que habla ante los ojos que contemplan su trabajo. La disciplina es crucial, pues como mencionó antes, la simple inspiración no es suficiente para alimentar la creatividad, hace falta decisión, entrega.
"Puedes tener una epifanía, un cuadro que digas: 'este lo soñé', 'este cuadro llegó a mí de repente', pero te pasa una o dos veces al año. Si te vas a dedicar al arte de pura inspiración cuando llegue, no vas a hacer nada".
Ante la nueva normalidad, el lagunero opina que las galerías digitales y aplicaciones como Instagram se están convirtiendo en los nuevos aparadores, lo cual ha ayudado a los artistas para la comercialización de sus obras.