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IBERO TRANSFORMA

PÉRDIDAS

FLOR A. VARGAS C.

Los recientes acontecimientos violentos dejan al descubierto una gran descomposición social, producto de las muchas pérdidas que hemos tenido a lo largo de varias décadas.

Entre las más grandes ausencias está la reflexión que, al parecer, casi se ha extinguido. Desde el momento que se adelgazaron los programas educativos más básicos y se privilegió la capacitación para integrarse con mayor facilidad al campo laboral, se dejaron de lado aspectos que nos distinguen, por excelencia, del resto del reino animal: la reflexión y la conciencia.

Si uno conversa con la gente mayor de 70 años, muy seguramente se sorprenderá de saber que ellos, en su formación primaria recibían fuertes bases, pues no veían las áreas del conocimiento de forma condensada como ahora, sino que se tomaban todo el año para revisar de forma exhaustiva los temas; así haber cursado la primaria, les permitía a los niños tener amplios conocimientos de historia de México y bases muy sólidas de español y matemáticas, también de las ciencias naturales y sociales. Se le daba importancia a la recreación y el ejercicio y la jornada escolar era mucho más extensa que ahora.

Después, entraban a la secundaria donde además de ver por asignaturas divididas las ciencias naturales y las sociales. Leían libros, no sólo resúmenes. Así los jóvenes conocían con mucha más profundidad sobre anatomía humana, biología, zoología, botánica, geografía, astronomía; o bien, civismo, historia de las civilizaciones, expandían sus conocimientos para saber sobre las civilizaciones de la antigüedad hasta llegar a las épocas actuales, por citar algunas áreas. Entonces se incorporaba la materia de artes y oficios, donde a través de talleres como carpintería, ebanistería, encuadernación de libros, conservas, tejido, bordado, electricidad, entre otros, recibían capacitación para el trabajo. De tal suerte que un joven con secundaria terminada se diferenciaba de uno con sólo primaria. El primero contaba con preparación para trabajar mientras que el otro, había salido de la ignorancia al acceder, a través de la lectura, al conocimiento científico.

Un gran salto ocurría cuando los jóvenes cursaban preparatoria, pues entonces se enfrentaban a la construcción de un pensamiento más crítico cursando filosofía, lógica, raíces greco-latinas, trigonometría, geometría analítica, cálculo integral y diferencial. La profundidad era mucho mayor y el rigor también.

Al parecer poco ha cambiado el programa educativo, sin embargo, la realidad es que se ha eliminado profundidad para incorporar otras áreas, útiles, pero sin consolidar la formación más elemental. Se ha privilegiado el uso de herramientas y evitado la reflexión y el pensamiento crítico. La memorización de antes era reforzada con el uso de los conocimientos. Hoy, se considera que la memoria no es importante, pues la información se encuentra en la punta de los dedos, en internet. Pero ¿de qué sirve tener toda la información si no sabemos usarla? Hemos perdido la capacidad de razonar y, por ende, de reflexionar para distinguir el bien del mal, actuando por impulso y sin el detenimiento para decidir lo mejor. Esto, aunado a la importancia que le damos al tener por encima de ser, nos provoca la pérdida de la tranquilidad que nos da haber actuado con conciencia de nuestras acciones.

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Escrito en: Ibero transforma

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