En el ánimo propio pocas veces recibimos con agrado los consejos al considerar que quien nos los da nos trata como a niños o como a tontos, esto es, sin experiencia o capacidad; sin embargo, estos son bien recibidos a través de relatos o historias como las fábulas cuya etimología proviene del latín "fabula" que tiene el mismo origen que "habla" con el significado de conversación.
Las fábulas ocultan verdades en situaciones que parecen ingenuas o inocentes; al ser leídas o contadas encontramos las moralejas desde nuestro propio razonamiento, de tal manera que no vemos minado nuestro amor propio; este método de instrucción es menos chocante, no nos sentimos adoctrinados o sermoneados y la lección la intuimos como por sorpresa. Este género literario lo conocemos desde nuestra edad preescolar y forma parte en gran medida de la literatura infantil en la que las fábulas están adaptadas, parafraseadas e ilustradas o en videos, pero que se leen poco o nada en la edad adulta y desde las fuentes originales.
El griego Esopo (620 a.C-560 a.C) las inventa en el siglo VI a.C al valerse de animales como personajes puede satirizar la vida cotidiana sin exponerse; entre algunas de sus fábulas están "La liebre y la tortuga", "La cigarra y la hormiga", "El león y el ratón". En tiempos más cercanos a la era moderna, Jean de La Fontaine (1621-1695) renueva este género literario en forma de poesía, critica el mundo cortesano francés y particularmente a Luis XIV.
La Fontaine logra que nos preguntemos el mensaje que quiere darnos; a través de su estilo nos pone a pensar en sutiles discrepancias como en el cierre de la célebre fábula de "La cigarra y la hormiga", cuando la última oración dice "-¿Cantabas? Está bien: pues baila ahora", así los lectores habremos de decidir si la crítica es para la cigarra por su falta de previsión o para la hormiga por envidiosa.
La obra de La Fontaine fue ilustrada en 1838 por Granville (1803-1847), quien en cada imagen abarca todo el relato en una sola imagen; en 1868 por Gustave Doré (1832-1883), quien ofrece una visión oscura y trágica con una gran precisión para cada animal; en 1888 por Boutet de Montvel (1881-1949), quien a través de una edición infantil a color explota la secuencia del guion en escenas; y en 1906 por Benjamin Rabier (1864-1939), quien elabora con dibujos animados el relato en un marco que rodea el texto de la fábula.
En estos tiempo parecen oportunas estas fábulas: "Las ranas que pidieron un rey a Júpiter", en donde la moraleja es que en el momento de elegir a los gobernantes es mejor escoger a uno sencillo y honesto, en vez de uno muy emprendedor pero malvado o corrupto; la de "La golondrina y los pajaritos" en las que los insensatos pajarillos cansados de oír los consejos de la golondrina, cuando iba a darles una última advertencia cayeron en desgracia, lo que nos viene como anillo al dedo cuando desoímos el #quedateencasa; y la de "Los animales enfermos de la peste", en las que según seas fuerte o débil el juicio humano te hará santo o despreciable.