Antier se hizo público lo que de hecho ocurría meses atrás: Alfonso Romo Garza deja la jefatura de la Oficina de la Presidencia.
Este acaudalado empresario regiomontano tuvo el tino para él de ser el primero de los capitanes del capital privado de México en sumarse al proyecto político de Andrés Manuel López Obrador. Debido a ese lance Romo Garza se ganó el privilegio de ocupar un puesto que en teoría es muy cercano al presidente de la república.
La misión de Romo, además de capitanear la propia oficina presidencial, era la de convertirse en el principal enlace entre un Gobierno de izquierda y la Iniciativa Privada. El presidente desde su discurso de victoria la misma noche de las elecciones de julio del 2018 había adelantado entre otras muchas cosas que respetaría a la empresa privada y que incluso se necesitaba de ella para la buena marcha del país. En ese mismo momento habló también de que su Administración sería cautelosa con las variables macroeconómicas.
López Obrador ha cumplido cabalmente con respecto al cuidado de la macroeconomía: moderador en el déficit público y en materia hacendaria, otorgando en ese aspecto una cierta seguridad a la economía mexicana.
Sin embargo, el rol que terminó jugando Alfonso Romo termina siendo decepcionante en cuanto a la misión que se supone él debía desempeñar y que en realidad el presidente nunca se lo permitió.
El señor Romo es reconocido como un gran empresario. Desde la década de los ochenta y plenamente en la década de los noventa, era manifiesto su poder económico debido entre muchos aspectos a su gusto por la promoción de la equitación, actividad que de por sí es costosa, pero Romo la llevó a otro nivel de ostentación. Muy su peculio.
Era entonces claro que su perfil era sumamente valioso para el equipo del presidente. Alfonso Romo sabe claramente de la empresa, tiene una visión internacionalista indispensable en el mundo actual y era más que evidente que tendría natural empatía con los dueños del dinero en México. Esos que, se quiera o no, se necesitan obligatoriamente si la pretensión es que la economía se expanda. Esto no quiere decir que solo los multimillonarios deciden el rumbo, pero son estratégicos sin duda.
Desafortunadamente las decisiones presidenciales como la cancelación del Nuevo Aeropuerto de la Ciudad de México, una de las promesas iniciales que el propio Alfonso le llevó al empresario, con el resultado final de todos conocido, y la cancelación del proyecto de inversión ya iniciado de la planta cervecera en Mexicali daban cuenta de que realmente la sensatez de Romo poco era apreciada por López Obrador.
En el plano local en Coahuila, las regiones Centro-Desierto y la Carbonífera sufren casi hasta el colapso debido a la crisis en la que está envuelta la empresa Altos Hornos de México, corazón de la economía de esas importantes zonas del territorio coahuilense. Se acusa al presidente de ese conglomerado, Alonso Ancira, de haberse aprovechado del Estado mexicano al venderle una planta de agroquímicos a Pemex con un sobreprecio de 200 millones de dólares, mismos que el Gobierno de López Obrador exige devuelva para poder acordar un arreglo. Ancira se resiste a devolver el dinero, por lo que se ha emprendido una cacería en su contra -que todo indica que hay razones para procesarlo-, pero de tal manera que ha llevado a miles de coahuilenses a la angustia y la zozobra, y a cientos de empresas a la quiebra, simplemente que más que asunto de justicia parece más una vendetta política.
Alfonso Romo estuvo en Monclova semanas atrás para hablar con el empresariado de la golpeada región. Evidentemente su viaje fue infructuoso porque las cosas en el centro del estado siguen igual, siguen muriendo las empresas, y con ellas las fuentes de empleo.
Lo peor de todo es que, aunque marginal, la presencia de Alfonso Romo atemperaba los ánimos de los radicales del Gobierno de la 4T que odian irracionalmente a los empresarios debido a su corta capacidad intelectual que permite albergar envidias sin sentido y su ignorancia de cómo en realidad funciona la economía.
Quizá Alfonso Romo no pudo por razones ajenas a él ayudar mucho, pero su partida es muy mala noticia para México. Espero equivocarme en esto.