Sobre todo en el siglo XX, los manuales de urbanidad fueron referentes intencionadamente difundidos para legitimar prácticas y conductas consideradas como correctas y ejemplares para toda persona, digamos así, de buenos modales. Más allá de lo rigoristas y apegadas a ciertos esquemas morales, las prácticas legitimadas conformaron lineamientos de las acciones dignas de copiar y seguir, al tiempo que señalaban las incorrectas y reprobables. De alguna manera podían identificar estas prácticas y conductas no solo a una persona de modales aceptables, sino a un buen ciudadano.
El contexto de cuidado sanitario que nos impone la presencia del COVID-19, ha hecho que nuestras conductas habituales se vean trastocadas. Ejemplo de ello es que de un día para otro debimos evitar el saludo de mano y desde luego el de beso. De la noche a la mañana el abrazo se convirtió en una práctica a evitar y por tanto en un entrañable recuerdo y en una ansiada esperanza. Algo tan común como un estornudo provocaba de inmediato decir ¡salud!, en cambio, ahora, también de una mañana para la tarde, se convirtió en un momento de temor entre quienes están cerca de la persona que estornudó.
Pues bien, de manera desigual, porque así fue la llegada del virus a los países, hoy las naciones comienzan a publicar los calendarios para volver a actividades económicas y otras que necesariamente implican romper el confinamiento. La gran mayoría acompañan el calendario con indicaciones de cómo debemos comportarnos allá afuera. Pero tantas semanas de confinamiento también nos enseñaron que laboralmente hay actividades que pueden realizarse bajo formatos diferentes. Por ejemplo, muchas reuniones dejarán de considerar el encuentro presencial como el único posible. Para quienes viven en ciudades extensas eso resultará en ahorros de tiempos en traslados, costos y estrés. El llamado trabajo desde casa es muy probable que se vuelva más habitual y normalizado.
El volver a ocupar, aunque sea gradualmente, las calles, los espacios laborales, los sitios de reunión y ocio como restaurantes, parques, y las áreas comerciales lo haremos con la consigna de nuevos deberes y de una nueva etiqueta urbana. Y hemos de actuar así por salud y por consideración al prójimo. Si algo nos ha enseñado está situación de confinamiento es que estamos socialmente conectados y que hay otras personas con y ante nosotros que debemos considerar en nuestras conductas y prácticas habituales. El confinamiento nos hizo ver que cada persona somos potencialmente susceptibles de infectar o ser infectados porque socialmente estamos conectados. Quizá lo sabíamos, pero el riesgo actual nos permite distinguir la profundidad y cotidianidad de esa conexión: de un carrito del supermercado, por ejemplo, queremos tener hoy la certeza de que está desinfectado y nos piden usarlo con nuestras manos lavadas, desinfectadas. Así de conectados estamos.
Gradualmente y con cuidados, pero estamos a días y semanas de salir a un mayor número de actividades. Mientras la ciencia nos despierta con la gran noticia de una vacuna efectiva al alcance de todas las naciones y personas, estamos obligados a hacer parte de nuestros modales ciertas prácticas nuevas que nos distingan como personas consideradas y de buena conducta cívica. Enuncio aquí cuatro modales cívicos que diversas fuentes de salud y gubernamentales han publicado y que hemos de integrar a nuestro acervo de buena ciudadanía:
La primera nueva regla de urbanidad es el distanciamiento físico. La sana distancia. Respetar el espacio del prójimo es parte de un modal a difundir y seguir. Tenemos la obligación y el derecho a esa distancia sana como la medida de prevención básica en esta circunstancia.
La segunda es el uso del cubrebocas. La polémica respecto a la eficacia se desmorona ante la recomendación de autoridades sanitarias internacionales y múltiples especialistas. Nuestros labios lucirán mejor y responsables bajo el cobijo del cubrebocas.
La tercera es la higiene constante de nuestras manos. Si antes era recomendado lavarlas antes de comer, y antes y después de ir al baño, hoy los momentos de lavado se multiplican.
Y la cuarta conducta a reforzar es la consideración o respeto a la persona próxima, al prójimo. Tiene derecho a que nadie exponga su salud, así como uno tiene derecho a que nadie exponga la nuestra. Decíamos arriba, estamos conectados, tanto, que el respeto a la integridad, al espacio y a la higiene del prójimo han de ser modales esenciales de la nueva urbanidad.