La responsabilidad de
hacer patria
Hacer patria es hacernos a nosotros mismos y no hay quehacer más noble. La celebración del "Mes de la Patria" que inicia el próximo martes, puede ayudarnos a hacer conciencia de nuestra responsabilidad de seguir construyendo el México justo y solidario que iniciaron nuestros antepasados.
Al recordar cada mexicano a su familia de origen, a sus amigos, a todas esas personas que han coloreado nuestra historia, no sólo en fechas significativas, sino sobre todo en la larga historia de construcción de este país de filigrana, retumba en la conciencia de cada uno de nosotros la súplica de nuestra tierra que nos reclama dar nuestras pinceladas para engalanarse como pueblerina en domingo.
Este apelo se hace más imperioso todavía, ante este mosaico rico y milenario que formamos; policromía de culturas mágicamente integrado, que la pátina del tiempo ha ensombrecido y que exigen hacerlas de nuevo refulgir, como pueblo brillante cuya misión es el seguir iluminando al mundo.
López Velarde en su "Suave Patria" nos da en un verso, la fórmula para enfrentar la incertidumbre del México que está por hacerse. "Patria, te doy de tu dicha la clave, sé siempre igual, fiel a tu espejo diario". Es decir, no abandones tu ser, las formas características del alma de México; enciéndelas con nuevos resplandores, no sólo por necesidad del frescor, sino por la coyuntura histórica extraordinaria que reclama nuestra acción, a fin de colorear las estructuras nuevas de una nueva época que, por ser nueva, es aún oscura, indefinida y gris, pero seguirá siendo mexicana.
El inicio de este especial ciclo escolar, tendrá que superar los errores en la administración pública y los datos alarmantes de la economía. Pensamos en nuestros hijos y en la urgente necesidad de formar el ciudadano que necesita México; el papel que asumen los medios, tendrá que superar sus deficiencias, ya que en vez de educar están siendo evasores de la realidad, separando a los cercanos sin acercarnos realmente a los lejanos; invadiendo y robando nuestro tiempo que era para estar con el otro y con nosotros mismos. Nos vacía o nos llena de errores o de basura intelectual o superficial y deja insatisfecha nuestra necesidad de relación.
El hombre es verdaderamente original, tiene conciencia de sí mismo y es consiente de sus actos. Su propia existencia es una llamada que exige respuesta; responsabilidad. Los demás seres del universo que son literalmente "irresponsables", el hombre más que ser concluso, terminado, definitivamente hecho, es más bien proyecto de ser y es consciente de irse haciendo; es artífice de su propio destino. Tiene el derecho y el deber de ir labrando su propio ser ininterrumpidamente, cincelando su propia persona, convirtiéndola en personalidad. Aquí radica el singular privilegio del hombre y aquí radica su condición dramática, porque tiene el derecho y el deber de hacerse y la posibilidad de deshacerse. De aquí que el hombre sea radical incertidumbre e inseguridad. Su vida no es necesariamente progreso, evolución conquista de libertad; puede ser también retroceso, fracaso existencial e incluso degradación.
La vida del hombre es una empresa: la empresa de ser persona. Tiene la misión gloriosa y comprometida; privilegio y riesgo de emprender su propia realización personal como una tarea insoslayable. Es éste su primer quehacer, su primordial tarea y la cumple en la medida en que se ejercita y se perfecciona en su inteligencia y su voluntad que son sus dos facultades de relación por las que sale de si mismo a los demás.
El hombre ha buscado y encontrado siempre una verdad más profunda, pues la inteligencia no se limita sólo a los fenómenos, sino que es capaz de alcanzar con verdadera certeza la realidad inteligible. Nuestra Patria la construimos con la responsabilidad de cada uno y con ello, construimos también nuestra familia, comunidad y grupo; nuestra ciudad, nuestra comarca y nuestro país. Mejoraremos nuestro México en la medida en que construyamos nuestro "ser"; conocer quien soy, con qué cuento como persona miembro de la sociedad y que aporto a los demás. Construir mi patria desde mi persona y en búsqueda de plenitud me lleva a ser constructor de un México mejor, una sociedad solidaria y sobre todo personalidades plenamente realizadas. Desde lo profundo de nuestro ser como mexicanos, compartiremos lo positivo, compartiremos una sonrisa, una acogida, un servicio, nuestros bienes y anhelos.
El máximo crecimiento del hombre trasciende las fronteras de este mundo situándose al lado de Dios. Como dice san Juan de la Cruz: "Somos dioses por participación", la vocación de México tiene también aspiraciones de eternidad.