Se cierran fronteras, se limita el uso del espacio aéreo, se implementan toques de queda y cuarentenas obligatorias; así han reaccionado muchos países para aplanar la curva de la pandemia que representa Covid-19.
Cada país está en su derecho soberano de implementar las medidas que considere apropiadas para atender su situación nacional, pero el efecto colateral está presente: permanecen miles de ciudadanos extranjeros varados en distintas partes del mundo. En el caso de México, la Cancillería y su red consular llevan semanas haciendo todo tipo de gestiones para facilitar la repatriación de mexicanos; al 12 de abril se ha apoyado el retorno a casa de 9,090 connacionales.
Ya desde la etapa inicial de la pandemia, se recomendó a los connacionales limitar sus viajes y, para quienes ya se encontraban en el exterior, tomar las precauciones para asegurar su retorno a casa. La red consular se aprestó para facilitar gestiones con aerolíneas nacionales y extranjeras así como alojamientos para cambiar boletos, fechas, rutas en las condiciones menos onerosas para nuestros nacionales.
Conforme se cerraban fronteras y las aerolíneas comerciales cancelaban sus vuelos, la Cancillería y el Instituto Nacional de Migración trabajaron conjuntamente para organizar y cubrir costos de vuelos charters, de carácter humanitario, para lograr la repatriación. Por citar un ejemplo, hacia Perú se realizaron seis vuelos humanitarios para repatriar a más de 700 personas. Conforme la logística se complicó, el Gobierno de México echó mano de la Fuerza Aérea para habilitar vuelos en misión especial de carácter humanitario para traer de vuelta a connacionales sobre todo desde aquéllos países donde había un número importante de mexicanos. Tal fue el caso de los tres vuelos a Argentina desde donde se devolvieron 340 personas.
México encontró el respaldo oportuno de sus pares latinoamericanos. Ninguno de los vuelos humanitarios hubiera sido posible sin el apoyo y coordinación con los respectivos países. Esta cooperación se representa de distintas formas, destacan:
1) Permisos. Cada operativo requiere autorizaciones para sobrevuelos y uso de espacio aéreo que está limitado o restringido. Asimismo, el traslado de terrestre de connacionales requiere el trámite de exenciones en la forma de salvoconductos para navegar entre las cuarentenas y toques de queda, con limitaciones inclusive para encontrar medios de transporte locales.
2) Coordinación logística. Es necesaria con autoridades de aviación civil o militar, servicios migratorios, de sanidad y de las fuerzas del orden para que un operativo cumpla con su misión. Desde luego, el apoyo en el terreno de las embajadas y consulados de los países involucrados es esencial para la movilización de las personas y agilización de trámites. Basta ver la impresionante coordinación logística que supuso el operativo conjunto entre México, Argentina, Chile y Uruguay que se realizó entre el 11 y el 13 de abril y que benefició a 386 nacionales de estos países.
3) Repatriaciones mutuas. Quizás este es el aspecto más sobresaliente. Cuando se organiza un vuelo humanitario a determinado país, sería un desperdicio que éste despegara vacío. Por ello, el gobierno de México ha apoyado la repatriación de argentinos, chilenos, ecuatorianos, peruanos y uruguayos en cada vuelo humanitario, y de igual forma, Ecuador, Perú y Uruguay han apoyado el retorno de mexicanos en sus vuelos humanitarios para repatriar a sus nacionales varados.
Sobra decir que Embajadas y Consulados seguirán desplegando su mayor esfuerzo de asistencia y protección para quienes tengan que guardar la cuarentena en el extranjero. Cierro estas líneas con un reconocimiento amplio a mujeres y hombres del Servicio Exterior Mexicano y funcionarios de la SRE, con quienes he laborado en este año y cinco meses, por el empeño y dedicación mostrados a lo largo de esta crisis siempre buscando soluciones a los problemas pese a las limitadas opciones.