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A grandes males, grandes remedios

JULIO FAESLER

El progresivo deterioro del gobierno de López Obrador estaba previsto desde que tomó el poder presidencial. Sus primeras decisiones como la cancelación del aeropuerto de la ciudad de México y la venta del avión presidencial fueron famosas.

En los tres años ya transcurridos de su administración los desaciertos se han seguido uno tras otro sin perder el compás. Cancelación de fideicomisos socialmente útiles sin importar las consecuencias en los se beneficiaban de sus servicios. La cancelación de programas de salud sin sustituirlos con otros mejores, además carencia de medicinas. Recortes en presupuestos de instituciones educativas y en entidades indispensables para fortalecer la democracia. Carencia de recursos para reparar equipo hospitalario y educativo e incluso falta de mantenimiento y de presupuesto en el ámbito militar. Peor aún, tolerancia hacia los grupos criminales y la creciente presencia de mafias en la vida urbana y municipal.

La asfixia financiera de las empresas pequeñas y medianas que emplean la mayor parte de la fuerza nacional de trabajo, dejándolas sin respaldos necesarios para sostener niveles de empleo y utilizar racionalmente los recursos del país para así imbricarse en las cadenas internacionales de producción.

Lejos de reducir el grado de la corrupción generalizada que depreda todos los sectores del país, el gobierno de AMLO permitido desórdenes y alentado despilfarros en sus actividades promoviendo asignaciones de obra pública sin concurso y propiciando los favoritismos que incesantemente atribuye a las administraciones anteriores. Los programas han caído en corrupciones, a veces amparados por artificiosos conceptos de "seguridad nacional". Todos se han burlado de la bandera más prominente del redentor tropical.

Gracias al instintivo cuidado que López Obrador ha dedicado a los aspectos financieros y presupuestales, el gobierno ha podido realizar recortes draconianos a los gastos corrientes canalizándolos a sus proyectos icónicos.

Hasta ahora AMLO se ha salvado de la crisis que inevitablemente se desatará. La inesperada corriente de las remesas de nuestros compatriotas residentes en Estados Unidos que se muestran preocupados por las privaciones que soportan sus parientes que no emigraron ha sido una racha fortuita de alivio para la administración.

Otro elemento que ha favorecido al régimen han sido las exportaciones que han crecido vigorosamente hasta constituir un porcentaje alto del PIB. El crecimiento de la conciencia exportadora ha sido vital para el desarrollo nacional.

Estos dos elementos son los que hasta ahora han salvado al país del quebranto oculto en el costo de los programas sociales y en el de sus proyectos cada vez más rebasados en presupuesto.

La solvencia económica de un país depende de la capacidad de producir artículos para su mercado interno sustituyendo las importaciones agrícolas e industriales que puedan cultivarse y fabricarse aquí, así como de su empuje hacia mercados diversificados. Esa producción incrementada ha de ser autónoma y no de meros procesos de armado de piezas ajenas.

Las relaciones económicas a través de acuerdos regionales no solo con Norteamérica sino los convenios bilaterales para abrir coinversiones son absolutamente indispensables para emplear nuestra mano de obra propia y la de los migrantes provenientes de otros países. Esta es una migración que tenemos que aprender a ordenar.

Por su parte, la solvencia política de un gobierno depende de su eficacia en mantener el orden frente a cualquier amenaza a su tranquilidad. La seguridad interna es un factor necesario para el bienestar de todos. Es ésta la vara con la que toda autoridad ha de ser medida.

Hasta ahora la gestión de AMLO no ha logrado cumplir sus propias metas en términos de reducción de pobreza, combate a corrupción, tranquilidad social, educación, desarrollo, empleo, salud y vivienda. Por otra parte, la conducción del presidente en materia de relaciones internacionales ha sido en extremo desarticulada y errática hasta el grado de poner en serio peligro hasta las perspectivas más halagüeñas.

El sistema parlamentario tiene un remedio para el caso de un jefe de gobierno cuyo comportamiento y resultados son confirmadamente dañinos a la nación. Lo vemos ahora con Boris Johnson que, sin más complicación, fue relevado de su cargo de Primer Ministro por su mismo partido que ahora busca el reemplazo. Nosotros desafortunadamente no disponemos de ese remedio.

juliofelipefaesler@yahoo.com

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Escrito en: editoriales Editorial Julio Faesler

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