Desde antes de la elección presidencial, diversos objetores de López Obrador, reconociendo en él a un populista, discutían sobre si sería más parecido a Luis Echeverría o a Hugo Chávez. A los segundos, la similitud con Echeverría les parecía tibia, y consideraban más seguro que AMLO sería algo más semejante a Chávez. Yo apostaba más a que su similitud sería con Echeverría (con sus matices, pues nunca he visto a AMLO como un represor), si bien podría mostrar algunas semejanzas de discurso y estilo de gobierno con Chávez (la revocación de mandato, el discurso maniqueo, la centralización del poder, entre otras). Pero difícilmente tendríamos un régimen como el venezolano por dos razones al menos: la mayor fortaleza institucional de nuestra democracia, aunque fuese abatida en cierto grado, y la vecindad con Estados Unidos que no permitirían un régimen como el chavista tal cual.
La asociación o semejanza con Echeverría surge porque que AMLO ha sido parte de la misma corriente nacionalista-revolucionaria que entró en crisis con el propio Echeverría y con López Portillo (la docena trágica). Cuando fue sustituido ese agotado modelo por el neoliberalismo, muchos priístas protestaron e incluso abandonaron al PRI. AMLO lo hizo también, aunque después de que no le dieran la candidatura a Tabasco. Pero ese es su modelo a seguir; estatismo, centralismo, asistencialismo, personalismo presidencial. Y en particular con Echeverría, hay semejanza en aquello de gobernar para los pobres, confrontarse con los "riquillos", manejar la economía "desde Palacio". Y también Echeverría encabezaba una "cuarta etapa de la historia mexicana" aunque no le llamó "Cuarta Transformación". En el clásico libro de Cosío Villegas, "El estilo personal de gobernar", aparecen otras similitudes: "Poco a poco, pero con firmeza, se fue anidando en los mexicanos el presentimiento de que no podía durar mucho tiempo más el 'milagro mexicano', o sea el periodo de estabilidad política y de progreso económico […] Así, se creó una atmósfera propicia a la creencia de que era inevitable un cambio, que un grupo deseaba y otro temía".
Y agrega Cosío: "Con una sorprendente locuacidad [LEA] habla de todos los problemas nacionales, los habidos y los por haber. Después […] hace una campaña electoral perseverante y de una extensión desusada, de modo que llega hasta los pueblos y rancherías más remotos y desamparados del país". Todo lo cual "parecía indicar que estaba resuelto a hacer un gobierno distinto, aun opuesto al anterior, es decir, que intentaría cambiar el rumbo del país". Consideraba que en el campo se hallaba una especie de "reserva moral" que había que fomentar y que provocaría un cambio de conciencia en el país.
Y en cuanto a su personalidad, "[Echeverría] era un hombre muy pagado de sí mismo, de sus ideas y sus propósitos, de modo que cree saberlo todo, y por tanto, serle innecesario consultar o siquiera meditar él mismo". "...no está construido física y mentalmente para el diálogo sino para el monólogo. Mi conclusión se basa en la desproporción de sus reacciones o las de sus allegados ante la crítica", decía Cosío. Se sorprendería en los paralelismos que encontramos en el actual gobierno. Estoy convencido que hoy día tenemos a alguien muy parecido a Echeverría, y seguramente así pasará a la historia.
@JACrespo1