Concluyó en Egipto la Conferencia de las Partes sobre cambio climático (COP27). La negociación del texto final no estuvo exenta de tensión y señalamientos públicos por parte de países periféricos y numerosas organizaciones y activistas. Las expectativas son difíciles de alcanzar en encuentros de este tipo, organizados más para el gradualismo que para acuerdos radicales en términos estructurales.
Luego de casi tres décadas con encuentros en torno al cambio climático podemos sintetizar en pocos renglones los acuerdos: consenso sobre la realidad física del cambio climático, establecimiento de una meta general, mitigación y adaptación como principios rectores de los compromisos de las partes, urgencia de financiamiento y, resultado de las presiones en el encuentro de Sharm El Sheij, reconocimiento del concepto de "pérdidas y daños" con el consecuente compromiso de parte de las naciones que más han contribuido al estado actual de la situación de establecer fondos de compensación en favor de los países más afectados.
La recién concluida COP27 apuntó sus conclusiones en cerca de sesenta puntos contenidos en el documento final. Como no podía ser de otro modo, las partes han subrayado la condición crítica no solo en la que se encuentra el planeta sino, también, de los escasos avances logrados pese a la cantidad de acuerdos, voluntades y recursos destinados en todos estos años. Ligado a lo anterior, se lee en el documento una insistencia en trabajar con mayor ahínco en acciones de mitigación. Eso significa un reconocimiento al hecho de que las causas del problema se encuentran más vigorosas de lo que se desearía y de lo que se esperaba a estas alturas de los compromisos.
No obstante, da la impresión que en esta COP 27 han adquirido más relevancia las cuestiones de la adaptación y el pago por pérdidas y daños que acciones de mitigación y financiamiento para las transiciones necesarias. Eso huele a cierto conformismo con una situación y una inercia del fenómeno, por no decir que una aceptación de consecuencias de alto costo ambiental, económico y social.
Con lo anterior no intento demeritar el nuevo estatus adquirido por la noción de "perdidas y daños", por el contrario, me parece un logro importante de quienes defendieron su inclusión en el documento final pues, además del recurso económico que eventualmente significará para muchos países y regiones ya severamente afectadas, significa también ganar un pedazo grande de conciencia y responsabilidad. Si bien es cierto que la noción tiene una historia de décadas este ha sido el encuentro de su pleno reconocimiento. Ahora, los países denominados "particularmente vulnerables" al cambio climático tendrán acceso a un fondo al que aportarán las naciones más desarrolladas y organismos como el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional. Como se comentó, se trata de un reconocimiento a que un grupo de países han contribuido más al cambio climático y, otro, gran grupo, ha sido principalmente receptor de daños y pérdidas como consecuencia de lo anterior. De acuerdo con lo estipulado, se abre un periodo de trabajo, con la participación de países afectados, para dar forma operativa a este nuevo compromiso.
Si bien no hay aún grandes noticias en términos de la meta respecto a detener los niveles inerciales del calentamiento global, me parece que los logros alcanzados, por pequeños que sean frente al desafío, son importantes. Como en futbol americano, a veces se trata de mover las cadenas, yarda por yarda, con la mira puesta en el objetivo final. Otro aspecto importante para rescatar es el protagonismo lúcido de un contingente numeroso y bien representado de nuevas generaciones que a este encuentro asistieron con edades que son más propias de la infancia y adolescencia que de otras etapas de la vida. Así que hay algunos motivos para la esperanza en un entorno que a veces se torna poco afecto a esa ilusión.
@EdgarSalinasU
