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EN TRES PATADAS

De tenis, relojes y manifestaciones del poder

DIEGO PETERSEN FARAH

Una de las paradojas del poder es que requiere ser demostrado. No basta tenerlo, hay que exhibirlo. Para que el poder se actualice hay que llevarlo a escena; hacerlo visible y sensible. La necesidad de manifestar el poder es uno de los signos de la inmadurez de las democracias. Podemos decir que cuando más evolucionada y asentada está una democracia menores son las necesidades de estas manifestaciones externas del poder. La residencia oficial del primer ministro de Inglaterra, 10 Downing Street, no se compara con la residencia de un gobernador en México, no digamos con Palacio Nacional, pero es cierto que la mayoría de los presidentes del mundo vive o trabaja en un Palacio que representa la sede del poder. De la forma de transportarse no hablemos: Macron, el presidente de Francia escogió un DS 7, un pequeño vehículo utilitario; la canciller alemana Angela Merkel se movía en un Audi de 4 cilindros; José Mujica andaba en un vocho viejo; los presidentes de Estados Unidos usan por obligación la llamada "Bestia", un potente auto blindado que va a donde ellos vayan. López Obrador llegó a palacio en un Jetta y ahora lo cada vez más seguido lo vemos en las típicas Suburban preferidas de los políticos mexicanos.

Cuando se trata de poder todo significa y nada pasa desapercibido. No nos debe extrañar que a políticos e hijos de políticos mexicanos les guste sacar el cobre luciendo el oro. Hoy el oro se manifiesta fundamentalmente en dos cosas: los relojes y los tenis. Por absurdo que parezca y a sabiendas que siempre habrá alguien que esté a la caza de esos detalles, los políticos siguen saliendo a la calle con relojes cuyo valor equivale a un año de su sueldo, o los hijos del presidente se dejan ver con zapatos tenis que cuestan más de cien mil pesos.

Todos tienen derecho a gastar su dinero como quieran. Pero si Marcelo Ebrard, Félix Salgado Macedonio o el propio presidente López Obrador, por citar a algunos de los vigentes, usan relojes de lujo, no se pueden quejar de que los observen. Si los hijos del presidente se ponen tenis absurdamente caros, será noticia y no pueden decirse invadidos en su intimidad, pues lo hacen en público y termina siendo un acto público.

De lo que podemos estar seguros es que en ningún caso hay ingenuidad. Son todas manifestaciones de poder perfectamente conscientes. Para la mayoría de nosotros un reloj o unos tenis no significan absolutamente nada, no tenemos acceso ni interés en el mercado de lujo. Si los políticos usan esos relojes costosos es para que otros como ellos lo vean y lo interpreten. Si los hijos del presidente andan por la vida caminando con esos tenis es para que otros como ellos los reconozcan como parte de ellos. Son signos que sólo un poderoso o un aspirante a poderoso puede interpretar, y de eso se trata.

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