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Depredadores

YAMIL DARWICH

Pudiera ser inexacto aplicar el término "depredador" a quienes destruyen bienes y/o personas; la palabra se utiliza para describir "aquellos animales que cazan a los de otras especies". Nosotros padecemos a muchos que nos atacan.

Así parece, cuando algunos "servidores" públicos usan el poder del puesto para beneficiarse, destruir algo, alguien o simplemente acatar órdenes superiores, conscientes de atentar al bien común con lo nefasto.

El daño profundiza hasta grado de maldad cuando sabe que aquello que se va a hacer es nocivo para la comunidad; aún peor: comprender que tal acción tendrá consecuencias negativas para el futuro de la sociedad y, por si fuera poco, buscar el momento propicio para ejecutarla utilizando distractores. La ley lo sanciona como premeditación, alevosía y ventaja.

Quise hacerle esta introducción para dimensionar la gravedad de actos que van contra la educación escolarizada, particularmente la elemental, que debe aportar los conocimientos básicos; los educadores le llaman "formación integral", es decir: atender al cuerpo, espíritu y fomentar conciencia social.

Hasta antes del gobierno de Luis Echeverría Álvarez, -PRI- la educación en México, aprovechaba el llamado "tiempo completo", impartiendo clases en las escuelas mañana y tarde.

Los profesores enseñaban materias de ciencias y sociedad, contando las horas suficientes para dar atención al desarrollo corporal -coordinación motora- por medio de la educación física y del espíritu -actividades artístico-culturales-.

Ciertamente, el grado de analfabetismo del país era alto y las capacidades del sistema educativo nacional -profesores y mobiliario- marcadamente insuficientes. El problema persiste.

Había que encontrar soluciones y una de ellas fue partir en dos turnos las actividades docentes -matutino y vespertino-. Así, se duplicaba la capacidad para atender alumnos.

Al plan le llamaron "Masificación de la educación", algo bueno, que se fundamentó en lo que era factible. Desde luego que se aprovechó como propaganda política del entonces partido en el poder.

Los resultados se evidenciaron en el mediano plazo: el analfabetismo bajó en México y las posibilidades de contar con más mexicanos alfabetizados y útiles socialmente, aumentaron.

En contrario, se perdieron horas de trabajo y disminuyeron los niveles de aprendizaje; los profesores debían hacer sobreesfuerzos para la administración eficiente de su tiempo. No todos lo hicieron.

El tiempo dedicado a los aprendizajes humanistas de relación social se limitó, caso del civismo y del cuidado corporal limitando actividades de ejercicio físico -educación física-. Los educadores lo percibieron, criticándolo desde el primer momento.

A todo ello se sumó el desarrollo de la ciencia y la técnica; había que encontrar más horas de aula para aplicarlas a instruir en el nuevo conocimiento y nuevamente se recortó el tiempo dedicado a la formación en valores.

Poco a poco empezamos a pagar el precio de tal educación no integral.

No dejemos pasar por alto el proceso de politización de la educación, con sindicatos "comprometidos" con la "dictadura perfecta", nombrada por Vargas Llosa, modificando el rumbo que había marcado México para su calidad académica. Aún continuamos buscándolo.

Durante el gobierno del presidente Fox -histórico parlanchín- Josefina Vázquez Mota, entonces Secretaria de Educación, puso en práctica el programa "Escuelas de Tiempo Completo"; agregaba tres y media horas más de estudio presencial, ofreciendo alimentación complementaria a los pobres y más tiempo a los padres trabajadores para laborar y hasta descansar.

El programa arrancó en 6 mil 708 planteles y para el sexenio de Enrique Peña Nieto, ya había 25 mil 134 escuelas de primaria y secundaria en el país. Más de 3.6 millones de estudiantes fueron beneficiados.

De pronto, el mundo fue sorprendido, hasta asustándonos con el COVID y el daño a la salud y la economía se sintió fuertemente; la educación no fue excepción, con la necesidad de cerrar las escuelas, sin contar con la preparación adecuada de los maestros y equipamiento insuficiente para la educación a distancia.

Delfina Gómez -la misma que obligó a los trabajadores de Texcoco a aportar parte de su sueldo para el partido -MORENA- y reunir recursos para sus apetitos de poder, canceló el programa, sabedora de que no habría alumnos, ni padres que pudieran protestar.

Increíble que se apañe dinero de la educación haciendo padecer "primero los pobres" y, en contraparte, se apliquen partidas escandalosas para un tren que no pareciera costeable y sí antiecológico; construir una refinería; comprar otra con tecnología vieja; y un aeropuerto inseguro, inadecuado y caro. ¿Caprichos?

Existe la llamada filosofía "deconstrucción", ideada por el filósofo Jacques Derrida, propuesta de la izquierda intelectual, buscando acabar con lo existente del sistema político/social para reconstruirlo ideológicamente, con bases supuestamente más justas y equitativas, pero… nosotros padecemos destrucción institucional y tarde o temprano lo pagaremos a un costo muy alto.

A la fecha, 13 estados federales sostendrán el programa con recursos propios, incluida la CDMX, denunciando el grave error de la politiquera.

¿Qué le parece la decisión de… Delfina?

ydarwich@ual.mx

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