"Les gustaría que un médico improvisado los estuviera atendiendo? De seis materias llevamos dos. Díganos, ¿qué vamos a aprender?". Con estas palabras, el 14 de octubre un estudiante de Medicina Integral y Salud Comunitaria de una de las Universidades del Bienestar Benito Juárez García (UBBJ) cuestionó a la directora Raquel Sosa, quien había increpado a los estudiantes por haber manifestado sus inconformidades: "No anden de ociosos, no anden en la calle protestando", "¿A quién de ustedes les gustaría que exhibieran la historia médica de su familia?". Toda una lección de principios y valores.
Morena prometió universidad gratuita para todos. Hizo una reforma constitucional para ello. Ya es un derecho. No un regalo.
Este derecho no ha llevado a un mayor gasto público. Éste ha crecido en donde AMLO ha deseado. No en educación superior y posgrado donde el presupuesto federal, en pesos constantes de 2022, pasó de 180 mil millones de pesos en el 2015 a 154 mil millones este año. La población entre 20 y 24 años pasó de 9.8 millones en el 2010 a 10.4 en el 2020.
El sistema UBBJ ha recibido 4 mil millones de pesos para la instalación y operación de los 145 planteles existentes. Pretenden tener 200.
Quienes reciben una transferencia a cambio de nada, bueno, de lealtad política, pueden estar agradecidos. Pero aquellos estudiantes deseosos de ser profesionistas para transformar su realidad no pueden estar contentos simulando estudiar. Ni siquiera están satisfechos quienes hayan creído que basta un título universitario sin haber estudiado gran cosa para poder tener algún trabajo razonable. Según nota publicada en este periódico, al menos 600 egresados no habían recibido su título a tiempo. Éstos ni siquiera tienen validez oficial.
No son realmente universidades. Hay salones y maestros dispersos en el país. Muchas son instalaciones precarias; otras inexistentes. Los maestros faltan continuamente, hay acoso escolar, y no hay convenios para realizar prácticas profesionales, según denunció en un comunicado el pasado 12 de octubre la Red Nacional de Estudiantes y egresados de las Universidades para el Bienestar Benito Juárez García.
El objetivo de ampliar la educación universitaria es deseable, pero se hace de forma improvisada, el sello de la casa. A diferencia de las grandes obras de infraestructura, cuyos avances tienen toda la atención presidencial, las UBBJ requieren mucha atención, pero parecen ir en piloto automático. Necesitan no sólo recursos, sino de procesos debidamente desarrollados: localización de sedes adecuadas, contratación de profesores, métodos de trabajo, programas de estudio, etcétera.
Una pista de un aeropuerto poco usado no protesta. Los estudiantes suelen hacerlo. Están dispersos en diversas sedes, pero se lograron movilizar, a diferencia de la gran mayoría de los damnificados de este gobierno. En el desastre que ha sido el sector salud, sólo han tenido cierta capacidad de movilización los padres de niños con cáncer. El resto está sin voz ni liderazgos.
En muchos ámbitos de la administración pública actual, las carencias son amplias y en muchas, crecientes. En parte por costumbre a un mal servicio público, y en otra por la enorme credibilidad de AMLO y una oposición con poca presencia entre la sociedad, hay menos movilizaciones que en el pasado. Cuando una sociedad no tiene cómo canalizar su enojo, el riesgo es que los problemas escalen y estallen de forma abrupta.
A veces es difícil distinguir entre movilizaciones genuinas y aquellas controladas por algún grupo con otros intereses, como parece ser el caso de ciertos grupos minoritarios tomando algunas instalaciones de la UNAM o provocando a las fuerzas de seguridad en manifestaciones, como las de las mujeres. Pero cuando hay un agravio verdadero, la movilización social debería ser para el gobierno un insumo fundamental para rectificar, sobre todo cuando dice gobernar en nombre de los que menos tienen.
@carloselizondom
ÁTICO
Ampliar la educación universitaria es deseable, pero se está haciendo de forma improvisada.
