El pasado mes de septiembre murió la reina Isabel II, despertando interés, hasta morbo, por el reconocimiento a sus diferentes liderazgos que ejerció en los países del Reino Unido, al que gobernó durante setenta años. Sin duda el mayor tiempo en que una persona encabeza a un Estado.
En medio de pompa y ceremonia, escrupulosamente diseñada y ejecutada, la idiosincrasia del inglés no se desatendió y en medio de reconocimientos fúnebres, Isabel fue llevada a diferentes puntos del reinado en sendos desfiles militares que custodiaban su féretro; eventos diseñados para que los habitantes de UK le reconocieran y rindieran tributo de cuerpo presente y por última vez.
Lo interesante para quienes vivimos en el Continente Americano -donde no practicamos tales ceremoniales exuberantes y milenarios- fue la entrega de los británicos al reconocimiento del liderazgo de su monarca, que les mantiene unidos, en seguridad de identidad, confiados en su sistema de vida, amparados ante las eventualidades y, desde luego, signándolos en el transcurso de sus vidas. De alguna manera reciben soporte idiosincrásico, sin la responsabilidad directa.
A los integrantes del reino les gusta tener rey/reina; al que le brindan respeto, reconocimiento, entrega y sumisión. Habrá que comprender que hoy día se trata de una costumbre simbólica, arraigada culturalmente, más que un ejercicio efectivo de poder.
Festejando el día de muertos en México, nosotros también ejecutamos ceremonias -aunque menos estrambóticas- en reconocimiento a nuestros difuntos.
Lo nuestro, no es únicamente la adopción de costumbres españolas; también representa la simbiosis con las tradiciones indígenas, de lo que brotan usos y costumbres festejadas por el mundo.
Esos sentimientos de pérdida del ser querido, que llamamos "duelo", lo vivimos con las mismas argumentaciones psicológicas que mueven a imperios, gobiernos de países y politiqueros, aunque estos últimos los aprovechan insensiblemente, buscando su lucimiento y promoción.
La diferencia estriba en la autenticidad del sentimiento de pérdida con la muerte del querido.
Se llevó días enteros el ceremonial fúnebre inglés; varios declarados de "duelo" entre los países integrantes del reino, sumados al liderazgo social/político/económico.
Nosotros vivimos ceremonias religiosas ejecutadas durante varios días -novenarios católicos como ejemplo- y hasta declaraciones oficiales, señalando días para hacer recordatorios anuales.
En los casos de muerte de personajes públicos sobresalientes, es fácil separar la verdad del real sentimiento y la necesidad social/política de reconocerlo.
En lo íntimo, entre familiares y amigos cercanos, es dolor compartido por la pérdida del ser querido; la ansiedad ante un futuro incierto afectivo y/o económico; la inseguridad emocional, por la dependencia que llegamos a construir con tal persona y otros muchos temores. En cada persona, el dolor psíquico tiene tiempos variables en sus fases.
Quienes se dedican profesionalmente a atender tal dolor emocional le llaman "sentimiento de pérdida".
El período de duelo es diferente en cada cual; participará la dependencia tenida por la persona hacia el difunto y la fortaleza física/emocional del ahora deudo.
La profundidad del dolor psíquico lo viviremos, cada quien, según la relación de cercanía sostenida con el fallecido y, en cada caso, desarrollamos mecanismos de defensa, apoyándonos principalmente en la cultura familiar y social heredada -"adopción psicológica"-, cada vez menos respetada.
Los tanatólogos describen fases del dolor psíquico causado por la muerte y han desarrollado técnicas para ayudar a los deudos en el manejo emocional del sentimiento de pérdida. Incluyen al enfermo con apoyo ante su realidad y dolor psíquico.
Describen un primer estado que denominan "Negación", con respuestas muy variadas; en general rechazando la realidad: descontrol emocional con expresiones dolorosas, lamentos, llantos: "¡no puede ser!".
Luego vendrá la "Ira", agresividad al reconocer -emocionalmente- la pérdida y buscar "responsables" del suceso. Los médicos tratantes atienden lo intenso y emotivo de esos momentos; los tanatólogos dan terapia familiar y prevén consecuencias.
Continuará un estado de "Negociación", trabajo de inicio, del mecanismo psicológico auto-protector.
Después: "Depresión", que requiere apoyo afectivo de cercanos.
Finalmente llegará la "Aceptación", que inicia con el recuento, análisis y búsqueda de soluciones personales y/o familiares: "huída hacia delante".
Pasado el tiempo, resuelta la problemática emocional y material que generó la muerte de ese cercano, se presentará la "Idealización", cuando de los muertos borramos lo que de ellos nos parecía negativo y resaltamos aquello que nos era gratificante.
Y la vida continúa.
Seguramente Usted podrá aportar experiencias íntimas y personales a éste "Diálogo" que, en las conmemoraciones de los días "De todos los Santos" -primero de noviembre- y de "Muertos o Difuntos" -día dos de noviembre-, sirven para recordar y revalorar nuestra vida, ya sin ellos, fortaleciendo los lazos de unión con todos los familiares sobrevivientes.
Por favor considere los daños a la identidad nacional y autoestima que nos generan los festejos ajenos a lo nuestro; recuerde que quieren globalizarnos emocionalmente para que formemos parte de su dominio económico. ¡Consumismo!
¿En quiénes piensa?
ydarwich@ual.mx