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No hagas cosas buenas

El capricho

ENRIQUE IRAZOQUI

Ríos de tinta se han gastado para expresar opiniones acerca de la inauguración del Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA), construido donde ya se encontraba la vetusta estación militar aérea de Santa Lucía, al norte de la Ciudad de México, en terrenos ya del Estado de México.

En su mayoría, las críticas al aeropuerto son en sentido negativo en el terreno del mundo de los analistas del quehacer editorial. En los medios de comunicación se ha dado cuenta de que las obras viales para conectar diferentes sectores de la capital del país no están concluidas, y por lo tanto es en este momento un verdadero periplo llegar al Felipe Ángeles de manera ágil.

Las notas e imágenes de quienes ya han volado desde y hacia el AIFA y todos aquellos que asistieron al acto de apertura fueron noticia de distinto tipo, desde quien dice que puede hacer 40 minutos a las 5:30 de la mañana desde Palacio Nacional en un día de asueto al nuevo aeropuerto hasta quienes también reportaron trayectos de tres horas (una exageración). Sin embargo, no serán inusuales aquellos a los que les tome dos horas llegar a tomar un vuelo desde la Ciudad de México, el mismo tiempo que toma recorrer la autopista Durango-Gómez Palacio desde la caseta de León Guzmán hasta la que está ubicada a un lado de la terminal aérea Guadalupe Victoria, en la capital de ese bello estado. También llamó la atención que dentro de la terminal hubiese personas que de manera informal ofrecían antojitos como tlayudas y tacos al pastor, como si se estuviese en un tianguis, así como comerciantes ambulantes, que ofrecían sus productos en el piso, apenas con un tapete puesto por debajo.

El día del acto de la inauguración de la nueva terminal aérea, uno de los referentes en esta materia de infraestructura del presente sexenio federal autodenominado como la Cuarta Transformación, se dieron cita algunos de los grandes capitales del dinero de México, encabezados por el ingeniero Carlos Slim Helú, quien hace pocos años fue considerado el hombre más rico del mundo. También estaba Emilio Azcárraga, de Televisa, Ricardo Salinas Pliego, de TV Azteca y Elektra, el lagunero Eduardo Tricio, de Lala, y Daniel Chávez Morán, fundador del imperio hotelero Grupo Vidanta, quien casualmente fue el que le dio "trabajo" al hijo mayor del presidente López Obrador en Houston, José Ramón López Beltrán, por aquello del escándalo de la casa gris, donde habitó el primogénito del mandatario apenas unos meses atrás de manera más que ostentosa y lejos de los fundamentos morales que suele recitar desde su púlpito presidencial don Andrés Manuel.

Hay que hacer énfasis en la presencia de los magnates del país en la inauguración de una obra que representa desde un determinado punto de vista un manotazo al proyecto de mucho mayor calado en todos los aspectos, incluyendo la proyección de haber sido un aeropuerto de clase mundial como se tenía planeado que lo fuera el fallido Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM), en el lago de Texcoco, muy cerca del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM), el Benito Juárez. La obra colosal que se hubiera hecho en Texcoco significaba por mucho un movimiento mayor de capital (al que sirven mayormente los señores del dinero) que lo que se construyó a cambio, el AIFA, un aeropuerto mucho más austero, pero, se quiera o no, se terminó edificando con muchos menos recursos públicos que pueden ser destinados en teoría a otros fines sociales. Aun así, los plutócratas acompañaron al presidente a inaugurar su aeropuerto, su capricho; esto hay que anotarlo en vías de un planteamiento simple: las inmensas cantidades de dinero en posesión de pocas personas hacen que estas queden imposibilitadas de representar un cambio, ya que atadas están a sus grandes intereses. Los que este pasado lunes estaban con Andrés Manuel son los mismos que también vitoreaban a Peña Nieto, Calderón y Fox.

El punto ahora es que operativamente habrá que dejar transcurrir un tiempo para saber si el AIFA fue solución o no para el saturado tráfico aéreo de la capital del país. El asunto es que esta nueva obra es en apariencia austera e insuficiente y suele exasperar a muchos de los usuarios de la aviación comercial de este país, que son los menos si se comparan con las enormes masas cuyo tema de todos los días es la subsistencia; imposible pensar en viajar y, ya ni para soñar, hacerlo en avión.

Lo grave es que el Felipe Ángeles es un capricho del todopoderoso presidente, quien muestra cómo uno de sus ejes de gobierno es exacerbar la guerra de clases económicas: las medias altas, medias bajas (las altas están con el poder en turno) versus las populares, despreciando el deterioro que como sociedad nos hace por igual.

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Escrito en: editorial Enrique Irazoqui editoriales

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