A escasos días de que se celebre el referéndum sobre el proyecto de una nueva Constitución que deberá reemplazar al decreto general de la dictadura pinochetista impuesto en 1980 y vigente hasta la fecha, y en el cual los ciudadanos chilenos deberán pronunciarse forzosamente, el voto es obligatorio, ya bien mediante un "apruebo" o bien, un "rechazo", la primera opción va a la zaga de la segunda, por un margen de casi 10 puntos porcentuales.
La incertidumbre acerca del resultado final de la consulta se acentúa además porque 15.5% de los votantes potenciales se han declarado como indecisos...
El país parece polarizado tanto geográficamente, con el sur apoyando el rechazo en virtud de la violencia desplegada por sectores ultra del movimiento mapuche y el norte por el incremento exponencial de la inmigración indocumentada, en tanto que los grandes centros urbanos, Santiago y Valparaíso están a favor del apruebo. Pero la división es también generacional. El grupo de 18 a 30 años es mayoritariamente favorable a la nueva Constitución; las generaciones mayores a los 40 no son tan entusiastas.
Fruto de la oleada de protestas que tuvieron lugar en octubre de 2019, el cambio de marco constitucional se antojaba como impostergable (...) por lo que se acordó llevar a cabo un plebiscito, celebrado el 25 de octubre de 2020, en el que 78.28% de los votantes se manifestó a favor de una nueva Constitución y un número semejante votó a favor de que la redactase una convención constitucional... la comparecencia ciudadana en el plebiscito no era obligatoria y participó un 50.5% del padrón electoral.
Resultó, hasta cierto punto, previsible la victoria en la segunda ronda electoral celebrada el 19 de diciembre de 2021, del joven izquierdista y antiguo dirigente estudiantil Gabriel Boric, sobre el ultraderechista José Antonio Kast, por amplio margen.
No obstante, la luna de miel del electorado con el joven presidente se reveló efímera. La inflación galopante, la mala situación económica, la violencia en el sur del país y varias decisiones fallidas de su gabinete hicieron mella sobre los índices de popularidad del mandatario y su gobierno que cayó en picada de 50% de aprobación a 32% en dos meses.
¿Cómo se llegó a esta situación en la que el entusiasmo popular por el cambio pareció menguar tan rápida como bruscamente? De una parte, la Convención Constitucional encargada de redactar la nueva Carta Magna chilena exhibió desde el principio un sesgo ideológico maximalista y un talante reacio al compromiso, lo que alienó tanto al centro político como a la centroizquierda (...) De otra parte, los medios tradicionales de la derecha se han mostrado eficaces en su golpeteo tenaz al agitar el espantajo del comunismo y de las expropiaciones, lo cual, sin duda, echó a muchos atrás en su inicial entusiasmo.
El documento resultante contiene avances indiscutiblemente trascendentes, tales como la creación de un Estado de bienestar de cobertura universal que provea sanidad, educación pública y otros servicios sociales a todos los chilenos, o bien la preminencia de los derechos humanos (...) La insistencia sobre la igualdad entre géneros, la representación paritaria y la integración plena de las minorías sexuales y los pueblos originarios a la comunidad nacional son aspectos dignos de encomio.
Otros artículos, de seguro bienintencionados, han provocado alarma entre sectores amplios de población. Esto es el caso de los artículos segundo y quinto que hablan de Chile como un estado plurinacional y de la posibilidad de otorgar autonomía a dichas naciones (...)
Por lo demás, el proyecto se destacó también por su fárrago, repetición y ambigüedad en muchos de sus artículos (...) Su extensión parece también todo un despropósito: 388 artículos.
El peor escenario sería un triunfo del "rechazo"; conferiría legitimidad democrática a una ordenanza dictatorial. Tal situación abriría un peligroso periodo de incertidumbre.