En la historia de la humanidad, han existido muchas revoluciones. No todas se dan en el campo político. Su significado es el cambio de percepción del mundo, la sociedad, o la manera de hacer las cosas. No todas son necesariamente para bien; ninguna significa el último paso de la civilización o la humanidad. Siempre seremos perfeccionables, mientras que existan los mecanismos para serlo.
Lo contrario a la revolución, es la tendencia a conservar el estado de cosas, porque a un grupo le va bien o porque se está acostumbrado a ello. Se defienden los fundamentos en los que se basan las relaciones humanas y hay una oposición absoluta al cambio.
Algunos ejemplos: Akenatón fue un faraón que propuso a un único Dios y él era su representante. Este fue un movimiento revolucionario en una sociedad donde había diversos dioses y una casta sacerdotal que se le opuso. Después de la muerte del gobernante, se intentó borrar todo su rastro. La arqueología los encontró en los tiempos modernos.
Revolucionario fue la reforma que se opuso a la visión de la iglesia, y a la corrupción que existía dentro de ella. La contra reforma fue una oposición que intentó mantener la unidad religiosa. Aquí se generó el Renacimiento que dio finalizada la edad media. El inicio del desarrollo de la ciencia, y las ideologías que provocaron los movimientos políticos de los siglos XVIII y XIX; la independencia de los Estados Unidos, la Revolución Francesa, las revoluciones de independencia de Latinoamérica.
En todas las manifestaciones del hombre se vieron muchos cambios. La escolástica fue remplazada por otras corrientes filosóficas. Descartes es uno de los iniciadores. El arte navegó por el romanticismo, remplazando al neoclasicismo. Este mismo movimiento, después fue remplazado por el realismo y el naturalismo. En la música pasan cosas similares. La ciencia es una de tantas revoluciones que afloran en este tiempo. Se dejan de dar sangrías para combatir las enfermedades con tratamientos más efectivos. Se descubren los microorganismos. La vida ya no es igual.
En el siglo XIX predomina el liberalismo que busca la libertad del hombre frente al estado. Se declaran los derechos del hombre. Dejar hacer, dejar pasar es su propuesta. La imposición del más fuerte.
Junto con el movimiento anterior se comienza a gestar el socialismo y el comunismo. El segundo cae en el campo de las utopías, porque por definición, es imposible. Provocaría el caos. Sociedad sin gobierno y sin clases. En ninguna parte del mundo se podrá dar. El socialismo es viable pues permite una cierta estratificación y necesita de un gobierno.
La sociedad puede prevalecer, mientras que existan canales para su perfeccionamiento; en otras palabras; mientras que exista la posibilidad de la lucha de los contrarios pensamientos que puedan hacer ver los errores de los sistemas existentes y los beneficios de los mismos.
Hasta este momento, nadie es capaz de ver sus propios errores y no acepta que otros tengan razón. El resultado, los totalitarismos que acaban con el bien común. En todas las ideologías ha existido: Stalin en Rusia, Franco en España, Pinochet en Chile, Mao en China. A la sociedad se le impide desarrollarse porque solamente existe un punto de vista. Cuando hay fuerzas en confrontación, las sociedades prosperan. Me vuelvo a referir al Renacimiento.
Las revoluciones están a la vuelta de la esquina; más cuando existe una problemática profunda y una pérdida de valores, como en los tiempos actuales. Si no hay valores no existe el sentido de la vida; lo cual significa caos. La civilización y la cultura tienen como función combatir el caos.
El COVID ha provocado una revolución; las redes sociales son completamente revolucionarias. La democracia camina sin rumbo. No se representa al ciudadano, se le impone una decisión desde las cámaras sin que necesariamente esté de acuerdo.
Como no actuamos inteligentemente, los movimientos drásticos nos han venido a cambiar la vida. Corremos el peligro de acabar con lo que hemos logrado hasta ahora. De suicidarnos. Es momento de abrir la conciencia; de enfrentarnos ante lo revolucionario y lo conservador y decidir que sirve y que no sirve de los dos extremos, para construir nuestro futuro. Horacio tenía razón: el punto medio.